CAPÍTULO 33

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LOGAN

Llego a la puerta y, mientras giro la perilla, siento la tensión en el aire. El deseo que aún queda sin cumplir es casi tangible, una corriente que recorre el espacio entre nosotros. Abro la puerta, y me detengo de golpe. La sorpresa y la irritación se entrelazan en mi rostro, mientras mis ojos se encuentran con los suyos.

Mael, con su estatura imponente y su expresión severa, es la imagen misma de la desaprobación. Su mirada dura atraviesa la distancia entre nosotros, cargada de una tensión que siento incluso antes de que abra la boca. Su presencia es como una sombra que se cierne sobre el momento que estábamos compartiendo, arrastrando con ella una marea de recuerdos y resentimientos.

—Logan —dice, su voz fría y calculadora, como si cada palabra estuviera cuidadosamente medida. El tono con el que pronuncia mi nombre es todo menos amistoso, cargado de una historia llena de desavenencias y conflictos.

Mis músculos se tensan involuntariamente, y un calor incómodo se extiende por mi cuerpo. El deseo ardiente que había estado en el aire se evapora, reemplazado por una corriente fría de incomodidad y confrontación. Mi mano se aferra a la perilla de la puerta, mi mirada fija en Mael mientras una oleada de resentimiento me invade.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, mi voz rasposa por la pasión reprimida y la sorpresa. Cada palabra es una lucha por mantener la calma, por no dejar que la ira y el resentimiento tomen el control. La transición abrupta de la intimidad a la confrontación con mi padre es casi demasiado para procesar en este instante. La frustración y la irritación son evidentes en mi tono, y mi respiración se acelera, como si intentara contener el torrente de emociones que se agolpa en mi pecho.

Mael avanza sin invitación, cruzando el umbral con la autoridad de alguien que no espera ni busca permiso. Su mirada fría se desliza por la habitación y se posa sobre Nicki, que se baja de la encimera con una expresión de desconcierto. La incomodidad se cierne sobre nosotros como una nube pesada, mientras sus ojos recorren a Nicki con un desdén palpable. La tensión en el aire se vuelve casi tangible, cada uno de sus movimientos cargado de una energía fría y distante.

—¿Trabajando, Nicolette Rossi? —escupe mi padre, su voz cargada de desprecio. Cada palabra es un cuchillo afilado, diseñado para herir y someter. Su tono es todo menos amistoso, cargado de una historia de desavenencias y conflictos que han marcado nuestra relación.

Nicki, que intenta recuperar su compostura, se pone de pie lentamente, el rubor en sus mejillas aún evidente. Su mirada se cruza con la de Mael, y puedo ver la incomodidad reflejada en su rostro. Se mueve con una mezcla de nerviosismo y dignidad, intentando mantenerse firme a pesar de la humillación palpable que está experimentando.

—Nicki, ¿podrías esperarme un momento en mi habitación? —le pido, mi voz cargada de una calma tensa que apenas oculta el tumulto interior.

Ella asiente con un gesto que mezcla resignación y comprensión, sus ojos se encuentran con los míos por un instante antes de que se dirija hacia la puerta. Mientras se va, puedo sentir el peso de la situación sobre mis hombros, como si cada paso que da nos separara un poco más de la intimidad que acabamos de compartir.

El sonido de la puerta cerrándose detrás de Nicki marca el comienzo de una confrontación inminente. Mi padre se vuelve hacia mí con una mirada implacable, su expresión una mezcla de desprecio y desdén.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —pregunto, mi voz tensa y cargada de frustración. Mi mente está un torbellino de emociones, y cada palabra que sale de mi boca lleva consigo el peso de años de resentimiento y conflicto.

Mael se mueve, como si la presencia de mi padre fuera una sombra que oscurece cada rincón de la habitación. Su mirada es una fría evaluación de mi falta de éxito, su rostro un espejo de desdén absoluto.

Curvas Peligrosas [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora