LA CARTA DE NAVIDAD II

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Querido Santa, espero que esta carta te llegue. Me he portado muy bien. Mientras estoy aquí, mirando por la ventana escarchada, no puedo evitar imaginar las maravillas que traerás esta Navidad. Las luces parpadeantes, los villancicos alegres y el calor de la familia son cosas que anticipo con impaciencia. Sin embargo, quiero compartir algo contigo.

Una noche, mientras los viejos inviernos aullaban afuera, me desperté con un extraño sonido que resonaba en toda la casa. La curiosidad me empujó a salir de la cama y a arrastrarme silenciosamente por las escaleras, agarrando mi osito de peluche con fuerza. Los viejos escalones de madera crujían bajo mi peso, pero seguí adelante, mi corazón latía en mi pecho.

Cuando llegué al escalón inferior, el sonido se hizo más fuerte. Seguí la melodía escalofriante hasta nuestra sala de estar, donde vi algo que me congeló en seco. Allí, junto a la chimenea, había una figura siniestra, vestida con un traje rojo andrajoso.

¡Sus ojos, Santa, oh sus ojos! Brillaban con una luz de otro mundo, llena de una oscuridad que consumía la habitación. Su voz, un susurro áspero, me hizo temblar mientras pronunciaba mi nombre. Temblé... Lo juro. Atrapada entre la fascinación y el terror, sin saber qué hacer.

En ese momento, Santa, eso se levantó, fue cuando vi a mi mamá estaba amarrada, en el suelo. No lo vi a él, pero escuché la voz de mi hermano gritarme: «¡corre!». Sali disparada, algo siniestro me acechaba entre las sombras, esperando atraparme. Volví a casa con mi vecino, el señor Julio. Mi mamá y hermano no estaban.

Querido Santa, no he perdido la esperanza. Sé que tú, con tu bondadoso corazón y poderes mágicos, puedes devolverme a mi familia, es el único regalo de Navidad que quiero. Te imploro, Santa, que uses tus poderes.

Al terminar esta carta, me llena una mezcla de emoción y temor. ¿Prestarás atención a mi súplica, Santa? ¿Me ayudarás a recuperar a mi mamá y hermano? Confío en tu sabiduría y fortaleza.

P.D. Santa, no te olvides de limpiar las manchas rojas de la alfombra, porque mi papá se pone triste y se lleva su botella cuando va. No sé por qué no podemos ir a la casa.

Nicole.

Estigmas de TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora