Dos

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— Ay, amiga, eso es terrible... ¿Fuiste a la policía? — preguntó Diletta a su amiga, tomándola de las manos. Estaban en el vestidor del supermercado, preparándose para empezar el día, y mientras se colocaban el uniforme Lucía le había contado que su ex la chantajeaba con fotos y videos comprometedores.

— ¡La policía se rió en mí cara! Me dijeron que la culpa era mía por haberme dejado sacar esas fotos y hacer esos videos... — respondió Lucía bastante indignada y casi al borde del llanto. — Te juro que no sé qué hacer... si mi familia ve esos videos se mueren, ¡mi abuela se muere!

— Si agarro a ese desgraciado... — Diletta dejó la frase por la mitad, nunca había estado de acuerdo en la relación de su amiga con ese tipo, pero ahora sentía que quería destruirlo con sus propias manos.

— Quiere que le pague una fortuna para no viralizar las imágenes... no sé de dónde lo voy a sacar, acá en el supermercado ganamos una miseria y desde la cirugía de papá tenemos una hipoteca... No sé qué voy a hacer.

Lucia se puso a llorar y Diletta la abrazó.

— Te presto lo que tengo ahorrado y cuando puedas me lo devolves.

Lucia negó con la cabeza mientras se limpiaba los ojos con las manos.

— Esa plata la tenés para la pastelería con Giovanni... no te la voy a pedir porque no voy a poder devolvertela. Voy a tener que pedir un préstamo para pagarle a ese hijo de puta y estar más endeudada.

Diletta acarició el cabello de su amiga, ya era la hora de apertura del supermercado y el gerente las fue a buscar para apurarlas a qué se presentaran en sus puestos.

Diletta trabajaba como cajera y Lucia se encargaba del stock y los pedidos online. Era un supermercado pequeño, pero hacía bastante dinero a pesar de estar en una zona alejada, especialmente a primera hora de la mañana cuando la gente salía hacia sus trabajos.

En cuanto se presentó en la caja un cliente se acercó a pagar. Era la clase de clientes que había a primera hora en ese barrio de mala muerte, llevaba una botella de whisky caro y tres paquetes de cigarrillos. Dejó el efectivo sobre el mostrador sin mirar a la cara a Diletta.

El dinero ya sonaba extraño cuando el hombre lo sacó de su billetera, pero al contacto con los dedos confirmó lo que sospechaba.

— Es falso. — sentenció Diletta y dejó el dinero sobre el mostrador.

— No es falso. — se quejó el cliente, enojado.

— Sí, sí lo es, o paga con dinero real o se retira de la línea de caja que hay más gente esperando.

El hombre hizo un escándalo y el gerente se acercó a ver qué pasaba, Diletta explicó lo sucedido y el gerente tomó el dinero supuestamente falso, a simple vista parecía real, por lo que buscó en su bolsillo la linterna para detectar billetes falsos... la luz reveló que esos billetes no eran legales.

— Le voy a pedir que se retire del establecimiento antes de que llame a la policía. — dijo el gerente y empujó al hombre para que se alejara de la línea de caja.

Siguieron discutiendo un poco más alejados y el siguiente cliente se acercó a pagar un atado de cigarrillos.

— ¿Cuánto cobras por hora? — le preguntó a Diletta, bajándose los lentes de sol y observándola con los ojos brillosos de quién tiene una idea genial en mente.

— ¿Qué? — gritó ella, malinterpretado la pregunta. — ¿Qué está insinuando? — No era la primera vez que un hombre le ofrecía dinero en esa zona, especialmente a la mañana cuando caminaba hacia el trabajo, pero sí era la primera vez que alguien lo hacía en su puesto laboral

Sólo para contar dineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora