10: Entre luces y sombras.

425 36 0
                                    

La luz tenue del amanecer se colaba por las ventanas de la enfermería, proyectando largas sombras sobre las camas alineadas. El aire olía a hierbas frescas y pociones curativas, una mezcla tranquilizadora que Chiara encontraba extrañamente reconfortante. Estaba recostada en una de las camas, con una venda alrededor del hombro y el pecho, el recuerdo del encuentro con el guardián del medallón y el posterior ataque aún fresco en su mente. La puerta de la enfermería se abrió con un suave chirrido, y Chiara levantó la cabeza, esperando ver a Madame Pomfrey. Pero en su lugar, vio a Violeta, con el cabello pelirrojo cayendo en ondas suaves sobre sus hombros y una sonrisa que parecía iluminar la habitación. El corazón de Chiara latió más rápido al verla entrar.

—Chiara —susurró Violeta, acercándose a la cama con pasos ligeros. Sus ojos recorrieron el vendaje, la preocupación evidente en su expresión—. ¿Cómo te sientes?

—Mejor, gracias —respondió Chiara, intentando sonreír para tranquilizarla. Pero no pudo evitar sentir una punzada de dolor al moverse, y el gesto se transformó en una mueca—. Pomfrey dice que estaré como nueva en un par de días.

Violeta se sentó en el borde de la cama, sus ojos verdes centelleando bajo la luz cálida del atardecer: —Me alegra oír eso. Estaba muy preocupada por ti. 

Chiara notó la forma en que Violeta la miraba, sus ojos fijos en los suyos con una intensidad que le hizo olvidar por un momento el dolor en su brazo. Había algo en la cercanía de Violeta que la hacía sentir un cosquilleo en la piel, un deseo silencioso que nunca había experimentado antes con tanta claridad.

—Gracias por venir —dijo Chiara, su voz bajando de tono sin que lo hubiera planeado—. No esperaba verte tan pronto.

—Tenía que verte —murmuró Violeta, inclinándose ligeramente hacia ella—. No podía esperar. No he pegado ojo en toda la noche, pero no me han dejado venir antes. 

El aire entre ellas se volvió denso, cargado de una tensión palpable que ambas podían sentir. Violeta notó que sus respiraciones se sincronizaban, cada inhalación un reflejo de la otra. Se miraron a los ojos, tan cerca que podía ver cada detalle en los iris verdes de Chiara, la forma en que brillaban como esmeraldas bajo la luz dorada. Se sentó en la camilla, a su lado y sus ojos cayeron directamente a sus labios. 

—Violeta... —empezó a decir Chiara, pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta cuando Violeta levantó una mano y la colocó suavemente sobre la suya, apretándola con una calidez que le hizo estremecerse.

—Chiara, yo... —La voz de Violeta se quebró ligeramente, pero sus ojos no se apartaron de los de Chiara.

Estaban tan cerca que Chiara podía sentir el aliento de Violeta contra su piel, y por un momento, todo lo demás desapareció. Se inclinó hacia ella, incapaz de resistir la atracción que sentía. Sus labios estaban a escasos centímetros de encontrarse cuando la puerta de la enfermería se abrió de golpe, y Madame Pomfrey entró con una bandeja de pociones en las manos.

—¡Ah! Violeta, me alegra que estés aquí —dijo Madame Pomfrey, sin darse cuenta de la situación—. Necesito revisar a la señorita Oliver y darle su medicación.

Violeta se apartó rápidamente, poniéndose de pie y alejándose de la cama como si la hubieran pellizcado. Su rostro se tornó de un rojo intenso mientras miraba a Chiara con una mezcla de disculpa y frustración.

—Lo siento, Chiara. Creo que... debo irme.

Chiara asintió, sintiendo cómo la burbuja que las había rodeado se desvanecía abruptamente. Observó en silencio cómo Violeta se dirigía hacia la puerta, lanzándole una última mirada antes de desaparecer por el pasillo.

USA MIS MANOS - KIVI (HOGWARTS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora