LIAM SCOTT
Era un día tan común como cualquier otro. De los comunes. Me encontraba en mi aburrida habitación. Sentado en la silla de mi escritorio. Con mis codos sobre el mismo y mis manos en forma de V sujetando mi barbilla. Desde fuera parecía que mi mirada estaba fija en la ventana o en aquello que estaba más allá de ella. Pero no resultó ser así. El mundo exterior no me importaba.
Mi mirada estaba fija, mientras mi mente se movía por los recuerdos. Los recuerdos que Scarlett y yo compartimos. Esos recuerdos que son tan escasos por mi culpa. Esos recuerdos que a pesar de todo aún me mantienen en pie. Y ese último momento que pasamos juntos....hizo que las lágrimas corrieran por mis mejillas pálidas. Sin embargo, las limpié rápidamente. ¿Por qué?. Porque Scarlett me aseguró que todo lo que sintiera ella lo sentiría también. Por eso sonrío y digo que soy el hombre más feliz del mundo. Porque eso deseo para ella.
La ventana estaba abierta y con el frío viento un pedazo de pepel blanco calló sobre mi escritorio. Lo agarré para observarlo aún más de cerca. No era un papel cualquiera. Era una carta. Me levanté de inmediato y con las manos apoyadas sobre la mesa, miré hacia abajo, hacia los lados, hacia lo lejos. Aunque no encontré a nadie. Las calles y los alrededores estaban vacíos. Me incorporé nuevamente en la silla y abrí esa carta misteriosa e intrigante.
Para: Liam Scott
Tal vez nunca lo afirmé, pero por medio de esta carta te lo diré. Eres lo más importante para mí. Fui un estúpido. No supe ver y valorar a la gran familia con la que contaba. Los maltraté y buscaba obligarte a ser aquello que yo deseaba. Me equivoqué. Tú deberías de tomar las decisiones que conformen tu propio camino. ¡Házlo!. Tu madre es y será por siempre mi razón de ser. Así que por mí y por ustedes decidí internarme en una clínica psiquiátrica llamada "Recupérate". No les pido que me esperen o que me perdonen. Sería egoísta de mi parte. Solo quiero que sepan que los amo.
De: Tu padre, que te ama.
Quedé muy impresionado por la noticia. Casi helado, congelado. No imaginé que mi padre sería capaz de aceptar su enfermedad. Tampoco entendía cómo había llegado la carta hasta mi escritorio. En medio de tanta tristeza. Esa noticia me llenó el alma. Al voltear la envoltura de la carta, había algo escrito. Algo que me hizo comprender toda la situación a la perfección: Este es mi regalo. Lisbeth.
Sonreí y bajé de prisa para informarle a mi madre sobre la nueva noticia.Ella se encontraba sentada en el sillón de la sala. Estaba observando un documental sobre animales, muy concentrada. Estaba tan acostumbrada a estar sola. Que no le preocupaba el hecho de que mi padre no estuviera en casa. Por un lado, eso me partía el corazón. Más que mi sufrimiento. El de mi madre apuñalaba a mi corazón.
-¡Mamá!----ella se levantó asustada y yo corrí para darle un abrazo.
-¿¡Hijo, qué sucedió!?----siempre se asustaba por todo. Tal vez era un trauma.
-Papá decidió internarse en una clínica psiquiátrica y recuperarse----ella quedó con los labios separados y yo reía sin parar mientras daba saltos de alegría.
-Vamos, deberíamos de ir a visitarlo, ¿sábes en dónde está la clínica?----dijo rápidamente casi sin respirar.
-Sí, lo sé, por supuesto que iremos, vamos----dije sosteniéndola por los hombros para calmarla un poco.
Mi madre y yo nos encontramos frente a la clínica psiquiátrica. Un lugar bastante agradable en donde el aire puro podía respirarse con profunda calma y el sonido de las olas del mar chocando contra el muro a apenas unos pasos, armonizaba todo el territorio. Las paredes de la clínica eran bastante altas y con un color amarillento muy opaco. De un solo piso, pero bastante amplia. Algunos pacientes se encontraban sentados en los bancos del gran jardín. Mi padre no estaba entre ellos. Nos adentramos en la clínica y mi madre platicó con una de las enfermeras. La cual llevaba un ancho pulober amarillo y un pantalón de tela blanca, al igual que todos los demás.
-Enfermera, ¿podría indicarme en dónde se encuentra el paciente Enrique Scott?----preguntó amablemente.
-Sí, ¿quién pregunta por él?, nesecito llenar el formulario de visitas----dijo sonriente con una planilla y un lapicero en las manos.
-Soy su esposa Grabiela y nuestro hijo Liam----respondió señalándome.
-Bien, acompáñenme----mencionó. Ambos la seguimos.
Caminamos hasta el fondo del pasillo derecho y frente a la puerta de metal, la enfermera se retiró dejándonos a solas. Era lógico que nos diera privacidad. Mi madre estaba algo nerviosa, sus manos eran temblorosas. Fui yo quien agarró la blanca manija y abrió la puerta. Mi padre se encontraba sentado sobre la camilla tendida con sábana azules, mirando a través de la ventana abierta. De seguro se sintió muy solo en ese cuarto estrecho y vacío, como si dentro de él, se consumiera. Su mirada se iluminó al vernos entrar y sus labios se separaron levemente. Jamás lo había visto tan emocionado e impresionado. Entramos completamente a la habitación. Él se levantó, y lo abrazamos.
-No debieron de venir, no se merecen a una basura como yo----habló apenado con un nudo en la garganta.
-No digas eso papá, no importa cuantas cosas hayan sucedido, tú eres muy importante para nosotros----respondí sentándome en una silla frente a él.
-Así es, Liam y yo jamás te abandonaremos----sonrió mi madre sentada a su lado. Esa imagen provocó una inmensa felicidad en mí.
-Gracias, muchas gracias, perdón por todos mis errores y les prometo que haré hasta lo imposible por recuperarme----una sonrisa estaba plasmada en su rostro.
-Ya lo estás logrando y confío en que pronto saldrás de aquí, con nosotros, tu familia----mi madre enfatizó lo último para darle seguridad.
-¿Y cómo te tratan en este lugar?, ¿te están alimentando?----cambié el tema para evitar el ambiente melancólico.
-Sí----respondió entre risas----aquí me tratan muy bien, no tienes de qué preocuparte----simplemente asentí.
-El horario de visitas debe de estar por acabarse, saldré para darles algo de tiempo, cuídate mucho----abracé a mi padre.
Mientras caminaba por el jardín, una sensación inexplicable me invadía con una intensidad que no lograba entender del todo. ¿Era felicidad lo que sentía? Por supuesto que sí, pero había una sombra que oscurecía esa alegría aparente. Una presión constante se alojaba en mi estómago, y, aunque el aire fresco del exterior invitaba a respirar profundamente, me encontraba luchando por inhalar con facilidad. Intentaba hacerlo una y otra vez, repitiéndome que debía sentirme feliz por Scarlett, cuya luz había iluminado tantas vidas, incluyéndome a mí. Sin embargo, su ausencia era un peso insoportable. Aunque sonreía e intentaba actuar como si todo estuviera bien, en mi interior sabía que faltaba una parte esencial de mí. Scarlett se la había llevado con ella, y su vacío resonaba en cada rincón de mi ser.
Por otro lado, observar a mis padres más unidos que nunca transformaba mi tristeza en una mezcla de esperanza y melancolía. Era innegable que habíamos atravesado tormentas difíciles, y en el camino había cometido muchos errores. Pero, al mirarles, comprendí que la vida está tejida de oportunidades para el perdón y la renovación. Todos fallamos, pero eso no nos despoja de nuestro derecho a cambiar, a reconstruir lo que se ha fracturado. Mi padre seguía siendo mi padre, y esa conexión nunca podría eliminarse, aunque todo lo demás pareciera desmoronarse. La vida nos ofrece lecciones valiosas si tenemos la paciencia de escuchar las historias que nos susurran las pequeñas y grandes cosas. El dinero, con su brillo engañoso, jamás podrá llenarte por completo, ni cubrir el vasto vacío que todos, en algún momento, llevamos dentro. Sin embargo, la acción desinteresada de un amigo, un gesto sincero en medio de la tormenta, sí puede lograrlo. Esa es la verdadera riqueza de nuestras vidas: las conexiones humanas, los lazos que formamos y la compasión que ofrecemos.
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Nuestro Otoño
أدب المراهقينPara muchos, la primavera es un canto de alegría y un renacer de la vida. También lo fue para mí en su momento, un tiempo de luz y esperanza. Sin embargo, esa esencia vibrante se ha desvanecido con el paso del tiempo. Mi primavera, una vez radiante...