Capitulo 4: Solo Tengo Ojos Para Ti

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Narrador.

La suave luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas en la habitación de Ochako, bañando el espacio con un resplandor cálido y acogedor. A medida que el sol ascendía en el cielo, un aroma delicioso comenzó a invadir la casa, penetrando en cada rincón y despertando lentamente a Ochako de su profundo sueño. Parpadeando, abrió los ojos con dificultad, sintiendo el peso de la noche anterior en su cuerpo.

Un dolor sordo en su cabeza la hizo fruncir el ceño, un recordatorio de la cantidad de alcohol que había consumido la noche anterior. Su boca estaba seca, y una leve sensación de náuseas revolvía su estómago. Con un suspiro cansado, se giró en su cama, intentando recordar cómo había llegado hasta allí. Las imágenes de la noche anterior comenzaron a regresar, fragmentadas, pero lo suficientemente claras para saber que había sido Izuku quien la había llevado a casa. Un rubor leve coloreó sus mejillas al recordar lo que le había mostrado en su borrachera.

Sin embargo, ese pensamiento se desvaneció rápidamente cuando un aroma aún más fuerte y delicioso llenó sus sentidos, llamando su atención. Con un esfuerzo considerable, se sentó lentamente, su cuerpo todavía pesándole como si estuviera hecho de plomo.

Con pasos lentos y tambaleantes, se dirigió hacia la cocina, guiada por el olor irresistible que provenía de allí. A medida que se acercaba, el sonido suave de alguien moviéndose dentro le llegó a los oídos. Sus ojos todavía estaban medio cerrados, y su mente, adormilada por el sueño y la resaca, tardó un momento en procesar lo que estaba viendo.

Allí, de pie junto a la estufa, estaba Izuku. Su cabello verde desordenado, como siempre, y sus movimientos precisos mientras cocinaba le dieron a Ochako una extraña sensación de calma. Él estaba concentrado en su tarea, con una espátula en la mano, girando los huevos revueltos en una sartén mientras unas tostadas doradas se mantenían calientes en un plato a su lado. La escena era casi doméstica, pero llena de una calidez que hacía que el corazón de Ochako se sintiera ligero a pesar de su malestar.

Por un momento, Ochako se quedó en el umbral de la cocina, observándolo en silencio. Su mente, todavía nublada, tardó en darse cuenta de que lo que sentía no era solo gratitud por el desayuno que él estaba preparando. Había algo más, algo que había crecido entre ellos con el tiempo, y que ahora se manifestaba en pequeños momentos como este.

Izuku, sintiendo su presencia, se giró para mirarla, y una sonrisa suave apareció en su rostro al verla allí, de pie en el marco de la puerta, aún despeinada y con los ojos entrecerrados por el sueño.

Izuku: Buenos días, Ochako -dijo con una voz cálida y gentil- ¿Cómo te sientes esta mañana?

Ochako se apoyó en la pared, frotándose la sien con una mano mientras intentaba lidiar con el persistente dolor de cabeza. Su voz salió ronca y débil, reflejando lo cansada que todavía se sentía.

Ochako: Podría estar mejor... -respondió, su tono arrastrado por el cansancio- Me duele la cabeza, y... tengo un poco de náuseas... Y estoy hambrienta.

Izuku asintió con comprensión, dejando a un lado la espátula y apagando la estufa antes de acercarse a ella con el plato en la mano.

Izuku: Lo imaginé -dijo mientras le ofrecía el plato con los huevos revueltos y las tostadas calientes- Pensé que un buen desayuno podría ayudar.

Ochako miró el plato que él le ofrecía, y aunque su estómago todavía estaba un poco revuelto por el alcohol, el hambre empezó a imponerse, haciéndole la boca agua al ver la comida delante de ella. Sus ojos se encontraron con los de Izuku, y por un momento, no pudo evitar sentirse profundamente agradecida. No solo por la comida, sino por todo lo que él hacía por ella.

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