CAPÍTULO 18

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Si pensaba que el tiempo pasaba demasiado lento en el patio trabajando de sol a sol, estaba bastante equivocada, los minutos parecían horas encerrada en aquella habitación, solo tenía cinco días en la casa de la señorita Jauregui y lo sentía como un mes entero. Mi espalda seguía doliendo de manera considerable, aún no podía recostarme sobre ella y se me dificultaba caminar correctamente, estaba bastante encorvada.

Lauren se había encargado de curarme las heridas con alcohol y gasas por la noche, no debía molestarse pero, como lo dije, ya me había rendido ante los impulsos de darle una negativa. Era bastante incómodo, si debo decirlo, estaba segura de que los huesos sobresalían de la piel de mi espalda, y ni siquiera me quería imaginar cómo lucía después de tal golpiza. A eso se le suma el hecho de que ardía, la primera vez fue la más dolorosa, y con el pasar de los días el dolor disminuía pero muy poco, quizá porque las heridas ya estaban cerrándose.

-¿Cómo luce? -Pregunté dudosa y evidentemente avergonzada.

Para ser sincera nunca me había sentido cómoda al estar desnuda, ni siquiera conmigo misma. Mi hermana en cambio, podía mostrarse así frente a mí y mi madre, pero yo no, me incomodaba bastante y la situación con una guardia desconocida era todo un reto.

-Mejor que el primer día. -Su tono de voz era firme y sin titubear. Normalmente asumía que estaba mintiendo solo para hacerme sentir bien, y si lo hacía era bastante buena en ello, porque no había una gota de duda en sus palabras. -Las heridas están cerrándose, te pondré un ungüento que ayudará a que cicatricen más rápido... -Pausa en la que supuse que estaba abriendo el frasco. -O al menos eso leí. -El olor era bastante fuerte, pero no era desagradable, quizá estaba hecho de algún tipo de hierba porque el aroma era parecido al de la menta. -¿Lista? -Preguntó.

-Vaya, esto dolerá al parecer. -Hice una mueca, apreté las sábanas y me aclaré la garganta. -Lista. -Apreté mis ojos y mi cuerpo entero se erizó cuando sentí el primer roce de sus dedos en mi piel lastimada. Sí, me había curado, pero con algodones y gasas de por medio.

Su toque era tan suave que no sabía si el ungüento por sí solo no provocaba ardor, o era que sus movimientos tan delicados me hacían ignorarlo. ¿Cómo era posible que una guardia tan dura y fría como la había visto con sus compañeras tuviese un tacto tan delicado y suave?

-¿Duele? -Preguntó dudosa sin detenerse.

-No, de hecho se siente bien. -Murmuré porque realmente sentía cierto alivio en las heridas.

-Vaya, me alegra, sabía que no disfrutabas el alcohol. -Dijo con cierto tono irónico.

-¿Acaso usted lo disfruta? -Fruncí el ceño a pesar de que sabía que no me estaba viendo.

-Oh claro, el dolor es estimulante. -Bufó y me reí.

-¿Ha leído acerca de las perversiones con el doctor Freud? -Levanté una ceja.

-¿No eres muy joven para leer ese tipo de cosas? -Sonaba sorprendida pero a la vez divertida.

-Tengo 21 años. -Dije como si fuera obvio.

-De acuerdo con lo que me has dicho, llegaste aquí a los dieciocho, así que supongo que eras más joven cuando lo leíste.

-Usted lo ha leído, al parecer, ¿qué edad tiene?

-Tengo 27 años, Camila, creo que soy lo bastante mayor para leer ese tipo de cosas. -Rió ligeramente.

-La edad no importa cuando quieres aprender. -Me encogí de hombros como pude.

-Así que, ¿quieres aprender acerca de las perversiones? ¿teorías sexuales del Doctor Freud? -Sonaba bastante divertida.

-Me interesa más la interpretación de los sueños y la histeria en realidad.

GLOOM (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora