— ¿Por qué el Norte apunta hacia abajo? — preguntó, algo pícara, mientras acariciaba el tatuaje de debajo del ombligo de Fiore.
Estaban acostados en la cama, entrelazados y desnudos, oyendo la tormenta e iluminados nada más que por el tenue velador y las luces producto de los rayos.
Fiore le regaló esa sonrisa tan característica de él antes de responder.
— Apunta a donde quiero que se dirijan. — respondió luego de darle un beso en la mano.
— Qué ingenioso... — murmuró ella con sorna, y él río.
— No seas mala, era joven, tenía dieciocho años.
Diletta también rió, en realidad imaginaba el significado, pero quería oírlo de él.
— ¿Cuál fue el primero que te hiciste? — preguntó tocando el dedo los que tenía en el pecho, deteniéndose en la sirena despeinada.
Fiore lo pensó bastante, con el ceño ligeramente fruncido.
— Este. Tenía diecisiete. — dijo señalando el rosario de su brazo izquierdo.
Diletta lo miró con detenimiento, se veía bien a pesar del tiempo.
— ¿Eres creyente? — preguntó algo confundida y sostuvo entre los dedos el crucifijo de la cadena que descansaba sobre su pecho.
— Antes sí, ahora ya no. — reconoció.
Trató de imaginarlo como un joven creyente, pero no lo pudo visualizar, sencillamente no parecía de esos.
— ¿Y el último? — Por un lado no quería dejar de hablar con él, y por el otro sentía la necesidad de saberlo todo, de absorber por completo toda su historia.
Se destapó y flexionó la pierna derecha, señaló en su muslo el tatuaje de tres números romanos, el uno, el dos y el tres, en una línea vertical.
— ¿Y eso? — preguntó, sin encontrarle mucho sentido.
— Adriano tenía el mismo. — respondió, algo evasivo.
Adriano. Adriano estaba ahí, y Diletta no tenía más opciones.
— ¿Qué significa? — preguntó, seria, incapaz de ignorar el tema.
Fiore sacudió la cabeza, e intentó irse de la cama, pero ella lo retuvo sosteniéndolo del brazo.
— Si de verdad vamos a hacer un contrato necesito saber todo.
Se miraron a los ojos unos segundos, y Fiore se soltó de su agarre y se dirigió a la ventana. Diletta creyó que él la evadía, pero solamente abrió la ventana, buscó un cigarrillo y se sentó en un pequeño sillón al lado del ventanal a fumar y soltar el aire al exterior.
— El uno significa te extraño. — Mencionó luego de soltar la primera bocanada de humo. Miraba por la ventana, y con los dedos se tocaba la pierna ahí dónde estaba el número tatuado. — El dos te necesito. — siguió.
Pero luego se quedó en silencio, fumando, hundiendo los dedos en el número tres. Diletta salió de la cama y también encendió un cigarrillo.
— Está bien, creo que me lo imagino. — Le dijo, y soltó el humo ella también por la ventana. El viento frío le hizo dar un escalofrío, se le erizó la piel y también los pezones.
— ¿Qué te imaginas que es? — preguntó Fiore.
— ¿Te quiero? — intentó ella, y Fiore sonrió asintió con la cabeza.
— Era nuestro código... Vivíamos en un mundo que no entendía ni aceptaba estas cosas. — sonaba resignado y Diletta se contuvo de decir que ella tampoco entendía y que también le costaba aceptar, pero no lo dijo.
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Sólo para contar dinero
ChickLitDiletta nunca imaginó que su vida daría un vuelco radical mientras pasaba sus días detrás de la caja registradora de un supermercado. Todo cambia cuando Fiore, un cliente enigmático pero con un encanto irresistible, descubre su habilidad oculta para...