11. Pierdes el tiempo, y yo también

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POV JUANJO.

Tenía razón. Ruslana tenía razón y yo me había esforzado todo este tiempo en renegarlo porque no quería aceptarlo. Vega era mi amiga pese a todo, aquella con la que yo había crecido en el pueblo y me era imposible de comprender que la situación que habíamos empezado para poder ayudarme a mí, había cambiado por completo a algo donde yo no podía si quiera ser Juanjo.

Cuando Martin contó lo que realmente sucedió noté como un nudo en la garganta que llevaba desde entonces formándose se hacía más y más grande hasta casi cortarme la entrada de aire por las vías respiratorias por completo. Me refugié en mis manos siendo incapaz de escuchar a mis amigas, sentía a alguien alejarse y para cuando la voz de Ruslana consiguió hacerse paso entre tanto ruido interno, pude alzar la vista y observar que solo quedaban las chicas a mi alrededor y él se había ido a la terraza para dejarnos ese espacio, para dejármelo a mí.

Fue Violeta la que me convenció de que debería quedarme esa noche allí a dormir, y Ruslana fue la que hizo que me plantease ponerle fin a esa mentira que una vez entre bromas le había contado que ideé para poder librarme del peso que conllevaba no ser heterosexual en un pueblo tan pequeño como es Magallón y con una familia involucrada en asuntos importantes de este mismo.

Entre las tres consiguieron idear el plan de acción que ahora mismo nos encontrábamos llevando a cabo Ruslana y yo. Primero era tranquilizarme, intentar asentar la cabeza; lo segundo sería quedarme esa noche allí, cosa que acepté sin pega alguna ya que no me veía con mucha fuerza de regresar a mi apartamento y tener que cruzar palabras con aquella a la que consideraba mi amiga y ahora se encargaba de despreciar a la gente como yo, al colectivo, a los homosexuales y decir que no son mi tipo. Al día siguiente, es decir, hoy, iríamos a mi apartamento cuando Vega no estuviera y con ayuda de Ruslana recogeríamos la ropa suficiente para en otro momento poder realizar la mudanza entera ya que aún no tenía dónde ir. Mis amigas me habían ofrecido su piso, incluso Álvaro había dicho que haría hueco para mí en su casa si lo necesitaba cuando las tres escribieron un mensaje tanto a él como a Bea. Pero ninguna de las opciones me parecía correcta después de todo. Me había pasado unos días sin hablarles, y lo que es peor, más de un año ignorando sus advertencias sobre que no me convenía seguir teniendo a Vega al lado. Así que el último paso sería recoger mis cosas y decidir donde hospedarme por un tiempo ya que la idea de volver a casa no era una opción porque perdería clase y todos acabarían enterándose de lo ocurrido.

Suspiro abriendo la puerta del apartamento. Sé perfectamente que Vega no está porque es jueves y tiene clase, al igual que yo. Ruslana me comentó que ellos en la RESAD este jueves no tenían que ir por algo de unas revisiones urgentes, por lo que su decano o como quieran llamarle ellos dictaminó que todo sería más rápido y eficiente sin alumnado de por medio, es decir, gente que estorbase. De ahí que ayer propusieran un plan por la noche.

- ¿Seguro que no está? - vuelve a preguntar la pelirroja.

- Sí, tiene clase. No como otras.

- No tengo culpa yo de que mi jefe me haya dicho que no vaya para no estorbar.

- ¿Jefe? - río mirándola mientras entramos a mi habitación.

No recibo respuesta ya que Ruslana observa mi cuarto. Parece sorprendida quizás por el desorden que hay, ya que la decoración es escueta, tengo un cachirulo de Magallón, un par de fotos con mi familia y amigos y poca cosa más.

- ¿Qué pasa? - pregunto mientras me agacho a sacar la maleta de debajo de la cama.

- Pensé que tú y ella compartíais habitación, por lo de la mentira y esas cosas.

- Por eso nunca nadie viene a casa, salvo los tíos que a ella le apetece tirarse por supuesto. La última persona que yo metí bajo este techo acabó saliendo al descansillo con el pelo revuelto, los gritos de Vega y mis quejas por no comprender que sucedía.

Vorágine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora