CAPÍTULO 1

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Aquí va de nuevo, recuerden que pueden haber detalles que no coincidan con la epoca, intento investigar lo más que puedo pero a veces es complicado, pido una disculpa de antemano. Espero les guste y no vuelvan a eliminar esta historia.

Narra Camila:

Nunca había llegado a preguntarme hasta dónde podía llegar la crueldad, el odio y el deseo de poder del ser humano, al menos no hasta después de vivir los horrores de la barbarie iniciada en 1939. A pesar de haber durado poco más de cinco años, lo había sentido como una vida entera, el tiempo en los barracones era una tortura al no poder pegar los ojos por el miedo a despertar con una arma apuntando a tu cabeza, eso sin mencionar las interminables caminatas por el suelo de piedra que nos hacían recorrer para probar la calidad del calzado. Suena horrible, ¿cierto? Pues no se acerca ni un poco a todo lo que viví. Pero bueno, comencemos por el momento en el que empecé a responder mi pregunta principal.

Octubre, 1939

Me encontraba sentada en una de las bancas del parque donde solía leer por las tardes, la sensación era muy agradable y más en aquella época en la que el frío empezaba a hacerse presente en Varsovia, el sol se disfrutaba mucho más ante la falta de calor dentro de las casas. Estaba tan pérdida en mi libro que cuando me di cuenta la luz ya había disminuido considerablemente haciendo que me pusiera de pie de golpe, tomara mis cosas y saliera corriendo a casa.

-Llegué, mamá. -Anuncié dejando mis cosas sobre uno de los sofás de la sala.

-Camila, ¿cuántas veces tengo que decirte? El toque de queda está a punto de iniciar, no quiero ni imaginar lo que pasaría si te encuentran fuera de casa. -Mi madre salió de la cocina secándose las manos con un trapo.

Casi todas las tardes pasábamos por esto, yo llegaba tarde del parque y mi madre me reprendía con una mezcla de molestia y miedo.

-Tranquila, mamá, puedo contra todos esos soldados y más. -Le guiñé un ojo para después acercarme y darle un beso en la cabeza.

-Te aplastarían de un solo movimiento. -Rodó los ojos.

-Los mato si llegan a tocar a mi hija. -Mi padre entró dejando su maletín junto a mis cosas. Se acercó a mí y me abrazó por los hombros para después darme un beso en la frente, yo solo arrugué la nariz.

-Dejen de hacerse los valientes y procuren llegar a casa a tiempo. -La mujer volvió a tomar la palabra negando con la cabeza y regresando a la cocina. -¡Sofi, la comida está lista! -La oímos gritar.

Nuestras tardes eran muy similares, desde que las autoridades alemanas habían implementado el toque de queda a partir de las 6:00pm ningún judío podía estar en la vía pública. Mis padres eran judíos, por lo tanto, Sofi y yo lo éramos. Pero no quiero ser como las demás personas que solo nos ven como judíos polacos que han "humillado, denigrado, robado y burlado" a los alemanes, sino como lo que somos. Mi padre era un médico extraordinario, mi madre una increíble costurera, Sofía era una excelente estudiante y sabía tocar el piano a sus 12 años y yo con 16 años no sentía que tuviera algo especial que compartir, muchos me decían que era buena cantando, pero yo creo que no es nada fuera de lo común, era buena estudiante, pero no alcanzaba la excelencia.

En pocas palabras, era una adolescente aburrida sin nada interesante que contar, ni siquiera tenía un novio del cual pudiera hablar, los chicos parecían no interesarse en mí y sinceramente no era algo que me importase mucho. Mi madre me decía que mi vida apenas estaba iniciando, que aún me faltaba mucho por descubrir y lograr, así que, eso me daba cierta esperanza de que en algún punto de mi vida tendría algo que contar y de lo que sentirme orgullosa.

Febrero, 1941

-Esto es una tontería, no usaré esa cosa. -Sofía continuaba quejándose desde que mi madre le había pedido que la acompañase a comprar algunos víveres.

GLOOM (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora