Capítulo Veintiuno

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Hablar sobre lo que había pasado lo consideraba un insulto, no tenía las palabras adecuadas para poder describirlo. Aunque ansiaba quedarse en casa, en su verdadera casa, Lalisa había insistido con regresar a la capital.

Evercrest no era un reino estable además de que claro, la boda estaba cerca y no estarían lejos, tenían mucho que planear y sobre todo que platicar. Así que Jennie había cedido hasta que Jackson había dicho que su reino recibiría la atención necesaria, que levantarían cada roca destruida y que estaría como nuevo.

Aunque tal vez no por completo, la misma castaña antes de marcharse había ordenado destruir la otra parte de su vida, el Gran Templo había estado toda su vida con ella y ella con él, aunque estando ahora en esa posición, no quería un amargo recuerdo de todo aquello que una vez la traiciono oculto su verdad.

Así que cuando el dragón de Lisa había llegado misteriosamente, la misma había subido en el y había destruido la estructura. Había comenzado quemandolo para aflojar el concreto y después con ayuda de Jackson habían empujado lo suficiente con ambos dragones, hasta que aquel enorme Templo quedó hecha un nada, un montón de piedra quemada y destruida.

No había cosa más hermosa que ver a su encierro derrumbarse.

Lisa fue la primera en hablar por Jennie, agradeció a los participantes y ella misma les ofreció recompensa. A lo que ellos respondieron "no había más recompensa que ver a nuestra futura reina tomar lo que es suyo". Así que se habían retirado en cuanto Jennie había subido al dragón de Lisa con ella, de haber podido habría tomado partido con Jackson pero el príncipe debía marchar a Airash para seguir ahora si como regente en el clan.

Aunque el camino estuvo lleno del silencio, no resultó de aquellos incómodos, pues Jennie sabía y podía sentir el corazón calmado de su prometida cuando sus manos se aferraban a ella desde su pecho y su cabeza descansaba en su espalda durante el trayecto. Su comodidad incrementaba cuando Lalisa había decidido retirarse la armadura antes de montar, había sustituido el acero pesado por uno de sus trajes usuales, de su pantalón, botas y una tabarda blanca con rojo con bordados de astas pequeñas en toda la tela.

Así que cuando llegaron a tierra tan solo media hora después, había estado cómoda en todo el trayecto por lo que al bajar se había sentido como una pluma. Pero mayor fue su sorpresa cuando en la entrada de la fortaleza, donde banderas de la casa de Manobal colgaban usualmente, ahora estaban repartidas junto con las suyas; claro que no era por su reclamo, era por la boda venidera que tenían a la vuelta de la esquina pero aun así su corazón se apretó en su pecho con fuerza.

Por otro lado Jennie sabía que las noticias se esparcian rápido, pero supuso que su celebración también se haría en su boda aunque hablando de ella, su duda de si seguía en pie aún estaba ahí. Claro que el beso tal vez habría sido la respuesta pero es que aun Lalisa parecía no hablar con ella.

Incluso en el momento en el que simplemente pasó por su lado mientras se quitaba los guantes de cuero de las manos y caminaba hacia el interior. A sus alrededores había sirvientes y gente de la corte real qué las miraban, en especial a ella, murmuraban y otros incluso le sonreían desde la distancia.

Estaban felices por su acto pero no iban a festejar si ellas no lo hacían.

Así que cuando Lalisa se adelanto ella misma aceleró su paso detrás suya. Cuando pasaban por los pasillos y los maestros se detenian a inclinarse ante ella y después ante Jennie, Lalisa aceleraba más el paso con la intención de dejarlos atrás y evitar alguna conversación formal.

Jennie por su parte se detuvo un momento en el que Roseanne bajaba por las escaleras de una de las torres, envuelta en un camisón de algodón y con el cabello suelto en los hombros. El frío se había disipado ligeramente lo que indicaba qué probablemente ya eran más de las diez.

𝗘𝗺𝗽𝗶𝗿𝗲 | 𝗝𝗲𝗻𝗟𝗶𝘀𝗮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora