CAPÍTULO 20

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LOGAN

El Gran Premio de Mónaco no es solo una carrera; es la joya del calendario de la Fórmula 1. Es el sueño de todo piloto, la prueba definitiva de habilidad y precisión. Las calles estrechas y sinuosas de Monte Carlo no permiten errores. Ganas aquí, y te conviertes en leyenda.

El rugido de los motores y el olor a goma quemada llenan el aire cuando me subo al coche. La adrenalina corre por mis venas mientras ajusto el casco y me preparo para lo que promete ser una batalla intensa. El circuito de Mónaco es implacable, una bestia que no perdona, pero estoy listo. Hoy no se trata solo de competir; se trata de ganar.

El semáforo se apaga y piso el acelerador, el coche responde con un rugido ensordecedor. La primera curva, Sainte-Dévote, se aproxima rápidamente. La tomo con precisión milimétrica, sintiendo cómo los neumáticos se agarran al asfalto. Las calles de Mónaco pasan como un borrón, cada esquina, cada chicane, una oportunidad para ganar o perder.

A medida que avanzo, me doy cuenta de lo crucial que es mantener la concentración. En cada vuelta, el público se convierte en un mar de colores y ruidos, pero para mí, solo existe la pista. El Casino Square, con sus luces brillantes y el bullicio de los espectadores que se agolpan en balcones adornados, parece un escenario de ensueño en medio de la noche. Mirabeau, con su curva cerrada que exige precisión y valentía, se abre ante mí como un desafío personal. El famoso túnel, con sus sombras cambiantes y el rugido ensordecedor del motor resonando en sus paredes, es un pasaje hacia la velocidad pura y la incertidumbre.

Mitad de carrera, estoy liderando, pero siento la presión de los demás pilotos detrás de mí. Cualquier error podría costarme caro. Las palabras de mi ingeniero, Christian, resuenan en mi oído, dándome instrucciones precisas. La estrategia se ha ejecutado a la perfección hasta ahora, pero sé que no puedo relajarme ni un segundo.

—Logan, mantén el ritmo. Estás haciendo un trabajo increíble —dice Christian, su voz calmada y concentrada.

—Lo sé, Christian. Este coche es una maravilla hoy. No bajaré la guardia —respondo, mi voz firme mientras manejo la presión de la competencia.

Con cada vuelta, el coche responde maravillosamente. Las mejoras y ajustes que hicimos con el equipo han dado sus frutos. Me comunico constantemente con Christian, ajustando la estrategia según sea necesario. El equipo en el pit es impecable, cada parada es rápida y precisa, dándome la ventaja que necesito para mantenerme al frente.

La última vuelta se siente eterna. Mi corazón late con fuerza, cada músculo de mi cuerpo está tenso. La Rascasse, la última curva complicada, la tomo con precisión. Veo la bandera a cuadros ondeando al final de la recta de meta, y en ese momento, todo se vuelve real.

Cruzo la línea de meta y un grito de euforia escapa de mis labios.

—¡He ganado el Gran Premio de Mónaco! —grito por la radio, mi voz llena de incredulidad y alegría.

La radio estalla con felicitaciones del equipo, y una ola de alivio y emoción me invade.

—¡Lo lograste, Logan! ¡Eres el mejor! —Christian grita, su entusiasmo palpable.

El Gran Premio de Mónaco no es una carrera cualquiera; es el sueño de todo piloto, la cúspide del éxito en la Fórmula 1. Ganar aquí no solo significa sumar puntos; significa inscribir tu nombre junto a los más grandes de la historia, ser recordado para siempre. Las estrechas calles de Monte Carlo, con sus curvas imposibles y túneles traicioneros, son un desafío como ningún otro, y hoy, las he conquistado. Mi nombre estará junto a leyendas como Ayrton Senna, Alain Prost y Michael Schumacher.

Mientras conduzco el coche hacia el podio, una mezcla de incredulidad y euforia se apodera de mí. El rugido de la multitud es ensordecedor, y puedo sentir la energía y el entusiasmo vibrando en el aire. Salgo del coche y levanto los brazos en señal de victoria, mi corazón late con una intensidad que casi me hace tambalear. El sonido de los aplausos y los vítores me envuelve, y por un momento, todo el trabajo duro, las noches sin dormir y las infinitas horas de entrenamiento valen la pena.

Curvas Peligrosas [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora