11. El corazón es un músculo

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Pasaron varios días antes de que Esteban hablara con Bosco nuevamente sobre el asunto de la discusión en el despacho.

La razón era que Esteban no sabía cómo abordar nuevamente a su hijo para hablar con él: con Bosco todo era siempre muy complicado, siempre sentía que, sin importar lo que dijera, Bosco iba a terminar enojado con él o reprochándole algo.

Pero un día, dos semanas después de la discusión, decidió que ya no podía aplazar más el tema.

Había hablado con Paz sobre todo lo que Bosco le había dicho; sobre cómo nunca fue una presencia constante en la vida de sus hijos, sobre cómo siempre convertía cualquier cosa que hicieran sus hijos en algo sobre sí mismo; incluso le contó a Paz cómo se sentía Bosco respecto a sus hermanas; cómo sentía que, para Esteban, solo importaban Gala y María.

Paz le había hecho entender que el primer paso para mejorar de forma sustancial su relación con Bosco, era validar sus sentimientos: tal vez Esteban no hacía las cosas pensando en lastimar a Bosco, pero, al final del día, lo había hecho, y necesitaba hacerle entender a su hijo que reconocía sus errores y que esta vez iba a intentar enmendarlos enserio.

No era una tarea fácil, pero Fobo había conseguido una nueva psicóloga que hablaría con la familia; con ellos como padres y con todos sus hijos; esta vez habían escogido la terapia en modalidad en línea para evitar sorpresas desagradables como había sucedido anteriormente; aunque Fobo era de confianza por su relación con doña Elvira, Paz le había dicho que era mejor prevenir que lamentar, lo cual le parecía a Esteban bastante razonable.

Citó a Bosco en el despacho: su hijo llegó a la hora acordada y se le veía de buen humor; acababa de tener una tutoría de matemáticas con Pedro Pablo.

Esteban sonrió ante ese pensamiento: se alegraba mucho de la buena influencia que la amistad de Pepa tenía sobre su hijo; hasta se ponía contento después de una clase, cosa que nunca pensó presenciar; de repente, tuvo una epifania sobre su hijo y Pedro Pablo; ¿cómo había estado tan ciego? Pero no era el momento de pensar en eso; ya hablaría con Bosco sobre su relación con el sobrino de Paz.

-Hola, hijo, siéntate- Esteban le hizo una seña a Bosco para que tomara asiento en uno de los sofás- Quiero hablar contigo sobre lo qué pasó el otro día aquí en mi despacho- inicio hablando.

-Si, claro, dime papá- respondió Bosco con tranquilidad: esa versión de su hijo, tan serena y calmada, chocaban con la impresión que siempre había tenido Esteban de él: suponía que el que no fuera consiente del cambio de su hijo era una prueba tangente de que no estaba haciendo su mejor papel como padre.

-He pensado mucho en lo que me dijiste, y creo que tienes razón: no he hecho el mejor trabajo como papá contigo. No quiero justificarme, ni tampoco que lo tomes como un ataque, pero acercarme a ti siempre me ha parecido mucho más difícil que acercarme a Gala o a Eder; y no es por ti, no hay nada malo en ti- apresuró a decir Esteban- pero es que desde pequeño siempre hemos sido tan diferentes: tú siempre preferiste la compañía de tu mamá o incluso la de tu abuela; por más que intentaba no parecía que tuviéramos cosas en común. Después, cuando murió tu mamá, intenté crear una conexión contigo para tratar de reemplazar el vacío que ella nos dejó, pero siempre estabas tan a la defensiva, que deje de intentarlo con el tiempo. Fue un error, claramente: mi trabajo como papá era insistir una y otra vez; claro que estabas enojado, acababas de perder a tu mamá. Yo debí insistir hasta el cansancio, pero fue mucho más cómodo para mi escudarme en tu supuesto rechazo que esforzarme en construir una relación contigo. Hijo, perdóname; perdóname por dejarte solo con tu dolor, por no molestarme en saber de donde venía tanto coraje, tanta rabia- dijo Esteban con un tono de voz suave, pero que transmitía todo el dolor y arrepentimiento que sentía.

Eres para mí|BospaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora