Episodio: VII

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Apenas comenzaba la mañana del sábado y los planes empezaban a tomar forma. Lisbeth se vestía a toda prisa para bajar a desayunar. Aunque no se podía considerar como "desayuno", un simple vaso de jugo, ¿o sí?. Una vez lista, bajó las escaleras a toda velocidad y llegó a la cocina. Al terminar su jugo, casi se ahoga al ver a su hermano vestido de traje y corbata. Inmediatamente, le lanzó una mirada de desaprobación.

-Te lo advertí, te dije que no sobreactuaras y justamente es lo que estás haciendo----colocó una mano sobre la mesa frustrada----¿te parece casual pasear vestido de traje?.

-Es que pensaba decirle que regresaba del trabajo y verme más responsable ante sus ojos----sonrió como si fuese el mejor plan del mundo.

-¿Qué pasa si te rechaza por estar ocupado?, además, todos saben que no trabajas----él abrió la boca para intentar hablar pero lo interrumpió----¡ve a cambiarte de una vez!----bufó volteando sus ojos ante la estupidez de su hermano.

¿El regaño sirvió? Por supuesto. Era como cuando te quedas dormido en clase y un compañero te da un ligero golpe para despertarte antes de que el profesor lo note. No hay mejor golpe que ese; no hay uno por el que te sientas más agradecido. Lisbeth sonrió al ver a su hermano vestido de manera casual: una camisa blanca, unos jeans de mezclilla azul, zapatos deportivos y su habitual cabello castaño peinado hacia atrás. Aun así, él tenía que resaltar de alguna manera. Su perfume era tan fuerte que se podía oler a varios metros de distancia.

-¿Ahora qué te parece mi estilo?----una sonrisa adornaba su pregunta porque ya sabía la respuesta.

-Genial----le brindó una sonrisa forzada----ahora vámonos antes de que falle "mi" plan----puntualizó.

El auto se encontraba estacionado frente a la casa de Beatriz, una camioneta de color azul oscuro. Desde adentro se podía ver hacia afuera, pero no al contrario, lo que los hacía sentir seguros de que ella no lo notaría. El plan era seguirla a donde fuese que se dirigiera, y en el lugar más indicado, fingir un encuentro casual, como si el destino los uniera.

-Dejemos claro un pequeño detalle----avisó Lisbeth a su hermano aún mirando por el cristal.

-¿Qué es eso que buscas aclarar?----al contrario de ella, Anthony sí la observó extrañado.

-Te ayudaré por hoy, pero si las cosas salen mal, esta será la última vez que te ayude----respiró profundamente----el por qué es muy simple, me cae bien la profe Beatriz, no creo que seas un buen partido para ella.

-Algunas cosas parecen borrarse de tu diminuto cerebrito----sonrió como si tuviera el poder----le puedo contar...

-Ya sé lo que dirás, puedes ahorrártelo----esta vez fue ella quien sonrió de esa forma----ya eliminé todo rastro de eso que ambos sabemos, incluso borré las grabaciones de las cámaras de la casa, no tienes pruebas.

-¿¡Qué!?----dejó salir sorprendido y molesto al darse cuenta de lo tonto que había sido----claro, que astuta hermana.

-Lo tomaré como un cumplido----dejó un silencio de por medio----no tengo motivos para ayudarte, pero eres mi hermano, por eso lo estoy haciendo.

-Sabía que en el fondo me querías, hermanita----sonrió y luego se concentró en observar la puerta principal de la casa.

La paciencia es clave, y así fue. Una hora después de esperar en ese aburrido auto, observaron a la chica salir. Llevaba un short blanco ancho, una blusa de encaje negro ajustada, un abrigo blanco y largo desabotonado, zapatillas deportivas y una coleta baja, a la altura del cuello. El chófer la esperaba; tras saludarlo, ella subió a la parte trasera del auto.

Anthony no entendía hacia dónde se dirigía el vehículo. Pasaron un par de horas en la carretera hasta que avistaron un cartel que decía: "Ama los animales". De inmediato, lo comprendieron: era un refugio para animales. La oportunidad perfecta para llevar a cabo su plan.

Nuestro OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora