¿Qué iba a hacer todo ese tiempo sola con ese loco? La idea la desesperaba, quería irse inmediatamente pero no podía dejarlo solo. Fue hasta la habitación de Fiore y revisó sus cosas. En su maleta sólo había ropa: ni armas ni drogas. Suspiró aliviada y se sentó en la cama. Vio el paquete de cigarrillos de él y el encendedor que decía su nombre. Tomó ambas cosas y salió al balcón.
Encendió un cigarrillo y miró el cielo, gris claro, y el mar embravecido gris plomo. Soltó el humo hacia arriba y miró con interés el encendedor. "Fiore" decía en letra cursiva y elegante sobre el metal bruñido.
Ese encendedor había estado en poder de Adriano durante muchos años, y ahora había vuelto a su dueño original. Pensó en lo que Fiore le había dicho y muchas cosas cuadraron en su cabeza como un rompecabezas. Tenía sentido que Fiore estuviera tan triste, había muerto mucho más que un amigo, había muerto su amante de toda la vida. No, no había muerto, había sido asesinado, y probablemente por su hermano. Intentó imaginar qué clase de familia sería esa, no conocía a nadie más que Adriano, y le había parecido un muchacho suave y evidentemente de buena cuna. Recordó que olía al perfume de Fiore y se preguntó si se lo habría puesto o si su piel se había contagiado por el contacto estrecho con la piel de él. Se olió ella misma su brazo, olía a Fiore también. Fiore, Fiore, Fiore. Era el núcleo de su pensamiento, quería odiarlo y de cierta manera lo odiaba, pero en el fondo había algo más. Sentía ganas de matarlo y a la vez de acunarlo entre sus brazos hasta que conciliara el sueño. Quería no verlo nunca más... pero por sobretodo quería estar con él ahí donde él estuviera.
— Maldito. — murmuró y le dio otra calada al cigarrillo.
Vio en el cielo las luces de un relámpago y esperó el sonido atronador, que fue grave y vibrante, habría una tormenta pronto y no había nada que ella pudiera hacer.
Terminó el cigarrillo y entró a la habitación, la luz era suave y gris por las nubes, no necesitaba cerrar las cortinas para evitar la luminosidad.
Fue a espiar a Fiore, dormía, o al menos seguía en la misma posición de antes. ¿Qué iba a hacer todo ese tiempo? Volvió a la habitación contigua y se acostó en la cama, y el perfume de Fiore la invadió. Hundió el rostro en la almohada, y se tapó con las mantas para sentirse más inmersa en aquel aroma, cerró los ojos para disfrutarlo, para sentirse cerca de él sin estarlo, y no tardó nada en dejarse vencer por toda la tensión que había sufrido y dormirse ella también, agotada.
Un trueno ensordecedor la despertó y al abrir los ojos la silueta de Fiore recortaba la escasa luz de la ventana en un aspecto aterrador.
Diletta gritó con todas sus fuerzas, y Fiore se arrojó sobre la cama para calmarla.
— Hey, tranquila, nena, dejaste la ventana abierta. — le dijo en un susurro, como si hubiera alguien más en la habitación.
Diletta lo miró espantada, el corazón le latía a mil por hora, y no estaba segura de si la culpa era del trueno o de la presencia de Fiore tan cerca de ella.
— Hablé con Robert, hubo un alud de lodo en la carretera, los accesos están cortados. — Seguía hablando en voz baja. — Cree que no llegará antes de mañana a la noche... —- tenía el celular de ella en la mano, y se lo ofreció. — Hablé con él hace quince minutos, pero quizás quieras llamarlo para corroborar.
Tragó saliva, miró el celular y miró a Fiore, con la poca luz sólo se veía el brillo de sus ojos felinos.
— Me dijo que quizás quieras otra habitación, me dijo que tenías miedo... Sé que me comporté horrible, soy un idiota, ni siquiera voy a pedirte que me perdones... Al menos déjame invitarte a cenar.
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Sólo para contar dinero
ChickLitDiletta nunca imaginó que su vida daría un vuelco radical mientras pasaba sus días detrás de la caja registradora de un supermercado. Todo cambia cuando Fiore, un cliente enigmático pero con un encanto irresistible, descubre su habilidad oculta para...