Veintisiete

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Había dicho playa sin pensar que al día siguiente Fiore la arrastraría por el aeropuerto con lo puesto y la haría atravesar el país lo más al sur posible para pasar unos días de temporada baja en un hotel frente al mar.

— Tranquila, esa es la personalidad de Fiore. — Le había dicho Robert durante la mañana luego de que le contara que lo había encontrado de cara al vacío y menos de una hora después había planeado un viaje y reservado hotel y pasajes. — Al principio actúa dejándose llevar por las emociones y luego recapacita y usa la cabeza.

Diletta no podía negar que tenía razón, Fiore era así, al principio se dejaba ganar por las reacciones que le provocaban las cosas y al poco rato se volvía metódico y calculador... sin dudas era lo más cercano a la bipolaridad que Diletta hubiera visto. Y ahora estaban ahí, en la recepción de un hotel inmenso, con la inmensa sonrisa de Fiore para la recepcionista, cuando veinticuatro horas atrás había estado llorando después de intentar saltar del balcón de un piso diecisiete por el asesinato de su amigo.

Pero lo que genuinamente la preocupaba era el hecho de estar ahí, sin más ropa que la poca que había preparado para llevarse a la casa de Fiore, que cabía perfectamente en un bolso pequeño, con aquel loco de remate que la había convencido de ir cinco días a la playa en temporada baja, a pocas semanas de las fiestas y hospedarse en aquel hotel de lujo donde hacían el check-in.

— Todo listo ¿subimos? — preguntó, acomodando las tarjetas dentro de su billetera y luego regalándole una mirada ansiosa.

Dentro del ascensor se le ocurrió preguntar si había pedido dos habitaciones, aunque intuía la respuesta.

— ¿Para qué? — preguntó, y salió del ascensor para buscar en el corredor el número de la habitación.

Para su sorpresa, la habitación tenía dos camas grandes en dos pseudo habitaciones separadas por un espacio común que fungía de sala-comedor y si bien sintió alivio, también tuvo que admitir que la decepcionó un poco la idea de no compartir cama con Fiore de manera "obligada".

Fiore dejó su pequeña valija a un costado y se acostó en una de las camas sobre el acolchado, pero inmediatamente se envolvió con la otra mitad, tapándose por completo. Diletta lo miró desde la abertura de la puerta, sabía que no había dormido nada, que había pasado la noche fumando y coordinando los detalles de viaje, pero de todos modos no le parecía una actitud normal envolverse así con el acolchado, consideró si valía la pena decirle algo o dejarlo así, y terminó de decidir que lo mejor era dejarlo solo por unos momentos, quizás con suerte podía dormir.

Aprovechó para acomodar sus pocas cosas y enchufar el celular. Giovanni seguía mandándole mensajes y le partió el corazón, necesitaba tener un cierre real con él, sentarse a hablar, pero no había podido, no había tenido ni un momento de paz desde la muerte de Adriano y el futuro no parecía avecinar nada parecido a la calma.

Ignoró el chat de Giovanni, y le avisó a sus padres que estaba bien, que había viajado a otra ciudad por trabajo y que se estaba hospedando en un hotel, le envió una foto de ella misma y una de la vista del mar desde la ventana.

Ya no sabía que hacer una hora después de haber llegado, Fiore seguía en la misma posición, y por un momento sintió pánico ¿y si había muerto? Se acercó lentamente a controlar si había algún movimiento que indicara respiración, pero el acolchado era tan mullido que no daba indicios de algún tipo.

Destapó suavemente un extremo y el rostro de Fiore apareció. Respiraba; estaba profundamente dormido pero vivo, ligeramente sudado por estar completamente vestido y tapado, pero vivo.

Lo dejó dormir, apagó las luces de la habitación y fue al otro extremo de la habitación, en donde estaba su sector.

Se puso una película y se metió en la cama, que era demasiado cómoda para su cuerpo, y al poco rato también se quedó dormida.

Sólo para contar dineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora