22. Si escucho tu voz

331 32 12
                                    

Pedro Pablo abrió los ojos de golpe; por la poca iluminación de la recámara, el rizado asumió que aún era de madrugada, cosa que confirmó revisando el reloj de su celular; marcaban las tres de la mañana.

Se giró un poco para acurrucarse con Bosco cuando sintió el vacío en la cama; Bosco no estaba dormido junto a él. Eso extrañó a Pedro Pablo; Bosco tenía el sueño muy pesado, jamás se levantaba en las noches, ni siquiera a tomar un vaso de agua.

Pedro Pablo salió de la recámara para buscarlo; tal vez le había dado hambre o algo así y estaba en la cocina. Caminó con cuidado bajando silenciosamente las escaleras para no despertar a nadie; todos habían tenido un día difícil, necesitaban descansar.

Llegó a la sala y sintió que sus zapatos pisaban algo extraño, algo viscoso y pegajoso: era sangre.

Pedro Pablo se puso alerta y comenzó a voltear desesperadamente hacia todos lados, buscando de donde podía venir la amenaza; no la encontró.

Lo que si encontró, hizo que su corazón se detuviera un momento por la impresión y sintiera el irrefrenable deseo de vomitar; su corazón se detuvo en el momento en que su mirada se enfocó y vio que en el piso, estaba el cuerpo cubierto de sangre y sin vida de Bosco Villa de Cortes.

_____________________________________

-¡Pedro Pablo! ¡Amor!- Pedro Pablo escuchó la voz de Bosco y abrió los ojos de golpe bañándose en el ámbar de los ojos de Bosco, esos ojos que tanto amaba y que había sentido por un momento que había perdido para siempre; su mirada llena de vida fue como el oxígeno que Pedro Pablo necesitaba en ese momento; esa mirada valiente y profunda fue lo que reactivó los latidos del corazón de Pedro Pablo.

Todo había sido una pesadilla; una terrible pesadilla. La peor pesadilla que Pedro Pablo había tenido en su vida.

Pedro Pablo abrazó a Bosco con todas sus fuerzas; necesitaba aferrarse a él, sentir la calidez que la sangre corriendo por su cuerpo a través de sus venas le brindaba, escuchar los latidos de su corazón, esos latidos que se aceleraban en Bosco cuando ellos estaban juntos y con el sonido de esos latidos poder confirmar que realmente todo había sido una pesadilla horrible. Pedro Pablo nunca había sentido tanto terror en su vida; probablemente el recuerdo de Bosco muerto en el piso lo iba a perseguir para el resto de sus días, un recordatorio del trauma tan grande que Pedro Pablo aún cargaba sobre él y que necesitaría trabajar mucho para poder superar.

-¿Quieres contarme de tu sueño?- preguntó Bosco mientras lo seguía abrazando con fuerza; Pedro Pablo llevaba ya varios minutos aferrado a él, no parecía tener ninguna intención de soltarlo pronto; eso a Bosco no le molestaba en lo más mínimo, podría pasarse la vida entera entre los brazos suaves y hogareños de Pedro Pablo. Además, por los gritos y el sudor en la frente del rizado, era obvio que había tenido una pesadilla.

-Estabas muerto, estabas muerto, tirado en el piso y lleno de sangre- respondió Pedro Pablo en un susurro ahogado que rompió el corazón de Bosco; Pedro Pablo estaba llorando. A Bosco le dolía en el alma cada vez que Pedro Pablo sufría; de haber podido, Bosco habría hecho algún trato con el universo para ser él quien tuviera cada pesadilla, cada mal sueño o cada momento de inquietud que estuviera destinado para Pedro Pablo; si Bosco tuviera la capacidad de borrar para siempre el dolor de Pedro Pablo, lo haría sin dudarlo por un segundo aunque eso significara tener que sufrir él mismo. 

-Aquí estoy, vida, estoy bien, mírame- dijo sujetando delicadamente la barbilla de Pedro Pablo para hacer que esté lo viera a los ojos mientras le hablaba- Estoy bien, estamos bien y vamos a estar bien, ¿de acuerdo?- Bosco comenzó a sentir como el cuerpo de Pedro Pablo se iba relajando poco a poco con sus palabras y con sus caricias; Bosco comenzó a besar el rostro del rizado suavemente; primero la frente, después sus mejillas, su nariz y por último, sus labios. Bosco no sabía si sus palabras serían suficientes para calmar a Pedro Pablo, pero esperaba que sus besos también lo ayudaran a sentirlo cerca, a sentirlo vivo; él sabía mejor que nadie lo que el terror ante la perspectiva de perder al amor de su vida podía ocasionar, lo había sentido en carne propia el día anterior.

Eres para mí|BospaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora