SILENCIO

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Enumerar los horrores que nos acechan desde las sombras de nuestros recintos, en el seno de lo familiar, desde la confianza que depositamos en alguien y en las intrincadas molduras de una sociedad decadente, o en la simpleza de una idea, resultaría una tarea para más de una vida.

En la trayectoria de mi existencia, ni corta ni larga, me he topado con algunos de esos horrores; ninguno arroja un veredicto indulgente.

Hasta las cosas más bellas e inocentes pueden lastimarte. Un golpe directo. He llegado a la conclusión de que aquello que tiene la capacidad de hacernos felices, produce más dolor. Una guerra impopular, pero implacable que no considera a nada ni a nadie.

Quizás solo sea cuestión de perspectiva. No obstante, un horror es un horror. La prueba está en cada expediente de los estigmas de tinta, reflejos de una inocencia desnuda y volteada. La cara de su verdadera naturaleza.

Vivir solo, estar solo y sentirse solo, son estados muy diferentes. Irónicamente, cada terror parece guardar una estrecha amistad con la soledad. Jamás me sentí solo hasta que experimenté el amargo sabor de un horror sin precedentes.

El silencio.

Mentiría si dijera que no me preocupa el silencio. Y no hablo del silencio que brinda paz al refugiarse en las montañas, sino del silencio entre dos personas. La ansiedad, frustración, incertidumbre, culpa... Un sinfín de emociones evocadas por el repentino silencio. Deja un vacío en ti.

Estigmas de TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora