Episodio: XVIII

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SCARLETT ADAMS

¿Alguna vez te has detenido a pensar en el propósito que traes contigo a este mundo? Para algunos, el descubrimiento de su misión llega temprano, como un susurro del destino. A veces, no estamos aquí solo para vivir nuestras propias vidas, sino para ser faros de esperanza en la existencia de otros. En esos momentos críticos, es vital que cumplamos con nuestra misión, sin importar el costo personal o el miedo que nos aceche. El miedo, ese ladrón de sueños, puede convertirse en nuestra mayor trampa. No permitas que te paralice; es una de las decisiones más lamentables que puedes tomar. Yo misma pasé por esa oscuridad, pero logré recuperar mis sentidos y dejé el miedo donde pertenece: atrás. Muy atrás.

Hace algunos meses, recibí un diagnóstico que resonó en mí como un eco sombrío: la misma enfermedad que había reclamado a mi madre. Una condición genética que, según el médico, me convirtió en lo que él llamó una "desahuciada". Un término cruel para referirse a aquellos a quienes se les ha negado la esperanza. Sin tratamiento y con un pronóstico de apenas cuatro meses, se me aconsejó esperar pasivamente el momento de mi partida. ¿No es esto una crueldad desgarradora? En su momento, lo pensé. Pero más cruel habría sido marchar sin dejar huella, como un susurro perdido entre muchos. Y mi muerte no sería así. Si estoy muerta, ¿cómo es posible que te esté hablando? Porque no me estás leyendo a mí, sino a mi carta. Hay cosas que nunca entenderás. La vida es así.

La mañana del día en que morí fue un sábado lleno de significado. Pedí a los chicos que se reunieran en nuestra aula, el espacio que guardaba los ecos de nuestros momentos compartidos. Quería vestirme con mi uniforme por última vez y capturar ese instante en una fotografía. Mientras caminaba por los pasillos, cada rincón despertaba recuerdos vívidos; comprendí que un recuerdo feliz puede provocar tanto risas como lágrimas. Aquellos momentos dolían más que cualquier otro, porque sabía que no volvería a vivirlos. Los recuerdos del campamento fueron los más significativos; marcaron mi vida de manera indeleble. Fue con esa reflexión que coloqué mi mano sobre la manija de la puerta y entré al aula con una sonrisa amplia.

-¡Hola, hola chicos!----hablé emocionada como si nada sucediera.

-Me alegra que estés de humor, ¿por qué nos citaste aquí?, ya es suficiente con venir de lunes a viernes----dijo Brayden entre algunos bostezos.

-Creo que lo más justo es que hoy me entregue mi regalo la persona que me escogió, ya que me iré lejos y puede que nunca más regrese----hablé aún sonriendo.

-¿A dónde vas?, ¿por qué tan repentinamente?, y de seguro la persona no tiene nada preparado----mencionó Hannah desconcertada por mi extraña actitud.

-Me iré de viaje, después lo explicaré y lo entenderán, en cuanto al regalo, no me preocupa, pediré algo que esté al alcance según sea la persona----respondí con total tranquilidad.

-La persona que te eligió, fui yo----habló Liam. Al principio me sorprendió. Sin embargo de inmediato volví en sí.

-Mejor, entonces hablemos cuando termine de despedirme de todos----sonreí amablemente. Él solo asintió----nunca antes lo dije, pero los quiero mucho, ustedes son la familia que elegí tener y estoy muy orgullosa----no pude evitar que mis ojos se cristalizaran.

-Nosotros también te queremos, y estamos muy orgullosos de ti----habló Hannah y todos la apoyaron.

Poco a poco me despedí de todos y cada uno de ellos. Algunos recibieron consejos o palabras por mi parte:

Brayden: no dejes que las drogas te consuman, tienes mucho para ofrecer y deberías de vivir una larga y plena vida.

Lisbeth: no seas todo lo que tu familia pretende que seas. Solo sé tú misma. Porque tal y como eres, eres magnífica.

Nuestro OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora