Un cigarrillo. Juanjo acababa de soltar un cigarrillo sobre la mesa que estaba recién apagado por la postura en la que lo sujetaba entre sus dedos. Mi rostro era la clara ejemplificación del asombro. Teníamos prohibido fumar en cualquier lugar de la casa que no fuera la terraza entre otros motivos por mi rinitis alérgica así como por los olores que luego no se acaban de ir nunca de la casa.
- ¿Estabais fumando en el salón? - pregunto notando el enfado subir por mi cuerpo hasta la cabeza que se me mueve latiendo libremente.
Ruslana frunce sus labios dispuesta a hacerme frente sin contestar a mi pregunta o más bien sin importarle lo que yo le haya preguntado.
- Se puede saber qué habéis hecho voso...
El ladrido diminuto o más bien el intento de ladrido del pequeño cachorro que sujeto entre mis brazos la interrumpe por completo. Lo tengo pegado a mi cuerpo tapado con una pequeña mantita que nos han dado en el veterinario ya que después de hacerle alguna que otra limpieza y cura no paraba de temblar. Han dicho que esta noche sería algo crítica y que deberíamos estar pendientes no por si sobrevive o no, sino porque no va a ser una muy buena noche para él y probablemente tampoco para nosotros.
Rus se acerca sin meditarlo mucho hacia mí abriendo sus ojos de par en par dejando descubrir lo que tapo con mis manos y la fina toalla. Una exclamación casi inaudible sale de su boca que se abre en forma de "o". Es un cachorro, un perro. Por si acaso el ladrido no era lo suficientemente claro y delatador.
- ¿Qué es esto? - dice entonces bajando la cabeza a la altura del animal para mirarlo mejor.
- Amelia apareció con él por la puerta y nos dijo que no se podría ocupar de él pero nos ayudaría a mantenerlo si nosotros aceptábamos - explica Chiara acercándose también hacia el pequeño de cuatro patas.
- Pero... es un cachorro, ¿qué vamos a hacer? - dice Rus negando con la cabeza.
- Nos las apañaremos - sonrío yo al ver que no se niega ante él, sino que está optando por el mismo camino que yo al inicio.
- Se os ha ido la olla. Es un cachorro, vosotros estudiantes - empieza Juanjo lanzándonos un discurso a los tres que le miramos como niños pequeños regañados -, apenas tenéis ingresos porque que yo sepa lo de tocar en sitios de forma esporádica no os da mucho dinero y ser profesoras particulares tampoco. Además de que no tenéis mucho tiempo nunca para nada como para un perro.
Abrazo con más fuerza al pequeño animal como si así le pudiera proteger de lo que Juanjo dice, que por supuesto es todo verdad pero a nosotros tres no nos estaba importando ya que Amelia era la tutora legal que iba a supervisar que todo estuviera en orden en cuanto al perro se refiere. O eso hemos acabado pactando Kiki y yo con ella.
- Bueno pero Amelia... - intenta defenderse Chiara.
- Amelia solo os ha ofrecido el perro, ella seguro que tampoco se puede permitir todos los gastos que conlleva un animal.
- Oye basta ya - interviene ahora Ruslana acercándose a su amigo -. Que tú seas el hater número uno de los perros no es su problema.
- Bueno esa es otra. Y no los odio, solo me dan algo de miedo, no voy a poder quedarme al final verás. - suspira bajando los hombros.
- ¿Quedarse? - digo yo intentando comprender que sucede ahora mismo y porqué la conversación ha desvariado a algo que no entiendo.
Mis compañeras de piso me miran como pidiendo disculpas y entre ellas se piden la una a la otra quién es la que debe hablar primero para explicarme todo desde un inicio. Sin embargo el propio Juanjo se las adelanta tomando carrerilla.
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Vorágine.
Fanfiction¿Y si en vez de la comodidad decidimos poner todo patas arribas? ¿Qué pasaría si dejamos atrás nuestro pasado y vivimos el presente? Una vorágine, el remolino del agua del mar, una catarsis de psicodelia y el torbellino que remueve las hojas en ple...