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No llores, por favor no llores

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No llores, por favor no llores.

No llores, no llores.

Dust abrazó con más fuerza a Sam entre sus brazos, ambos se encontraban parados en el rincón de la armería, la mujer, ya se había marchado.

—Yo solo quería galletas, Dust... —se lamentó el pequeño en un pequeño susurro, Dust solo afianzó el agarre sobre los hombros de Sam, acercándolo más a su cuerpo y sintiendo como el pequeño descansaba su cabeza sobre su pecho—. Yo solo quería...

No llores...

Dust, no llores.

Dust asintió para si mismo, asegurándose de que Sam todavía no pueda ver sus ojos cristalizados por las lágrimas contenidas.

Solo estábamos bromeando, ¿cierto, Sam? Había dicho la mujer, dándole una cálida sonrisa a Dust y levantando sus manos con inocencia, ya que Dust estaba sosteniendo un cuchillo en sus manos.

Ella se marchó y el cuchillo había caído al suelo, pero cuando Sam lo abrazó todo su mundo se vino abajo.

No llores, Dust. No llores.

Una de sus manos subió para acariciar el suave cabello rubio de Sam, quién ya no había logrado contenerse y comenzó a llorar entre sus brazos.

Dust se movió suavemente de un lado al otro, en un balance que intentó calmar a Sam y a si mismo.

Quería aliviar al niño, pero sabía que hablar no era una opción, él no podía hablar... Dust no habla, Dust no habla.

Pero lo hiciste, le hablaste a Carl.

No quería, sabe que no, pero lo hizo y con ello todo cambiaría, era solo cuestión de tiempo para volver a lo que siempre fué, para que lo echen de Alexandria y se convierta una vez más en aquél asesino que creyó haber dejado atrás de él.

—¿Niños? ¿Qué hacen aquí? —una voz femenina los sacó de su burbuja tranquilizadora, ambos rubios separándose del abrazo y abriendo los ojos, quejándose al instante de la luz que fue encendida.

Se separaron del abrazo para observar la expresión molesta de Olivia, que cambió a una de preocupación al ver los rostros afectados de ambos.

Dust no había llorado, pero no se encontraba en un mejor estado que Sam, no se encontraba bien en lo absoluto, no después de lo que sucedió aquella noche, no después de haber hablado...

—Olivia, lo siento. Dust y yo queríamos preparar más galletas, pero... —Sam se detuvo a mitad de la oración, comenzando a llorar una vez más, arrojandose nuevamente contra los brazos de Dust que lo abrazó sin dudar.

—Está bien, niños, vamos niños... —intentó animar Olivia, caminando hasta donde estaban ellos y colocando sus manos sobre los hombros de ambos rubios—. Saben que no pueden estar aquí, vamos, los llevaré a casa.

NOTHING LEFT TO SAY  ✧ Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora