17. Si no queda otra...

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- Vale, una última cosa y... - el veterinario coge una de las orejas de Pedro para revisarla como ha hecho con la otra - ¡Perfecto! Eres un chico bien sano pequeñín.

Sonrío ante el gesto de cercanía del veterinario con Pedro. Es un chico joven y desde la primera vez que trajimos a Pedro aquí lo ha tratado con especial mimo y cariño. Hoy era la última revisión según lo hablado para poder empezar a sacarle de paseo y como Chiara está en clases de piano y Ruslana ha quedado con esa chica, Nerea, Juanjo y yo nos hemos hecho responsables de traer a Pedro al veterinario para terminar con las vacunas y todo el largo proceso que se hace eterno cuando son cachorros y lo único que necesitan es salir a la calle para correr y desfogar un poco toda esa energía que tienen.

- Pues ya está todo - dice rascando la oreja de Pedro.

- ¿Podemos sacarle entonces ya a la calle? - pregunto yo sintiendo la emoción por mi cuerpo.

- Sí, eso es. Ya está preparado para su primer paseo que seguro que es una experiencia única para él y bueno, para vosotros aún más por supuesto.

Nos sonríe a Juanjo y a mi amistosamente. Le devuelvo la sonrisa y le estrujo la mano que me ofrece para darle las gracias de nuevo por habernos ayudado con Pedro desde el inicio. Y es que al principio, pese a un posible mal diagnóstico él se encargó de que todo saliera bien y de que Pedro sea ahora el cachorro que es.

- ¿Debemos seguir con el pienso que nos dijiste? - le pregunto dirigiéndome hacia la camilla donde está Pedro para cogerle.

- Sí, al menos un mes más deberíais insistir con él, volver sino en cosa de un mes o dos y lo valoramos si hay que cambiarle la dieta - sigue mis pasos poniéndose en el lado opuesto de la camilla -. Pero sigue muy flaco, así que hay que comer machote.

Me río ante como se dirige a él y cómo este se estira para lamerle la mano empezando a mover su rabo peludo de color oscuro.

Engancho su correa para bajarlo de la camilla de metal ayudándome de las dos manos ya que aunque está delgado es un perro que pesa demasiado como para cogerlo con solo una. Se podría decir más bien que para su raza, la cual sigo sin conocer, es un perro que pesa poco, pero para lo normal, pesa bastante.

- Perfecto, muchísimas gracias entonces Miguel - sonrío guiándome por Juanjo hacía la puerta.

No ha dicho nada desde que hemos entrado más que un simple "hola", además de haberse quedado todo el rato cruzado de brazos mirando al veterinario y luego al reloj, como si esperase que el tiempo fuera más rápido. Puede que se le haya hecho eterna la consulta cuando no ha durado ni diez minutos.

- ¡A vosotros! Nos vemos pronto chicos.

Se desplaza detrás de su escritorio para sentarse sobre la silla y centrar la mirada en el ordenador de sobremesa mientras que Juanjo abre la puerta dejándonos paso a Pedro y a mí. Este primero tira de mí con fuerza hasta la chica de recepción a la cual se lanza para lamerla al completo pidiendo una chuche. Para haber venido poco parece haberse aprendido de sobra qué hay después de las consultas.

- Pero bueno Pedrito - ríe acariciándole con mimo. - Ya voy campeón, ya voy. Venga, toma tu premio.

Le da su esperada chuche y yo me encargo de pagar sus vacunas mientras el solo zampa...debería ponerle a trabajar ya porque nos va a salir caro este integrante de la familia.

- Pues ya estaría, adiós chicos - se despide de nosotros la recepcionista.

- Adiós, buen día.

Antes de poder llegar hacia la puerta de la calle donde Juanjo ya está sujetando el pomo para abrir y darnos paso hacia la salida de la clínica, la puerta de la consulta se abre y Miguel aparece buscando mi mirada. Sonríe al verme y se lleva una mano al pecho tranquilo de haberse cruzado una vez más conmigo.

Vorágine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora