Capítulo 1- "Pensamientos"

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Estoy perdida en mis pensamientos nuevamente. No entiendo cómo es que siempre termino aquí, pero se podría decir que me pierdo en mi misma. Retiro lo dicho: me pierdo en mis problemas. Los analizo, pero no revivo; los recuerdo, pero no los guardo; perdida con el pensamiento que agobia a este mundo: "¿Por qué?" Una pregunta sin respuesta. ¿Cómo es que un simple pensamiento puede atormentar a una persona durante años?¿Por qué?

Obvio todos tenemos uno diferente; hay porqués de dinero, hay de familia, hay de perdida, hay de sufrimiento, pero a final de cuentas sólo es una palabra que mata. Yo simplemente muero, no físicamente, sino sentimentalmente. No vayan a creer que muero por algún chico, me parece incoherente llorar por un hombre. Mi porqué se dirige a mis sentimientos con mi familia y con mis amigos.

A veces siento que solo soy un juguete: "tómalo y cuando se rompa, deséchalo".

Esos sentimientos son peligrosos para personas inestables mentalmente y agradezco que no lo soy, jamás me pasaría por la cabeza suicidarme, solamente me gustaría desaparecer, irme para nunca regresar, marcharme a un lugar lejano donde no puedan encontrarme. Pero lastimosamente no es así, con solo catorce años no tengo la edad para solo irme. Pensándolo bien, tal vez pueda parecer una tonta niña rebelde que no quiere hacer lo que le toca o con los típicos problemas de bebitos mimados: "pobre, no le quieren comprar un cachorro" o tal vez "¡que lastima, no logra ser la más popular de su salón!". Pero como sé que no es así, dejo que la gente piense lo que quiera; de todos modos, nunca me entenderían aunque se los explique con manzanas...

—Tierra llamando a Eleanor— grita el maestro Richard chasqueando sus dedos frente a mí. Si tan solo supiera como lo detesto.

Sin decir ni media palabra, me limito a fulminarlo con una mirada asesina.

—¿Por qué es que siempre está tan enojada señorita Cole?— pregunta inclinando su cabeza y mirándome fijamente, como si quisiera leer mis pensamientos.

Y como si el propio espíritu de Dios estuviese a mi favor, suena el timbre para salir a recreo. Tomo mi sándwich de jalea y espero a Johanna para ir afuera. Es una costumbre ir juntas a todos lados: a recreo, a la clase de gimnasia, a la salida... A todos lados.

—¡Apúrate Leanor que se llenara la cafetería!— dice Johanna tratando de conseguir que camine más rápido. Mis amigos suelen llamarme así, Leanor.

Johanna Anderson. Ella es una gran amiga desde hace años, una chica baja con un hermoso cabello castaño liso, pero con volumen, me encanta, curvilínea y con la risa más contagiosa que he conocido.

—Tranquila— le digo y en contradicción con mis palabras me echo a correr hacia la cafetería. Después de comprar un jugo nos dirigimos a la misma mesa de siempre con nuestras amigas. Siempre hacemos lo mismo, ya se ha convertido en rutina, pero así me gusta porque me siento más tranquila.

Y así, entre rutina y pensamientos, sobrevivo a otro día de instituto y llego a la hora de la salida.

—¡Hasta mañana Johanna! Cuídate, que no te secuestren— me despido De mi amiga frente al portón.

—¡Hey!¡Leanor! ¿Cuándo vas a ir a mi casa? Quédate a dormir!— grita súper entusiasmada Kelly, otra de mis amigas.

Kelly Miller. Una chica con pelo rojizo, él cual amo, de alta estatura, curvas pronunciadas y unos dientes perfectamente rectos, en efecto, una hermosa sonrisa.

Y ya que estamos en descripciones, me presento:

Eleanor Cole. Yo soy bastante alta, un metro setenta y dos, con cabello castaño, ondulado y largo, la más delgada de mi grupo de amigas, largas piernas, largos brazos y un torso estilizado. Mi cuerpo es, digámoslo así, atlético, ya que práctico deportes desde que tengo memoria.

—Mmm, llegare el otro viernes ¿está bien?— digo arqueando una ceja, cosa que hace que Kelly se muera de risa.

-¡Sí, está bien! llegas— dice en medio de una carcajada. —Me tengo que ir, luego te escribo.

—Está bien, te veo mañana— digo con una sonrisa lo suficientemente amplia, hasta donde no se me noten los camanances, juro que tengo de todos los tipos, menos los que les salen en los glúteos a las mujeres súper fitness.

Cuando me quedo sola miro mi reloj, y como siempre mi mamá me recoge tarde. Creo que eso también es parte de la rutina. Veo su coche apartarse frente al instituto.

—Hola hija, sube al carro— dice señalando la puerta del copiloto y, no sin antes poner los ojos en blanco, subo al carro y abrocho el cinturón de seguridad.

-¿Cómo te fue?— dice mientras arranca la camioneta blanca Santa Fe.

—Cansada, ¿y tú?— digo para ser amable, aunque en realidad no quiero oír.

—Bien, yo siempre estoy bien y muy relajada, porque duermo temprano en vez de tú que te dormís tarde por estar pegada de esos libros— dice con tono sarcástico, lo que convierte su comentario en un regaño.

No quiero oír esto, en serio estoy agotada.

—Y, ¿tienes tareas?—dice con alegría, siempre es tan bipolar.

—Sí— digo en tono lo suficientemente aburrido como para que alguien con dos dedos de frente sepa que no quiero hablar.

— ¿De qué?— pregunta mamá ignorando mi estado de cansancio supremo.

—Matemáticas— respondo. Me empiezo a abrumar con tanta pregunta.

-¿Y qué tienes que hacer?

—Ejercicios— digo mientras pongo los ojos en blanco nuevamente.

— ¿Y de qué son los ejercicios?

—Mamá, ¿no puedes preguntar más tarde? Estoy súper agotada— digo expresando toda mi desesperación.

-- ¿Cómo que ya?— me reprocha. —Yo decido cuándo es suficiente porque soy tu mama y tu eres mi hija te guste o no, quieras o no quieras...— mi madre furiosa grita sin más, pero mis oídos se cierran a su voz y me quedo perpleja mirando por la ventanilla, no lo hago a propósito sólo es costumbre: cuando mi madre empieza a hablarme que soy esto y que soy aquello mi cerebro se alinea con mis oídos para solo escuchar mis propios pensamientos.

¿Qué pasará cuando llegue a casa? Tal vez encuentre a mis hermanos preparados para saludarme con una sonrisa y un abrazo. O tal vez encuentre a mi papá sobrio y entusiasmado por decirme que encontró trabajo.

Eso no pasará nunca, no me mentiré a mí misma. Ni siquiera llegaré a mi casa, iré a la de mi abuela, donde pasamos toda la semana aunque no vivamos ahí. Mi mamá se encarga De construir excusas: "se me ha arruinado el carro" o "perdón pero nos tenemos que quedar porque tu papa se ira a la playa toda la semana", otro se lo creerá, pero yo sé que son puras mentiras. Desde muy niña aprendí a darme cuenta cuando me mienten. Yo sé que la verdadera razón de mi madre para quedarnos en casa de mi abuela es que no quiere ver a mi papá.

Odio estar en casa de mi abuela.1) Porque hay muchas personas. 2) No me siento cómoda. 3)Siento un loco presentimiento de que mi papá se está emborrachando allá fuera hasta no poder más mientras yo estoy aquí bien tranquila viendo una que otra película.

Pero de todos modos voy a mi casa los viernes por la noche y paso allí todo el fin de semana, hasta el domingo en la noche...

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Nota de autora:
HOLA! Soy nueva escribiendo asi que espero que me tengan paciencia con la ortografía JAJA, espero que les guste esta nueva idea.
Los quiero♡
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