INDIFERENCIA

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Siempre trabajé duro para escapar del nido de ratas en el que nací. Alcanzar esta posición me tomó más tiempo del previsto. Recuerdo la cuarta vez que regresé a casa y me encontré con él: el hombre con quien hice votos, el que juró protegerme hasta la muerte. Al verme entrar, espetó:

—¿Daniela, todavía sigues aquí?

De la tristeza, solo atiné a responder:

—Alex, esto no es masoquismo. Es resistencia.

Esta mañana, al despertar, ya no estaba. Un mensaje sin enviar en su teléfono decía que se sentía mal, que alguien quería matarlo. Su último aliento se extinguió antes de presionar la tecla final. Quizás mi sonrisa, mientras la luz se apagaba en sus ojos, fue la consumación.

Me sentí tranquila. Me dormí con una extraña sensación de indiferencia... una feliz indiferencia.

Estigmas de TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora