25. Primer cumpleaños

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Llevábamos apenas una semana saliendo juntos. No de forma oficial tal vez, pero si habiéndolo dicho en voz alta a nuestros amigos aunque sin pronunciar esa palabra que empieza por n e implica compromiso por completo.

No, no éramos novios, ni parecía que estuviera en nuestros futuros planes por el momento.

Había sido una semana tranquila, Juanjo me había ido a buscar alguna de las clases de baile de por la tarde y habíamos sacado juntos a Pedro varias veces. Seguíamos durmiendo juntos y compartiendo armario, de hecho ahora mismo yo llevaba un jersey negro que era suyo y él un cinturón que era mío. Pero no nos importaba, si lo necesitábamos preguntábamos al otro donde estaba aquello que buscábamos y acabábamos haciendo el tonto y teniendo una pequeña discusión por hacer que no lo queríamos tanto en realidad.

Me gustaba mucho el punto en el que estábamos ahora mismo. Sin nada oficializado pero pudiendo ser libres en casa y en la calle. El poder andar de la mano, darnos besos cuando quisiéramos o lo que era mejor, los ramalazos de amor que le daban de vez en cuando a Juanjo. Sin duda era una de mis partes favoritas de todo esto.

Hoy era 10 de noviembre, su cumpleaños. Aunque me había recalcado demasiadas veces que no hacía falta que le regalase nada, el día anterior con la excusa de ir con Ruslana de compras mientras él pasaba tiempo con sus amigos de la universidad, aproveché para comprarle un pequeño detalle así como una tarta que pedimos a Amelia que guardase para mantener el secreto y sus respectivas velas. Rus hizo el favor de esconder la caja de bombones por la que me había decantado y la foto que había impreso y enmarcado de ambos para que la pudiera poner en la que es nuestra habitación. Aún no teníamos nada que fuera una imagen de los dos juntos.

Estiro mi brazo para rodear su cintura y dejo un par de besos en su clavícula estirándome hasta su cuello. Había dicho que no quería madrugar mucho, pero yo me moría de ganas por despertarle, mirarle a los ojos y poder decirle feliz cumpleaños por primera vez. Mi cabeza ya se imaginaba su sonrisa bobalicona y como me apretaría hacia él emitiendo un ruido con su garganta en forma de saludo.

Pero mis imaginaciones se fueron al garete cuando lo único que hizo fue quejarse y girarse dándome la espalda. Definitivamente no pensaba madrugar mucho hoy aunque ya fueran las diez y media de la mañana pasadas.

Vuelvo hacer un intento apoyando mi barbilla sobre su hombro dándole pequeños besitos con delicadeza y mimo pero tampoco logro mucho efecto. Al contrario. Vuelve a emitir ese mismo sonido de queja y abre un poco los ojos comprobando que en la habitación aún es de noche.

- ¿Qué hora es? - dice en un susurro con la voz rota.

- Las diez y media pasadas amor.

- Entonces déjame dormir en paz - se queja moviendo el hombro para quitar mi barbilla de encima de él.

Alzo las cejas asimilando que me está echando por lo que susurro en voz baja:

- Muy bien, con que esas tenemos ¿eh?

Me levanto de la cama cogiendo una de las sudaderas que ayer nos quitamos al entrar en la cama y salgo de la habitación sintiendo que el mal humor se está apoderando de mí.

Cuando entro a la cocina me lanzo a por mi taza para prepararme el desayuno sin ser consciente de la presencia de Ruslana y Chiara que me miran con sus tazas en las manos sentadas en la pequeña mesa que hay en la cocina. No las presto excesiva atención sobre todo cuando golpeo con fuerza la tapa intentando cerrarla ya que no consigo que encaje.

- Joder - me quejo dejándolo en su sitio de nuevo.

- Ey, ey, ey, esos humos caballero - me dice Ruslana.

Vorágine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora