Episodio: XVII

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Un campamento. Un descubrimiento. Un compromiso. Un día maravilloso que se vuelve tumultuoso en un instante. Una noche en un hospital, donde el latido del tiempo se acentúa en la espera de un médico. Esa figura autoritaria que, con un giro de su narrativa, puede despojarte de la ilusión y erradicar tus certezas con la posibilidad de una mala noticia. ¿No te aterra pensar que tu vida podría cambiar drásticamente en un abrir y cerrar de ojos? Cinco minutos antes de que la muerte te roce, vivirás en la ignorancia de su inminencia. Del mismo modo, cinco minutos antes de perder a alguien, permanecerás sumido en la cotidianidad, ajeno a la tragedia que te acecha. Una conversación trivial puede truncarse con la irrupción de un accidente, y, al despertar, lo harás en un hospital, rodeado de un color extenuante y vacío, acompañado del penetrante olor a medicina. La soledad se siente profunda en la fría superficie de la camilla, mientras un suero intravenoso se convierte en tu único consuelo.

¿Qué has dejado para mañana? ¿Te has asegurado de expresar tus sentimientos, de decir un "te quiero"? ¿Has solicitado el perdón que necesitabas? ¿Has agradecido por lo que te rodea? ¿Te has tomado el tiempo para ayudar a alguien más? La muerte puede llegar en cualquier momento, y su aviso es el más sutil de los engaños. Valora esos cinco minutos que con tanto desdén sueles desechar. Cuando la tristeza te envuelva, desearás esos cinco minutos para revivir un instante de felicidad de tu pasado. Cuando la enfermedad te consuma, rogarás por esos cinco minutos de salud que creías eternos. Cuando la soledad te abrace, buscarás esos cinco minutos de compañía que tanto anhelabas. Y al final de tu camino, en el umbral de lo inevitable, desearás esos cinco minutos más en esta vida que a menudo desechaste sin pensar.

Fabricio se encontraba en el pasillo de espera, sentado en una silla negra que parecía contener la desesperanza misma. Con los codos suspendidos sobre sus muslos, su cabeza se ocultaba entre las manos, atrapando el peso de su angustia. Los segundos se alargaban como horas. Su mente trataba de aferrarse a la posibilidad de que solo se tratara de un desmayo pasajero, resultado del embarazo de Beatriz. Pero a medida que el tiempo avanzaba y los análisis se acumulaban, la luz de la esperanza se desvanecía lentamente en su interior. Solo la resonancia de los pasos acelerados de Scarlett logró desprenderlo de su trance.

-¿Los médicos ya salieron?, ¿qué fue lo que sucedió?----preguntó con agitación.

-Se desmayó momentáneamente, pero aún no salen los médicos----respondió nervioso y preocupado.

-Es una pena que nos conozcamos en esta desafortunada situación, soy Thomas Orencis, el padre de Beatriz----estiró su mano de manera cordial para saludarlo.

-Mucho gusto, mi nombre es Fabricio Kameny, soy su prometido----también estiró su mano dándole un apretón.

-Hasta donde sé, solamente eran novios, ¿se comprometieron?----por alguna extraña razón para Fabricio, parecía muy contento.

-Así es, tal vez su hija debería de ser quien le de la noticia, pero dada las circunstancias de seguro lo sabrá, Beatriz está embarazada----explicó con algo de inquietud por su reacción.

-Lo sé----respondió dejando impresionado a Fabricio---Scarlett me comentó algo sobre eso de camino al hospital----decidió explicar.

-De todos modos iba a saberlo, no creí correcto que se entera por los médicos----se apresuró en hablar, y Fabricio solo asintió dándole la razón.

En un instante, el médico apareció, un amigo de la familia, conocido por el señor Orencis. Con su bigote y cabellos canosos, reflejaba la madurez de una vida vivida en la práctica de la medicina. Después de un saludo cortés, la conversación se tornó estrictamente profesional, marcando el momento en que la realidad se tornó pesada.

Nuestro OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora