20. Nada

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Era un sueño, quería creer que todo había sido un sueño desde luego. Pero a su vez me negaba a que no fuera real, ese rato a solas los dos juntos en las fiestas rodeados de gente y disfrutando, siendo completamente libres había sido tan sumamente real como para poder engañar a mi subconsciente.

Al unirnos con el resto para continuar con lo que quedaba de noche creo que solo me hizo falta una mirada con Ruslana para que ella misma invitase a una ronda gratis gritando emocionada haciéndonos brindar por "el amor" según la entendí. Juanjo y yo no volvimos a dirigirnos mucho más la palabra, lo suficiente para preguntarnos si teníamos hambre o si estábamos bien, nada más, no hizo falta más. O más bien, él no quiso más ya que mis ojos no consiguieron despegarse de su perfil en toda la noche mientras que los suyos parecían tener una barrera que les impedían dirigirse hacia mí.

La vuelta a casa no fue mucho mejor y es que con el alcohol corriendo por las venas de los dos conductores tuvimos que pedir taxis donde una vez más esa barrera actuó haciéndome invisible ante el chico al que había besado horas antes. Juanjo no dudó en ocupar el taxi donde se habían metido Bea y Álvaro, Ruslana apurada se disculpó con la mirada cuando el mismo chico que llevaba más de tres horas ignorándome la llamó para que ocupase el hueco sobrante. Por lo que entre Violeta y Chiara me hice un pequeño hueco en el otro taxi donde consiguieron sacarme algo de lo que había sucedido. No iba a quedar la cosa así y eso es algo que ambas chicas y yo decidimos en el trayecto al pueblo, aunque más bien hasta que no me acosté a su lado en la cama no reafirmé lo suficiente pues las ganas de dormir abrazados casi acabaron conmigo.

Me giro en la cama en búsqueda del chico que debería estar dándome la espalda pero no hay ni un solo rastro de él. Esta mañana llegó a bromear con dormir en el sofá para no molestarme en la cama y no sé si lo hacía porque sus padres nos recibieron al llegar o porque realmente deseaba tanto huir de mí, aunque lo único que consiguió fue la risa de todos nuestros amigos y la mirada de desaprobación después de la propia Ruslana. Por lo que no me extraña para nada ver su lado del colchón completamente vacío, e incluso no dudo en que al final saliese en mitad de la noche al salón.

Suspiro mirando la hora de mi móvil. Son las cuatro de la tarde ya pasadas. No sé si soy el único que sigue durmiendo pero podría tirarme todo lo que queda de día en la cama sin importarme nada, y más después del sentimiento agridulce tras lo sucedido. Sin embargo las palabras de Violeta en el taxi de vuelta a casa me recuerdan que esto no iba a quedar así. Voy a plantarme delante de ese estúpido y le voy a decir que lo siento por lo que dije una vez más aquel día en el cuarto de Ruslana. Que sí que es mi tipo, por supuesto y que podemos intentarlo poco a poco dejando fluir las cosas, no hay prisa. Yo no la tengo y si tengo que esperar por él, lo haré, lo tengo claro porque mi cabeza no puede sacarle ya de ella.

Me levanto a duras penas sintiendo el peso de cada uno de mis músculos. Me calzo con unos zuecos que el propio Juanjo me dejó ayer ya que se me han olvidado mis chanclas en casa. Remuevo mi pelo sintiendo el nerviosismo en mis músculos. Tan solo espero poder encontrármelo a solas para poder hablar con él, decirle que lo de ayer fue algo real y que podemos probar al azar.

Ando hacia la puerta y me detengo un rato sujetando el manillar en mi mano intentando tranquilizar mi respiración. Cierro los ojos y cuento hasta que mis pulmones se mueven a un ritmo más pausado dejándome seguir adelante con el plan que tengo en mente. Es simple, salgo, le busco, le digo que le quiero y... bueno no, no le digo eso, le digo que podemos... o puedo tantear a ver que tal... ¡Mierda!

Abro la puerta con el impulso de querer salir corriendo como si así consiguiese dejar atrás esos pensamientos, algo completamente absurdo. Me dirijo al salón donde veo a Álvaro con Violeta hablando tranquilamente, ambos se callan nada más me ven, y no soy capaz de interpretar ese silencio, pero las palabras de ella me indican lo que quiero sin tener que decir yo nada.

Vorágine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora