USA MIS MANOS - KIVI (HOGWARTS)

13: El preludio del mal.

Lucien Blackthrone estaba sentado en el centro de su oscuro estudio, rodeado por los murmullos de antiguos hechizos grabados en las paredes de piedra y el crepitar del fuego en la chimenea. Los siglos de historia que se entrelazaban con su linaje pesaban sobre él, pero también lo llenaban de un orgullo oscuro y ancestral. La noticia de que unos críos habían desactivado el ritual del Devastador no lo enfureció, sino que avivó una determinación aún más feroz en su interior.

Se levantó lentamente de su silla, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, y caminó hacia un viejo mapa familiar desplegado sobre la mesa de roble. El mapa, un legado de los Blackthrone, mostraba no solo territorios y dominios, sino también líneas de sangre y conexiones mágicas que se habían tejido a lo largo de los siglos. Allí, justo en el centro de un complicado diagrama, el nombre de Chiara Oliver se destacaba como una llama solitaria en la oscuridad.

—Así que eres tú, la clave —murmuró, acariciando el mapa con dedos largos y huesudos—. Los lazos de sangre nunca se rompen, Chiara. Tu familia y la mía están entrelazadas desde hace generaciones, y ahora tú completarás el círculo.

Lucien recordó cómo los Oliver habían sido, en tiempos antiguos, aliados de los Blackthrone. Unidos por intereses oscuros y ambiciones compartidas, las dos familias habían forjado un pacto que se había mantenido durante siglos. Sin embargo, con el tiempo, los Oliver habían intentado distanciarse, asustados por la creciente sed de poder de los Blackthrone. Habían traicionado el pacto, y como castigo, la familia Blackthrone había sido relegada a las sombras, perdiendo gran parte de su influencia en el mundo mágico.

Pero ahora, con la nueva generación, Lucien veía la oportunidad de restaurar el poder de su familia. Chiara Oliver era la pieza clave. Su sangre, unida a la suya en un ritual final, le daría a Lucien el poder de controlar al Devastador, un antiguo ser de destrucción pura que había sido sellado por los fundadores de Hogwarts. Desatar al Devastador no solo significaría el caos para el mundo mágico, sino también el regreso de los Blackthrone al poder absoluto.

Lucien apretó los dientes, sintiendo la excitación recorrer su cuerpo. Secuestrar a Chiara no sería solo un acto de venganza, sino una corrección del curso natural de la historia. Ella era suya por derecho, y no dejaría que unos estúpidos niños se interpusieran en su camino.

—Prepárate, Chiara —dijo en voz baja, mientras el fuego de la chimenea crepitaba más fuerte—. Pronto estarás donde perteneces, y los Blackthrone volverán a gobernar.

El Gran Comedor estaba lleno de vida. El sonido de la charla animada de los estudiantes rebotaba en las paredes de piedra mientras las bandejas de comida flotaban entre las mesas, cargadas de delicias. Era un día como cualquier otro, pero la atmósfera estaba cargada de anticipación. Los rumores sobre un posible anuncio especial habían estado circulando durante toda la semana, y los estudiantes no podían esperar más para saber de qué se trataba.

Violeta estaba sentada con sus compañeros de Gryffindor, riéndose de las bromas de Martin y Álex, pero su atención seguía desviándose hacia la mesa de Slytherin. Desde la distancia, podía ver a Chiara y Ruslana conversando, las cabezas juntas en una conversación que parecía divertida. Les acompañaban los golpeadores Lucas y Naiara y no paraban de reír entre bocado y bocado. Violeta sonrió y sintió la mirada de Álex clavarse en ella. 

—¿Estás aprovechando las noches que paso en la enfermería? —preguntó el muchacho. Tenía las ojeras marcadas, pero no perdía la sonrisa.

—Hemos dormido juntas alguna noche, sí —confesó Violeta. —Pero nada más. 

Álex asintió, una leve sonrisa apareciendo tras su cuidada barba: —Ya se dará. 

—Oye, Álex. Te podemos relevar en la enfermería —le recordó Violeta, que no había dejado de repetírselo con el resto. Llevaba casi un mes durmiendo en una camilla cerca de la prefecta de Hufflepuff y no dejaba que nadie le sustituyera.