23. Con un soplo suave

256 33 7
                                    

Si las miradas mataran, Bosco estaba completamente seguro que después de cómo lo había visto su suegra en el comedor, él ya debería estar  tres metros bajo tierra hecho polvo y ceniza.

Bosco podía ser despistado en muchas cosas, pero siempre había sido muy bueno leyendo las emociones de las personas y Mireya llevaba semanas enojada con él; Pedro Pablo también lo había notado y aunque el rizado se había ofrecido varías veces a hablar con su mamá para saber que estaba pasando, Bosco le había pedido que lo dejara pasar; no era para tanto, él había sido mucho más grosero con los Roble en el pasado y seguramente lo de Mireya era fruto de todo el estrés que todos habían vivido el día de la muerte de Ginebra.

Sin embargo, ahora se arrepentía de no haber dejado que Pedro Pablo hablara con su mamá antes; tal vez de haber abordado la situación con la cabeza más fría, las cosas no hubieran explotado de la manera en que lo estaban haciendo en ese momento en el comedor de su casa.

Él estaba con Gala y Salomón en su recámara mientras su hermana le tomaba la temperatura; aún tenía algo de fiebre y le dolía mucho la cabeza, aunque creía que esto último era más fruto de la preocupación que sentía por su novio que por la enfermedad misma; los gritos se escuchaban hasta su habitación y las palabras sueltas que alcanzaban a entender no eran muy amables que digamos.

-¿Deberíamos ir a ver qué todo este bien?- preguntó Gala sin ver a ninguno de los dos en particular; Bosco sabía que su hermana tenía una tendencia muy marcada a querer resolver los problemas de los demás, pero en su opinión, esta vez era mejor mantener una distancia prudente y dejar que madre e hijo resolvieran lo que sea que estuviera pasando entre ellos.

-No, mi Gala, esto es algo que ellos traen pendiente desde hace muchísimo tiempo- dijo Salomón confirmando los pensamientos de Bosco- Y Bosco, no te sientas culpable ni nada, esto no es por ti- agregó después de un momento de duda.

Ese comentario hizo sentir a Bosco un poco culpable, porque la realidad de las cosas es que él no sentía ningún tipo de responsabilidad por la situación ente Pedro Pablo y su mamá; Bosco no había hecho nada malo, se había dedicado a cuidar a Pedro Pablo de la forma en que este necesitaba en ese momento; Bosco no había hecho nada más que amarlo  y ver por su bienestar, al menos en la medida de sus posibilidades.

Claro que su corazón se partía en dos cada vez que veía a Pedro Pablo triste y decaído en el sofá de su cama; nada le dolía más a Bosco que la mirada perdida de Pedro Pablo cada vez que estaban en la habitación y se ponía a recordar el terror que sintió cuando Ginebra quiso ahorcarlo; o, peor aún, cuando por las noches lo llamaba a las dos de la madrugada porque le daba terror la oscuridad; eso ya le había pasado después del atentado en el coche, y al parecer su miedo a cerrar los ojos por recordar la sensación de quedarse sin aire había vuelto y mucho, mucho peor.

Lo peor de todo es que Pedro Pablo llevaba incluso varías semanas sin animarse a tomar un pincel para ponerse a trabajar en alguno de sus murales o de los cuadros que tanto disfrutaba hacer. Para Bosco, esa era la señal inequívoca de que su novio estaba pasando por una muy mala temporada y que necesitaba ayuda urgentemente y no precisamente la suya.

Bosco sabía que Pedro Pablo necesitaba ayuda profesional; lo había estado intentando convencer durante semanas para que buscaran un terapeuta que lo ayudara a sanar todas las heridas que ni Bosco ni su amor podían curar, pero el rizado se aferraba a que estaba bien, a qué él podía solo y a qué, eventualmente, se le iba a pasar. Y Bosco, por experiencia propia, sabía que nadie podría ayudar a Pedro Pablo si él no quería esa ayuda. Así que si, Bosco había hecho lo que estaba en sus manos para intentar aligerar un poco la ansiedad de Pedro Pablo, y si la única forma en la que lo podía ayudar era pegándose con resistol el uno al otro, Bosco lo iba a hacer sin pensarlo dos veces, no le importaba si a Mireya eso le molestaba o no.

Eres para mí|BospaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora