-No entiendo, ¿qué estás esperando?----la señora Murphy estaba un tanto alterada----será mejor que conquistes cuanto antes a Beatriz, nesecitamos asegurar la unión de ambas empresas cuanto antes.
-¡Ay, mamá!, ¿crées que es fácil de conquistar?, lleva veintiséis años soltera, a pesar de tener miles de pretendientes----la mirada de su madre fue como una lanza clavada en su pecho----no te preocupes, la conquistaré, ninguna mujer se resiste a Anthony Murphy.
-Beatriz Orencis----dejó salir la menor de la familia mientras se servía un vaso de limonada en la cocina.
-Ahora que lo mencionas, ¿no es tu profesora?, entonces ayuda a tu hermano----su madre se acercó más a ella----no comas nada con harina, recuerda mantener tu preciosa figura----sonrió y salió de la cocina.
-Hermanita querida del alma, ¿me ayudarás?----colocó sus manos sobre los hombros de la chica y se dobló a su altura sonriendo abiertamente.
-No----la chica lo apartó, pero se detuvo al escuchar la voz de su hermano.
-¡Contaré tu secreto!----ella se giró y caminó hasta él, mirándolo incrédula----sé que comes chocolate a escondidas de mamá para calmar tus ansiedades----susurró amenazante.
-Bien, te ayudaré----sonrió victorioso----pero sólo en tres oportunidades, si no lo logras, harás las cosas por tu cuenta, ¿ de acuerdo?----estiró su dedo meñique para hacer una promesa.
-Tres oportunidades son suficientes, nadie se resiste a este cuerpecito----dijo sobre-amándose a sí mismo e hicieron la promesa.
Lisbeth se retiró a la escuela sin el abrazo de su padre o el beso de su madre. Nadie la esperaba, ni al entrar ni al salir. Solo un chófer, siempre vestido de traje oscuro, con un rostro inexpresivo por miedo a mirarla y perder su trabajo, abría la puerta del auto como un robot programado. El mismo robot que ella debía ser. No podía amar ni ser amada, porque eso la debilitaría. No podía comer, porque su figura debía ser perfecta para atrapar a un hombre aún más rico que ella. No podía hablar delante de todos si no se lo permitían, ni alzar la voz, ni siquiera saber cómo sonaba su voz al gritar. Se asfixiaba en su propia casa. ¿Por qué? Porque era una casa, pero no un hogar.
◇◇◇◇◇
BEATRIZ ORENCIS
A pesar de las palabras de mi padre, las de la sociedad, las que se habían grabado en mi interior por escucharlas innumerables veces, decidí ser feliz. Decidí oponerme a todas esas palabras. ¿Por qué? Porque las personas no perseguimos la felicidad que se nos escapa. Al contrario, la felicidad siempre está ahí, en los pequeños detalles y momentos que adornan la vida. Sin embargo, muchas veces no la vemos porque buscamos algo más allá. Pero, ¿sábes algo? La mayoría de las veces, buscamos algo mientras perdemos algo, y lo que teníamos vale más que lo que encontramos. Por eso soy feliz ayudando a otros a ser felices.
-Buenos días profesora Beatriz----me detuve al escuchar el saludo a mis espaldas.
-¡Oh!, buenos días profesor de física----el estacionamiento se sintió más grande de lo común.
-¿Aún no sabe mi nombre?----una vez más sonrió burlón, pero se vio increíble.
-No estuvo en la reunión de profesores, así que no lo sé, discúlpeme si lo incomodé----por algún motivo que no entendía, me sentía distante.
¿Será por la vergüenza?. Seguramente.
-No se disculpe, es cierto que estuve ocupado y no logré asistir, mi nombre es Fabricio Kameny----estiró su mano en forma de saludo.
-Mucho gusto, Beatriz Orencis----agarré su mano, comprendiendo lo que me molestaba. No se acuerda de mí.
-¡Ah!, mi clase está por comenzar, nos vemos luego----asentí, se retiró rápidamente para llegar a tiempo. Al parecer era algo retrasado en eso.
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Nuestro Otoño
أدب المراهقينPara muchos, la primavera es un canto de alegría y un renacer de la vida. También lo fue para mí en su momento, un tiempo de luz y esperanza. Sin embargo, esa esencia vibrante se ha desvanecido con el paso del tiempo. Mi primavera, una vez radiante...