Extra IV

141 19 1
                                    

Bosco veía los libros frente a su escritorio sin mucho interés; en ese momento, su cabeza estaba funcionando a mil por hora, pensando en un montón de cosas diferentes al mismo tiempo, pero la escuela, definitivamente, no ocupaba ninguno de esos espacios.

Sin embargo, se suponía que la próxima semana volvería a la escuela, aunque siendo honesto, no sentía mucho entusiasmo ante la idea; si, ahora todos sabían que Giovanna había mentido respecto a la acusación que había hecho en su contra, pero Bosco no podía olvidar que, cuando los necesito, ninguno de sus supuestos amigos estuvo ahí para él.

No es que hubiera esperado mucho de ellos, pues, en el fondo, él mismo sabía que jamás había mantenido una relación demasiado estrecha con sus compañeros del colegio, a pesar de conocer a varios desde pequeño; sin embargo, tampoco había esperado que todos, o al menos, la gran mayoría de ellos, se pusieran en su contra, alimentando los rumores con un montón de mentiras que no hicieron más que incrementar su dolor.

Lo habían pintado como el villano de la historia, alegando que Bosco siempre había sido neurótico y explosivo, por lo que, según ellos, era bastante lógico que, eventualmente, hubiera terminado haciendo algo así.

Bosco se había sentido muy dolido, pues aunque reconocía que en casa no había tenido la mejor actitud, él sabía que en la escuela no le había hecho ninguna grosería a nadie; mantenía su distancia con todos, y no era mucho de ir a las fiestas a las que lo invitaban, pero realmente no había tratado mal a sus compañeros, mucho menos al grado de retratarlo como un "psicopata en potencia", tal y como lo había descrito una chica en un video.

Gala le había dicho que, si quería, los podía demandar a todos por difamación, pero Bosco no se sentía inclinado a tomar esa decisión; lo que quería era sentir que se estaba librando de esa pesadilla, quería enterrar en el pasado lo que Giovanna le había hecho y no volver a hablar de eso en público nunca más.

Claro que, en privado, las cosas eran muy distintas.

Exceptuando las noches que había pasado con Pedro Pablo, Bosco no había sido capaz de dormir sin soñar con lo que Giovanna le había hecho. Las pesadillas, a veces más claras, otras veces mucho más nítidas, no lo dejaban descansar, por lo que pasaba la mitad del día sintiéndose cansado y al borde de un colapso nervioso.

Los únicos momentos en los que sentía algo de tranquilidad, era cuando estaba con Pedro Pablo, su mejor amigo: a veces, el rizado iba a su casa con el pretexto de ayudarlo a repasar matemáticas, pero casi siempre terminaban dejando los libros de lado para ponerse a platicar de mil cosas, y, en otras ocasiones, Bosco le enseñaba a Pedro Pablo a esculpir, actividad que los relajaba mucho a ambos.

Bosco sentía que, desde que contaba con la amistad de Pedro Pablo, su vida se había vuelto mucho mejor; a su lado, y en su compañía, Bosco se sentía en paz por primera vez en muchos, muchos años.

Se sentía un poco tonto ahora cada vez que recordaba lo grosero que había sido con su amigo en el pasado; en ocasiones, no podía evitar pensar que, de haber aceptado la amistad de Pedro Pablo desde el principio, todo lo de Giovanna jamás le hubiera pasado.

Definitivamente había sido un idiota al haber rechazado a Pedro Pablo en el pasado, pero ahora, sencillamente, no se imaginaba su vida sin él.

Pensar en Pedro Pablo llenaba su pecho de una sensación cálida y suave; era algo que Bosco no podía explicar con palabras, pero suponía que de eso se trataba tener un mejor amigo.

Suponía que era normal la forma en la que su corazón se aceleraba cuando su amigo venía de visita a su casa, o cuando respondía sus llamadas a mitad de la madrugada y le hablaba con ternura hasta que el sueño volvía a vencer a Bosco, provocando que, después de hablar con él, el castaño pudiera dormir libre de pesadillas.

Eres para mí|BospaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora