EL REFLEJO DE ANA

1 1 0
                                    

Había una vez una chica llamada Ana que tenía una extraña fascinación por los espejos. Cada noche, antes de dormir, se sentaba frente a uno de ellos y contemplaba su reflejo con profunda curiosidad. Había algo perturbador en su mirada, como si supiera de un oscuro secreto que no quería revelar.

Una noche, Ana decidió ir más allá de la simple observación. Se acostó en la cama frente al espejo y cerró los ojos. Esta vez, sin embargo, su reflejo se cerró en los ojos y se quedó fija en ella, pero algo era diferente esta vez.

Mientras dormía, Ana comenzó a tener pesadillas. Visiones horribles invadieron su mente: criaturas grotescas y sombras siniestras la acechaban en la oscuridad. Sin embargo, lo más espeluznante de todo era lo que acontecía en el espejo.

El reflejo de Ana comenzó a distorsionarse lentamente, como si alguien o algo estuviera manipulando la imagen desde el otro lado. Las formas se retorcían en una danza macabra, mostrando una versión retorcida de sí misma. Cuando Ana abrió los ojos, se quedó sin aliento.

Ella aún estaba acostada en la cama, pero su reflejo en el espejo la miraba fijamente con ojos vacíos y llenos de maldad. Se levantó rápidamente y se alejó del espejo, mas su reflejo la siguió. Cada movimiento que hacía, cada paso que daba, era imitado fielmente por aquel ser maligno.

Desesperada por escapar de ese horror, Ana corrió hacia la puerta de su habitación, pero se dio cuenta de que estaba cerrada con llave. Gritó pidiendo ayuda, pero su propia voz se volvió en su contra, repitiendo su súplica con burla y sarcasmo. En ese momento, se dio cuenta de que estaba atrapada en su propia pesadilla.

Sin más opciones, Ana volvió su atención al espejo. Tal vez, pensó, podría encontrar una forma de deshacerse de su alter ego monstruoso. Miró fijamente la imagen retorcida y, con lágrimas en los ojos, dijo con voz firme:

—¡Lárgate de una vez!.

En ese instante, el reflejo sonrió con satisfacción y se desvaneció en la oscuridad. Ana se quedó paralizada por un momento, sin poder creer lo que había sucedido. Pero la tranquilidad duró poco.

De repente, el espejo comenzó a agrietarse, como si estuviera siendo empujado desde el otro lado. Las grietas se extendieron rápidamente, formando una telaraña de cristal roto. Y antes de que Ana pudiera reaccionar, el espejo estalló en mil pedazos afilados.

El último recuerdo de Ana fue el sonido del cristal rompiéndose y la sensación de la piel desgarrándose por el impacto. Su cuerpo fue encontrado sin vida en un charco de sangre junto a los restos del espejo.

Estigmas de TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora