6. Un bofetón con siete letras grabadas.

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Creo que solo había pasado una hora desde que habíamos entrado a ese sitio. Era la sala Pirandello por lo que había apreciado en un cartel a la entrada que pasaba bastante disimulado. Era en pleno centro de Madrid, a escasos cinco minutos de la famosa Gran Vía. Para nuestra llegada todos habían bebido la suficiente cantidad de alcohol como para esta "contentos" como diría mi madre, incluso yo mismo había tomado casi dos copas animado por el ambiente que se había generado en el piso entre anécdotas y algún que otro juego absurdo con cartas cuya finalidad era que alguno bebiera un poco. No sé cómo había pasado de negarme a salir por la noche a estar en medio de la multitud con cuerpos chocándose unos contra otros, luces intermitentes que apenas te permitían ver el rostro del de enfrente y música, por llamarlo de alguna forma para mi gusto ya que era reggaetón, a todo volumen como para poder mantener una estúpida conversación con el de al lado.

Habíamos hecho uso ya del poder salir de aquel lugar que parecía tan estrecho, probablemente verlo vacío debía impresionar. La primera excusa para salir había sido que dos de nosotros necesitaban fumar a lo que no tardamos en ir varios detrás de ellos. Más bien la mano de Ruslana tiró de mí mientras Álvaro lo hacía de ella y de este el mismísimo Juanjo que nada más entrar había expresado sus ganas de salir a dar un par de caladas. Mientras ellos dejaban llenar sus pulmones de humo, ella con la excusa de ser algo ocasional, yo tomaba el aire y revolvía mi pelo sofocado por el calor humano. Estaba seguro de que la camiseta blanca que llevaba con la cara de alguien que desconocía por completo y había comprado por gusto hace unos meses en un mercadillo de Bilbo, tendría un par de manchurrones en la zona de las axilas.

La segunda salida había sido de todo el grupo, los siete al completo y es que la supuesta novia de Juanjo, la misma que Ruslana había demostrado detestar, nos esperaba fuera para unirse a la fiesta. Sin embargo su presencia hizo que todo cambiara volviendo el ambiente tenso, como si el simple hecho de respirar costase. Ella misma había sido la que se había lanzado a mis brazos a saludarme y presentarse dejándome claro que era "la chica de Juanjo", el cual desviaba su mirada a otro punto fumando un cigarrillo de forma rápida. Ese chico debía tener los pulmones negros desde luego.

Desde su llegada no se habían separado, si él salía, ella también y al contrario. Si ella iba a por una copa le cogía a él de la mano aunque estuviera bailando con alguno de nosotros y lo arrastraba tras ella, como acaba de ocurrir ahora mismo.

- Oye, ¿no es un poco pesada? - pregunto acercándome al centro del pequeño corrillo que habíamos formado tiempo atrás.

- ¿Un poco? Ay, hijo, si esa mujer fuera un bicho estoy segura que sería una garrapata - se queja Ruslana dejando de mover su pelo al ritmo de la canción de turno.

Consigue arrancarme una risa mientras que Álvaro pasa un brazo por mi cuello canturreando la letra de la música que suena. Me alegro de haber conseguido encajar con todo el grupo a la perfección pues era algo que me daba bastante miedo. Mudarme a una gran ciudad y no conseguir crear conexión con ninguna persona lo suficiente como para poder sentirme libre. A pesar de que no puedo quejarme del hogar que vengo, es decir, los valores que se me han inculcado mis propios padres, aquí soy completamente libre y más con el grupo de seis personas que me rodean constantemente.

- Ey - oímos la voz de Juanjo - ¿Puede ir alguno con Vega a esperar a que le sirvan? Necesito ir al baño y aprovechar a salir fuera un momento solo a fumar rápido.

Álvaro quita su brazo de encima de mí, todos nos miramos los unos a los otros y por decisión propia sonrío amablemente optando por dar una pequeña oportunidad a esa chica de la que no me han dicho absolutamente nada bueno.

- Si claro, voy - digo guiñándole un ojo.

Siento que Ruslana tira un poco de mi camiseta pero no me paro a mirar hacia atrás, busco a la chica de pelo caoba entre la multitud de la barra y allí charlando animosamente con el barman la encuentro. Parece bastante ocupada en su conversación con aquel chico que ríe ante sus comentarios y le sigue la conversación acercándose a ella para hablarla cerca del oído facilitando así que le pueda oír.

Vorágine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora