SER DESTRIPADO

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La ansiedad se incrementa con cada respiración que tomo. La agonía me invade ante esta bizarra situación y lo aterrador que es verme como los demás me ven.


La pared frente a mí se abre y, aunque intento resistirme, soy arrastrado al interior del pasaje que revela. Al atravesar el extraño umbral, diviso los engranajes dentro de los muros.


No hay luz excepto la que entra desde la estancia de donde vengo. Sin embargo, alcanzo a ver unas escaleras. «Debo salir de aquí», pienso desesperado. «No quiero descender... deseo mi cuerpo de vuelta». Mis pensamientos reflejan la desesperación que me carcome.


—¡Aaaay! —grito tras ser empujado bruscamente por las escaleras. Termino estrellado contra el suelo.


Los escalones empiezan a subir como columnas de concreto hasta que la abertura se cierra y desaparece todo rastro de la escalera. Ahora me encuentro frente a una pared alta.


El miedo me invade por la impoluta oscuridad reinante, tan densa que soy incapaz siquiera de divisar algo a un milímetro de distancia de mis falsos ojos. Atemorizado, sin mi cabeza para guiarme y sintiéndome perdido, me incorporo con dificultad. Arrecian los dolores. Me toco los brazos y siento un ardor; al ir palpando con los dedos tengo la impresión de que están mojados. Detecto un vago aroma, peculiar... a hierro. Probablemente me habré raspado al rodar por los escalones.


«¿Cómo se supone que salga de aquí? ¿Acaso es el fin?», lloro desconsolado, pensando en mis hijos, mi vida y con la idea de que moriré aquí. Nadie me buscará, mi cuerpo está por ahí mientras yo estoy atrapado en este. Nada tiene sentido. Esto es una maldita ficción; una pesadilla de la que anhelo despertar.


Grito tan fuerte como me es posible, al punto que siento como me desgarro la garganta sin conseguir ningún indicio, siquiera un atisbo de ser escuchado al otro lado. Maldigo un par de veces intentando reprimir esas imágenes malsanas que elabora nuestro subconsciente, al imaginar las cosas que podrían hacer con mi cuerpo en este manicomio... con lo que podría toparme en la oscuridad.


—¡Dioses! —exclamo desesperado.


«Nada de esto es natural, no hay posibilidades de que sea real. Seguro es otra visión de mierda, una alucinación por tanta acumulación de estrés», busco autoconvencerme de lo loco que es todo esto. Debe existir una explicación lógica, la que sea. Esto serviría para una película de misterio.


La visibilidad es nula y el aire que respiro es denso. Me dispongo a aventurarme en busca de una salida; dudo mucho que el que construyera este pasaje se tomara tantas molestias para hacer solo un calabozo.


«Bien, Marcus, es hora de que uses la cabeza para algo más que torturarte», me digo internamente.


Camino a ciegas y con extremo sigilo hasta toparme con lo que deduzco es una pared; continuo avanzando, pegado a su rugosa superficie, aferrándome a la esperanza de que conduzca a alguna parte y no esté encerrado en cuatro paredes. Hay un hueco, creo que es un umbral. «¡Aaagh, ojalá pudiera ver!», exclamo con frustración.


A medida que avanzo, cada paso resuena con un chasquido inquietante. Mis pies se hunden en charcos de un líquido desconocido, mientras un hedor a humedad y encierro invade mis fosas nasales. Intento rechazar la idea de que provenga de los desagües, pero en este lugar todo es posible. La oscuridad me envuelve por completo, y la incertidumbre sobre mi destino me carcome por dentro.


—¡Mierda! Un escalofrío recorre mi cuerpo al sentir algo rozar mis pies. Mi corazón se desboca en mi pecho, y sus latidos retumban en las paredes de este lúgubre laberinto. La imagen de una rata asquerosa me repugna, y mi mente se llena de terror.


Varios obstáculos entorpecen mi camino. La curiosidad me impulsa a preguntarme qué habrá detrás de ellos, pero el miedo me impide agacharme para averiguarlo. Un abultamiento en la pared llama mi atención. Se siente seco y áspero al tacto, y su forma recuerda vagamente la de un cuerpo humano desnudo.


«Tal vez sea otra de las excentricidades de esta mansión», me digo para intentar calmar mi inquietud, pensando en las extrañas estatuas que adornan los baños. «Pero esta parece abandonada».


Continúo avanzando, dejando atrás el abultamiento. Un agudo chillido animal me hiela la sangre. El sonido parece provenir de todas partes a la vez, desorientándome aún más. Retrocedo unos pasos, con el corazón en la boca, tratando de identificar su origen.


De repente, algo cambia. Extiendo el brazo hacia delante, tanteando la oscuridad. «¡No puede ser!», grito con un ahogo de terror. La estatua ha desaparecido. Muevo la cabeza, negándome a aceptar la aterradora realidad. Mi pecho palpita con fuerza, mientras un escalofrío recorre mi espina dorsal.


Hay alguien en la oscuridad. Lo sé por la textura áspera que rocé antes. Una mujer, intuyo. No puedo verla, pero su presencia es palpable. El miedo me paraliza, pero sé que no puedo quedarme quieto. Debo seguir adelante, sin importar a dónde me lleve este camino infernal.


«¡Demonios!», pienso con amargura. «Estoy aterrorizado. Voy a morir aquí». Los pensamientos negativos me invaden, nublando mi mente.


He caminado durante lo que parece una eternidad. Esta pared interminable me hace sentir como si estuviera atrapado en un laberinto sin salida. Podría estar en cualquier lugar: un salón, un pasillo, incluso en las alcantarillas de la mansión. Mis piernecitas desnudas, pertenecientes a este cuerpo extraño en el que me encuentro atrapado, me duelen con cada paso. El miedo a que un animal me muerda me atormenta.


De pronto, una leve corriente de aire roza mi rostro. Casi imperceptible, pero juro haberla sentido. ¿He escuchado algo? Un jadeo entrecortado. Alguien respira cerca de mí. «Debe ser la mujer», concluyo, aterrado por la imagen de la estatua que ha cobrado vida.


¡Estoy perdido! La respiración se acerca, con un ritmo que me recuerda el de un perro olfateando. Un estruendo retumba a mis espaldas, como el impacto de una roca contra el suelo. La respiración se ha detenido. Un grito ahogado escapa de mi garganta al sentir una mano helada aferrar mi ropa.

Estigmas de TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora