47. Mamá...

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Llevabamos veinte minutos muertos de risa por puras leseras. Real. —¡Ya, Jorge, ya! ¡Para! ¡No respiro!

—Cero resistencia a las buenas tallas. Muy mal, Lucy, muy mal.

—Nunca existió esa resistencia...

Cuando dejé de reírme noté que el Jorge me estaba mirando. Y que yo estaba muy cerca de él. —Mh. Me acordé de algo.

—¿De qué?

—¿Te acordai de tu primer beso?

—Ah... Jorge por favor. No me hagas recordar ese momento humilde en el que te di un beso. Ni siquiera fue un beso como tal, solo fue un piquito... Ya quisieras tú que hubiese sido un beso.

Se rió. —Ya quisiera yo que hubiese sido un beso. No puedo po, cabra chica. Paso el límite de edad.

—¿Ah, sí? Una pena.

—¿Verdad? —dijo con todo el tono curioso y con los ojos puestos.
No, no puedo. No puedo. No puedo. No, Lucía, evitalo... Tu puedes, tu puedes... No pude. Sus labios tocaron los míos, pero no por mucho. Me quité y justo fui bendecida por el sonido del timbre.

—Ah, mi hermano. Hasta que se dignó a llegar el muy pavo. —me eché un poco para atrás y miré hacia la puerta.

Jorge se levantó a abrir la puerta y sí, era el Miguel, que justo coincidió su llegada con la de la enamorada de este otro. Me levanté del sillón y fui a saludar al Miguel.

—Ya llegué. ¿Hace cuánto llegaste tú? —me preguntó.

—Recién nomás... Hola Lorena. Tanto tiempo.

—Hola Lucy. ¿Como tay?

—Bien, ¿y tú?

—Bien igual. Gracias.

—Miguel, hazla corta. El pique a san miguel no es tan corto desde acá...

Me quedé al lado de la puerta esperando a que Miguel hiciera lo suyo, mientras no quitaba la mirada de la Lore con el Jorge.
Tan oportuno que es. ¿Por qué no se puede tener un momento en paz con él? ¿Sabrá que me peleé con el Claudio y por eso hace eso? La casualidad siempre ha dado en esos momentos. Por eso lo digo. Ya me quiero ir, es mucha presión en este lugar. En fin, por los viejos tiempos, ayaaai.

Cuando por fin Miguel se dignó a salir, caminamos hacia un negocio que quedaba de camino al paradero.

—¿Y por qué tenemos que ir a almorzar? —preguntó descaradamente.

—Porque hoy llegué a la casa y la mamá andaba choria, así que nada mejor que llevarle un cacho a la casa... Mentira. Pero sí, les hace falta convivir con sus hijos. Si hace de cuenta que ahora están solos, después de estar casi veinte años con los dos en la casa.

Me miró con lata. —Ya... ¿Y te pasó plata para comprar?

—Sí, ¿por qué?

—Yo pago, guardasela.

—En ese caso, ¿me comprai un dulce?

—No.

[15:20]

Ya habíamos almorzado. Mi mamá hizo sopita. No me gusta mucho la sopita, pero supongo que no hay que regañar y hay que comer lo que sirvan nomás. Ya si, igual hacía frío y estaba como para tomar sopita.

Ahora estábamos con Miguel tirados en el sillón viendo tele. Es como revivir momentos de cuando éramos chicos y nos tirabamos tempranito a ver tele.

—Mira Miguel, ahí sales tú. —le señalé con el control en la mano a Bam bam.

Me chasconeó. —Tú te pareces a la mascota. —se rió. No me queda duda de que sigue teniendo las ganas de lesearme. —Tú con la Ceci son como Vilma y Betty. ¿Te acordai que tenias un vestido blanco?

Te dedico un solo... 🎸 Claudio NareaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora