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En esta vida o matas o mueres

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En esta vida o matas o mueres. O mueres y matas.

Esa era una verdad que Dust se acostumbró a escuchar a lo largo de su camino por el fin del mundo, aquella verdad que Deanna intentaba que nadie vea, cubriendo sus ojos y dándoles una falsa sensación de seguridad con los muros altos de Alexandria.

Pero Dust sabía mejor, él ya había escuchando tanto adultos cómo jóvenes repitiendo que no habría esperanza y que la opción de tener las manos limpias en el fin del mundo simplemente no era posible.

Mirándose sus propias manos, Dust piensa en lo lejos que había llegado para tener que sobrevivir.

Recuerda el gusto amargo de la sangre contra su paladar, el olor de piel quemada por carbón ardiente, el ruido al cortar extremidades y las risas mezquinas a sus costados.

Era matar o morir y si uno se negaba a aquél destino no le quedaba más que morir para después matar, convertido en uno de aquellos monstruos sin consciencia propia que vagaban ahora por el mundo.

Recordó a las muchas personas que había conocido a lo largo de todo ese tiempo, tal vez no habían pasado más de cuatro años desde que todo comenzó pero aún así fue lo suficiente para que el nuevo orden mundial se restablezca.

El más astuto gana, no él más fuerte, no el más poderoso, solo los inteligentes lograban sobrevivir.

Y bueno, también los Alexandrianos, los cuáles por supuesto no entraban en esa categoría.

Caminando lentamente por el bosque y escuchando los pasos de Enid detrás suyo, Dust pensó en lo débiles que eran todos en Alexandria, y en el grupo con grandes fortalezas que Deanna había dejado entrar.

Conoce a los sobrevivientes del nuevo mundo, sabe cómo se manejan y qué es lo que buscan, por mucho tiempo él mismo fue de aquellos que se aprovechan de los débiles como los Alexandrianos y ahora Dust sabe que solo es cuestión de tiempo para que el primer golpe sea dado y todos se descontrolen.

Y aquél primer golpe llegó esa misma tarde, una vez que Enid y Dust regresaron a Alexandria.

Al bajar el muro ya escuchaban los gritos de Aiden desde la puerta, pero no fue hasta que llegaron cerca que pudieron escuchar de qué se trataba todo.

—¡Busquense nuevos trabajos, aún no están listos para explorar! —seguía gritando Aiden, tirando con fuerza de la reja para cerrarla.

—Sí, yo diría que es al revés. —respondió uno de los nuevos, Dust no sabía sus nombres aún.

Aiden se detuvo a cerrar las rejas al escuchar aquella respuesta, acercándose con paso firme hasta el asiático que lo miraba desafiante.

—Hey, hey. Mira, aquí tenemos un modo de hacer las cosas. —explicó Aiden, aún su voz lo suficientemente alta como para que Enid y Dust puedan escucharlo desde la distancia.

NOTHING LEFT TO SAY  ✧ Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora