CAPÍTULO 4

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NICKI

Me encuentro en la bulliciosa cafetería del circuito en Bahréin, sumergida en el aroma tentador de mi café, mientras la impaciencia se mezcla con la anticipación en mi pecho. Mis ojos escudriñan una vez más la entrada del paddock, preguntándome cuándo decidirá Logan Bauer hacer acto de presencia. Mientras tanto, repaso meticulosamente mi lista de actividades para el día.

El fin de semana de carreras se despliega ante mí en tres emocionantes jornadas: prácticas libres, clasificación y la gran carrera. Cada momento de este frenesí ocurre entre el viernes y el domingo, y cada segundo cuenta en esta atmósfera cargada de adrenalina y competencia.

Han pasado casi tres semanas desde que empezamos a trabajar juntos, o mejor dicho, a intentarlo. Nuestra relación sigue siendo tan volátil como en nuestra infancia, marcada por discusiones y bromas pesadas que parecen perseguirnos a todas partes. Solo que ahora, esas bromas pesadas han evolucionado en comentarios cargados de sarcasmo e ironía, tanto de parte de Logan como de la mía.

Nos desafiamos mutuamente en cada interacción, como si estuviéramos atrapados en un ciclo interminable de rivalidad. Cada conversación se convierte en una oportunidad para lanzar pullas ingeniosas o comentarios mordaces, y aunque tratamos de mantener la compostura, la tensión entre nosotros es palpable para cualquiera que nos observe.

Es curioso cómo, a pesar de nuestra enemistad, intentamos mantener una fachada de profesionalismo frente al resto del equipo. Cuando estamos rodeados de otros miembros del equipo, nuestras interacciones son fluidas y cordiales, aunque la tensión entre nosotros sigue siendo palpable. Es solo cuando estamos solos que la verdadera naturaleza de nuestra relación sale a la luz, creando un juego peligroso de miradas desafiantes y palabras afiladas.

Miro el reloj y me doy cuenta de que Logan está llegando tarde, como siempre. Sus retrasos no hacen más que aumentar mi frustración, pero sé que debo mantener la compostura. Suspiro y doy otro sorbo a mi café, preparándome mentalmente para otro día de desafíos y confrontaciones con el intrépido piloto que tengo como cliente.

Mis pensamientos son interrumpidos por el sonido de mi celular. Lo saco de mi bolso sonriendo al ver en la pantalla el nombre de mi madre, acompañado de una foto de ella sonriendo en un jardín soleado.

—Hola, mamá —respondo con una sonrisa cálida, intentando transmitir calma a través de mi voz mientras observo a mi alrededor, esperando ver a Logan aparecer.

Con Logan habíamos quedado en llegar al circuito a las 9.30 de la mañana para hacer unas fotos de él en el circuito.

—Hola, cariño. ¿Cómo estás? ¿Todo bien por allá? —su voz suena cálida y reconfortante al otro lado de la línea.

—Sí, mamá, todo está bien. Estoy en el circuito, lista para otro día de trabajo —le aseguro, tratando de transmitirle tranquilidad a través del teléfono.

—Tu padre me contó que estás trabajando con Logan. ¿Cómo va todo entre ustedes?

Dejo escapar un suspiro, sabiendo que esta conversación inevitablemente girará hacia el tema de Logan. —Logan es... desafiante, como siempre —respondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas para describir nuestra complicada relación laboral.

Mamá suelta una risita melodiosa. —Cariño, no seas exagerada. Tú tampoco le hacías la vida fácil que recordemos.

—¡Mamá! —exclamo con frustración, recordando todas las peleas infantiles que tuvimos Logan y yo. —Él siempre comenzaba.

Pero, por supuesto, mamá no puede resistir la oportunidad de recordarme que no soy del todo inocente en esta situación. Su risa suena a través del teléfono, y aunque su tono es ligero, sé que también hay una pizca de verdad en sus palabras. Siempre lo hay.

Curvas Peligrosas [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora