Capitulo 17: Dolor

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Narrador.

El corazón de Izuku se rompía con cada segundo que pasaba observando a Ochako en ese estado. La chica que había conocido y amado, aquella cuya sonrisa siempre iluminaba su día, ahora estaba frente a él, convertida en un arma de oscuridad, manipulada por la retorcida mente de Mightless. El brillo cálido y esperanzador que siempre había encontrado en sus ojos había desaparecido, reemplazado por una mirada vacía y llena de una frialdad que no le pertenecía. Verla así, despojada de su verdadera esencia, era una agonía indescriptible.

El peso de la situación presionaba sobre sus hombros como una losa, su pecho se apretaba, y sentía que le faltaba el aire. A lo largo de los años, había enfrentado innumerables desafíos, luchado contra los villanos más peligrosos, y soportado dolores inimaginables. Pero nada lo había preparado para esto. Nada lo había preparado para ver a Ochako, el amor de su vida, atrapada en la oscuridad, usada como un peón en un juego cruel.

En los ojos de Izuku, se reflejaba la profunda preocupación que sentía. La desesperación y la impotencia se mezclaban con su determinación, creando un torbellino de emociones que lo consumía por dentro. Quería salvarla, liberar a Ochako de la perversa influencia de Mightless, pero cada vez que la miraba, el miedo de no ser capaz de hacerlo lo carcomía. ¿Y si no lograba traerla de vuelta? ¿Y si perdía para siempre a la persona que significaba todo para él?

El golpe que Ochako le había dado no solo había herido su cuerpo, sino también su alma. La fuerza detrás del ataque, la ausencia de duda en sus movimientos, todo eso reflejaba la magnitud del control que Mightless tenía sobre ella. Izuku sabía que Ochako no era responsable de lo que estaba haciendo, pero eso no hacía que el dolor fuera menos real. Verla actuar de esa manera, con una frialdad que no era suya, era como si cada golpe lo partiera en mil pedazos.

Los pensamientos de Izuku corrían salvajemente, intentando encontrar una forma de salvarla, de devolverle su luz. No podía permitirse rendirse, no cuando Ochako estaba en juego. Ella había sido su fuerza en momentos de debilidad, su razón para seguir adelante incluso en los tiempos más oscuros. Y ahora, tenía que ser él quien la rescatara, quien la devolviera a sí misma, sin importar lo que le costara.

Pero mientras observaba a Ochako, con su vestido negro que contrastaba dolorosamente con la pureza que él siempre había visto en ella, una sombra de duda se deslizó en su mente. ¿Podría realmente salvarla? ¿Podría sacarla de las garras de la oscuridad que Mightless había implantado en su alma? O el hombre que más amaba en el mundo sería testigo de cómo ella se perdía para siempre en esa oscuridad.

El miedo y la preocupación se reflejaban en los ojos de Izuku, pero también lo hacía su resolución. No importaba lo difícil que fuera, no importaba cuán desesperada pareciera la situación. Lucharía por Ochako con cada fibra de su ser. Porque aunque Mightless había corrompido su cuerpo y su mente, Izuku creía, con todo su corazón, que su amor era más fuerte que cualquier oscuridad. Y usaría ese amor como su última arma para traerla de vuelta.

Mightless observaba la expresión atormentada en el rostro de Izuku con una satisfacción perversa. La visión de su enemigo, el símbolo de la esperanza y la justicia, consumido por la angustia y el miedo, era un placer que superaba cualquier victoria física. La oscuridad que había sembrado en Ochako no solo era un medio para desatar el caos, sino también una herramienta para quebrar el espíritu del joven héroe, y estaba funcionando a la perfección.

Con una sonrisa torcida y llena de desprecio, Mightless comenzó a reír, un sonido que resonaba en el oscuro entorno como un eco siniestro. Su risa era fría, carente de toda humanidad, cargada de una soberbia que solo alguien tan retorcido como él podía exhibir en una situación así.

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