34: Los portadores de las Reliquias.

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La oscuridad envolvía a Chiara, sumiéndola en un sueño profundo y perturbador. Al principio, no había nada más que silencio, un vacío infinito donde su mente flotaba sin rumbo. Pero pronto, una imagen comenzó a formarse en la penumbra, tomando forma lentamente. Una cueva se materializó frente a ella, una entrada oscura y misteriosa incrustada en un acantilado que daba al mar. La marea golpeaba las rocas con furia, pero el sonido no la asustaba; más bien, la llamaba, invitándola a acercarse.

El cielo estaba pintado con los tonos anaranjados y rosados del atardecer, y el sol se cernía justo sobre el horizonte, su luz reflejándose en el agua como un espejo dorado. Chiara sintió una presencia a su lado, una sombra sin forma que le susurraba en un idioma antiguo, guiándola hacia la entrada de la cueva. La intuición le decía que este era el lugar que buscaban, el lugar donde las Reliquias debían ser usadas para encontrar el Amuleto.

De repente, la imagen se desvaneció y Chiara sintió que caía en la oscuridad nuevamente, pero esta vez no estaba sola. La angustia y el miedo la envolvieron, recordándole a sus amigas desaparecidas, a las promesas que había hecho, y a la responsabilidad que cargaba sobre sus hombros. Intentó luchar contra la oscuridad, pero era demasiado fuerte. Justo cuando sintió que la desesperación la consumía, una voz familiar la llamó desde lejos.

—¡Chiara! ¡Chiara, despierta!

Violeta la zarandeaba con fuerza, su voz cargada de preocupación. Chiara abrió los ojos de golpe, jadeando mientras trataba de orientarse. El frío de la mañana la golpeó de inmediato, y se dio cuenta de que estaba tendida en el suelo, con Violeta a su lado, mirándola con angustia.

—¿Estás bien? —preguntó Violeta, su voz temblorosa—. Me asustaste mucho... No despertabas.

Chiara parpadeó, tratando de sacudirse el sueño de encima. Las imágenes de la cueva y el sol en el horizonte seguían frescas en su mente, como si hubieran sido grabadas a fuego.

—Lo vi... —murmuró, luchando por ordenar sus pensamientos—. Vi dónde está la cueva. Sé cómo llegar... pero debemos esperar hasta el atardecer. Solo se ve cuando el sol está justo en el horizonte.

Violeta asintió, aunque su preocupación no disminuía. Sin embargo, antes de que pudiera responder, una figura oscura apareció frente a ellas. Álex, con el rostro desencajado por la rabia, se acercó a grandes zancadas, sus ojos brillando con una furia contenida.

—¿Otra visión, Chiara? —escupió Álex, su voz cargada de veneno—. ¿Otra maldita visión que nos va a llevar a un callejón sin salida? ¿Sabes lo que nos costó la última? ¡Denna y Ruslana están secuestradas por mortífagos por haberte seguido la noche pasada!

Sin previo aviso, Álex agarró a Chiara por los bordes de su jersey y la empujó contra un árbol cercano. Chiara no opuso resistencia, el impacto la dejó sin aliento, pero no intentó luchar. Sabía que Álex tenía razón en parte, y el dolor que sentía en su pecho era un recordatorio constante de su fracaso.

—¡No voy a seguirte más, Chiara! —gritó Álex, su rostro a escasos centímetros del de ella, sus ojos ardían con una ira incontrolable—. ¡Por tu culpa, hemos perdido a Denna y Ruslana! Si piensas que voy a seguir otra de tus estúpidas visiones, ¡ni lo intentes!

Violeta se lanzó hacia ellos, tratando de separarlos.

—¡Álex, suéltala! —exigió, su voz aguda por la desesperación—. ¡Le estás haciendo daño! ¡No fue su culpa! ¡Chiara tiene una responsabilidad enorme sobre sus hombros, no puedes descargar todo sobre ella!

Chiara apenas escuchaba a Violeta, el dolor en su pecho era abrumador, pero no por el golpe contra el árbol, sino por la culpa que la estaba asfixiando. Sabía que, en el fondo, Álex tenía motivos para estar enfadado, para estar dolido. Había fallado en su misión, y ahora sus amigas estaban en peligro. Sin embargo, antes de que Violeta pudiera separarlos, Martin se acercó rápidamente, su rostro serio y su varita en la mano.

USA MIS MANOS - KIVI (HOGWARTS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora