CAPÍTULO 29

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-Por favor no me obligues. -Escuchaba esa voz rota y asustada muy lejana a mí. -No quiero hacerlo. -Esta vez la percibí más cerca. Me removí en la incómoda silla en la que me encontraba sentada. -Por favor... -Suplicaba aquella mujer que reconocí justo en ese momento, pensé que estaba soñando pero al abrir los ojos me di cuenta de que ella estaba en la cama moviéndose de un lado a otro murmurando aquello. Estaba inquieta e inmediatamente me di cuenta de que hervía de fiebre porque estaba casi bañada en sudor.

-¡Maldición! -Murmuré levantándome rápidamente. Retiré los paños de su frente y su vientre y me dediqué a mojarlos nuevamente, ya que, con su temperatura estos ya ni siquiera estaban frescos.

-Por favor, no quiero. -Murmuraba con tanto miedo que no tenía idea de qué hacer. Al principio pensé que estaba teniendo un mal sueño pero la idea desapareció ya que al sentirme me tomó del brazo. -Yo no quiero hacerlo, de verdad. -Dijo con gran culpabilidad aún con los ojos apretados. -Ahí fue cuando me di cuenta de que no era un sueño, estaba delirando.

-Hey, tranquila. -Dije acariciando su rostro e intentando limpiar un poco los rastros de sudor.

-Te juro que no quería hacerlo. -Sus ojos empezaron a expulsar lágrimas. La escena era difícil de ver y más porque no entendía de lo que hablaba y su estado era terrible, se sentía culpable por algo, la obligaron a hacer algo y yo no tenía ni la menor idea de qué.

-Tranquila, sé que no quería hacerlo, está bien. -Como pude la tomé e hice que se recostara sobre mi pecho mientras la abrazaba y acariciaba su cabello humedecido.

En una ocasión leí en un libro de psiquiatría que a una persona con delirios o alucinaciones no se le debía intentar convencer de que su percepción no era real o que todo lo que escuchaba o veía no estaba sucediendo, lo ideal era, contrario a lo que pudiesen pensar, intentar entrar en su realidad, actuar como si estuviésemos en su mundo, de esa manera nos volvemos más empáticos y menos sabelotodo, tratando lo que para esa persona es su verdadero problema. No sabía si aplicaría aquí, pero quería tranquilizarla y la única manera era esa.

-Él me obligó a hacerlo. -Sollozó y yo sentí un nudo en la garganta. Empezaba a asustarme, no quería ni imaginar por lo que estaba pasando pero no podía evitarlo, quería ayudarla de alguna manera aunque mis posibilidades fueran muy limitadas. ¿A quién se refería?

-Lo sé, fue culpa suya, no de usted. -Aseguré algo dudosa de si estaba llevando la situación de manera correcta. -Yo la cuidaré, nadie le hará daño. -Le di un pequeño beso en la frente y sentí como su cuerpo se relajaba un poco. Claro que aquello no era más que una mentira, yo era quizá la persona que menos podía protegerla de alguien que le quisiese hacer daño, pero me encantaría poder hacerlo y al menos en ese momento supongo que era lo que necesitaba escuchar.

Hubo un silencio hasta que estuvo completamente tranquila. Incluso creí que se había quedado dormida e intenté encontrar la forma de recostarla sin que se despertase.

-Me gusta que estés conmigo. -Murmuró pegandose aún más a mí y apretandome contra ella. -Tus ojos son bonitos y eres una buena persona. -Suspiró y yo solté una pequeña risita.

-Sus ojos también son muy bonitos y sé que también es una buena persona. -Le dije suavemente.

-¿Yo te gusto? -Preguntó de golpe tomándome por sorpresa, sentí mi cuerpo tensarse. -Tú sí me gustas a mí. -Dijo como si fuese lo más normal del mundo. ¿Qué tan real era lo que una persona decía cuando estaba delirando? Eso definitivamente no lo había leído en ningún libro.

-Debería descansar. -Me separé un poco de ella pero me lo impidió.

-¿Te gusta besarme? -Dijo con voz ronca y nuevamente sentí como mis mejillas se tornaban rojas, probablemente al siguiente día ni siquiera recordaría todo eso, pero no había duda de que una buena parte de lo que decía estaba ligado con la realidad.

GLOOM (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora