CAPÍTULO 3

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-¿Lo ves, Camila? Solo trabajaremos. -Susurró mi madre en mi oído. Ni siquiera tenía idea de que mi madre sabía alemán. -Manténganse junto a mí y por favor, cualquier cosa que vean manténganse serias, no deben vernos sufrir, ni resistirnos, eso es lo que quieren. -Continuó hablando y nosotras simplemente asentimos.

Cuando nos dimos cuenta ya nos habían separado de mi padre, logré ver las lágrimas en sus ojos al igual que los de mi madre y lo entendía, no teníamos idea de cuánto duraríamos en aquel lugar, al parecer hombres y mujeres estaban separados, así que, era muy probable que no viéramos a mi padre durante algún tiempo.

-Te amo. -Dije inaudiblemente esperando que me leyera los labios.

-Te amo. -Respondió y mi corazón me gritaba que fuera detrás de él a abrazarlo con todas mis fuerzas, que me atrapara entre sus brazos y me protegiera como lo había hecho toda mi vida, pero las palabras de mi madre me lo impidieron "no deben vernos sufrir ni resistirnos", en ese momento pensé que quería mantener nuestra dignidad, pero algo me decía que era mucho más que eso.

El lugar era inmenso, los edificios eran pequeños e idénticos al de una prisión, a lo lejos se podía observar cómo construían uno nuevo, pero no le tomé mucha importancia. De inmediato nos llevaron a lo que parecía una ducha, y nos pidieron que nos desvistiéramos con voz dura, a este punto, los guardias eran mujeres con un semblante de completo desagrado y enojo.

-Pon el anillo en tu boca, Camila. -Ordenó mi madre en voz baja mientras se despojaba de sus prendas, lo mismo le dijo a Sofía con respecto a su pulsera. Estaba segura de que mi madre sabía exactamente lo que estaba pasando, pero no quería decirlo, por algo nos daba todas esas instrucciones, no dije nada y obedecí.

Tenía miedo, mucho miedo, mi madre nos apresuró a hacer lo que nos decían e intentando cubrirme con mis manos quedé completamente desnuda al igual que las mujeres en ese lugar, había un par de ancianas, niñas, mujeres y jóvenes como Sofía y yo, la mayoría con el rostro enrojecido estaba claro que ninguna de nosotras acostumbraba a desvestirse frente a tantas personas, pero eso era lo de menos.

Lo que vino después me dificultó mucho mantenerme como mi madre me había pedido, nos cortaron el cabello sin ningún tipo de piedad, mis ojos luchaban por no soltar las lágrimas y sabía que los de Sofía también, mi único consuelo era que crecería de nuevo. Aquello estaba siendo demasiado duro y no llevábamos ni siquiera una hora en ese lugar.

Mi piel estaba erizada, además del miedo, el frío no ayudaba mucho. Cuando nos metieron al lugar donde estaban las regaderas un grito de sorpresa salió de la boca de todas las mujeres que estábamos sintiendo el agua helada golpeando nuestro cuerpo desnudo a punto de llegar el invierno a Polonia.

Ya no sabía qué esperar, algo me decía que esto no terminaría nada bien.

Al salir de la ducha parecía que habían vaciado la habitación en la que habíamos estado anteriormente, nuestras maletas, y nuestra ropa ya no estaban, las guardias nos indicaron, según mi madre" una enorme montaña de vestidos de rayas igual que los trajes de los hombres que habíamos visto al llegar, así mismo, había varios pañuelos que nos permitieron colocar en nuestra cabeza. Todo el tiempo estuvieron apresurándonos, o bueno, eso pensaba, ya que repetían la misma frase casi gritando y moviendo la mano.

Tomé uno de aquellos vestidos y me lo coloqué, era delgado, el frío sería duro con esa cosa, al igual que los zapatos, ni siquiera había medias ahí, o un abrigo, claro, nos querían ver sufrir hasta por el más mínimo detalle. No quise decir nada, además del miedo el anillo dentro de mi boca me lo impedía.

Al terminar nos llevaron a uno de los edificios, abrieron las puertas y yo observé todo sorprendida, las condiciones no eran buenas, había mujeres en las "camas" que no tenían ningún tipo de colchón, eran solo tablas y mantas grises y delgadas.

GLOOM (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora