11. ¿A dónde?

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Durante la tarde paseé con ella, mientras veíamos discos y contábamos chauchas.

Al final compramos un vinilo entre los dos, que decidimos compartir. Así que le dije que se lo quedara ella mientras.

La vine a dejar a su casa, antes que sus papás llegaran de donde sea que deberían llegar, y que Miguel decidiera venir.

—La pasé bien esta tarde contigo, Claudio. —sonrió.

La abracé. —Yo también la pasé bien... Sobre todo cuando compramos el vinilo. —se rió. —Cuídate, Lucy... Así te vuelvo a sacar.

Me miró con unos ojos que me mataron internamente. —Me avisas sipo, no como hoy día. Normalmente mi mamá está en la casa. Te quiero. —me abrazó a medias, ligeramente de puntas y me dio un beso en la mejilla cerca de mi boca. —Chao. —se despidió con una sonrisa y entró a su casa.

—Chao... —no se si haya sido para tanto, pero yo no esperaba eso. Supuestamente fue en la mejilla, pero fue casi en mi boca. Esta chiquilla me va a terminar borrando la conciencia.

Narra Lucy.

No tengo idea de donde saqué la idea de despedirme de beso, solo fue un impulso de costumbre.

Eran casi las 5 de la tarde y habíamos salido a las dos de la casa... creo. Mi mamá volvía a las cinco y media, mi viejo a las seis estaba aquí y Miguel... no sé. Es Miguel.

Di una pausa por un momento para analizar todo lo que hice, antes de subir a mi pieza. No puedo creer que hoy falté a clases, salí con Claudio, compré un vinilo, volví y aquí estoy... Voy a empezar a almorzar en mi casa mas seguido, esperemos que mi mamá me haga comida.

Subí y dejé el vinilo sobre el escritorio, luego de eso, me tiré a la cama. Igual era agotador caminar por el centro, nada que decir.

Claudio fue un caballero todo el camino. Aunque a veces no se nota, pero las pequeñas acciones son las que importan. Ojo con ese chiquillo.

Escuché el portón de la casa y, evidentemente, sí era mi mamá. No fallaban los cálculos ni los horarios.

Me quedé en mi cama, revolcandome de felicidad, hasta que escuché a mi mamá gritarme. —¡Lucia! ¡¿Llegaste?!

—¡No!

Suspiré y me tiré al piso desde la cama. —¡¿Puedes venir un poco?! —me volvió a llamar.

Me levanté de la cama y bajé al primer piso. —¿Qué pasó, mamá?

—¿Por qué faltaste? —me preguntó directamente.

Se enteró. ¿Se enteró? ¿Y tan rápido? —¿A donde? —me hice la tonta un rato.

—A clases, Lucía. ¿Tú crees que yo no sé? —la miré indignada. Ligeramente, así no era tan notorio. —¿Por qué faltaste?

Suspiré. Yo creo que ya no queda nada por hacer, solo respaldarme en la casa. —Es que después de almuerzo me dolió la guata, así que preferí quedarme aquí en vez de ir a sufrir al liceo...

Me miró seria, pero no parecía muy convencida de mi respuesta. —Ya, bueno. Para la otra le mandas saludos al Claudio.

Pasó por mi lado para subir las escaleras, y cuando dijo eso yo me di vuelta de inmediato. ¿Cómo es que se había enterado?

La seguí hasta su pieza, donde me senté en su cama y la miré ordenar la ropa. —¿Y cómo sabes que fue por él?

Encogió los hombros. —No sé. Pero hasta tú me lo acabas de confirmar. —me jodí sola, cabé mi propia tumba— Es que, tengo un par de ojos allá. —la miré seria. —Es broma, pero te asustaste igual. Lo que pasa es que estaba hablando con la vecina, y dijo que la Lucy andaba con un chiquillo que la ha venido a dejar varias veces este último tiempo. Claudio es el único que se atreve a venir a dejarte. Dejarlos, mejor dicho. Hasta a tu hermano.

Feña no es, claramente, porque hace tiempo que ni se acuerda de mí existencia. Y dudo que Feña nos viniera a dejar con Miguel. —Esta vecina, Dios mío. Tan poca vida que tienen...

—Pero en realidad, me molesta el hecho de que hayas salido de clases, no lo voy a negar, pero por lo menos saliste con él y no con alguien más.

La miré impresionada. —Aaah, mira tú. Solo por haber sido él... El elegido, le diremos.

Me reí y ella igual. —Anda a verlo de nuevo nomás. Mira que te está esperando gracias a mí.

—Naah, si ya se fue. Mentirosa. —la miré de reojo, pero caché que me quedó mirando. —¿Se quedó? ¿Por qué?

Encogió los hombros. —Anda antes que me arrepienta, porque no deberías andar saliendo tampoco.

Me levanté disimuladamente rapido, y al salir apresuré el paso.

Esperemos que aún esté ahí.

Con fe, llegué a la puerta, la abrí y ahí estaba. —Te demoraste harto igual. ¿Que pasó?

—Nada, solo que... ¿por qué te quedaste? ¿No tenías cosas que hacer?

Negó, pero como que hizo para lado y lado de indeciso. —Es que tengo que ir a ver a mi abuela. Pero puedo ir contigo... Si quieres ir, claramente.

Lo miré fijamente un segundo. No es que no quisiera a la abuela, pero quisiera haberme quedado con él. —Y si no quiero ir, ¿no pasa nada? —negó. —Ya, vamos.

Me tomó del hombro y me llevó al ritmo de él.

(...)

—Mi abuela quería verte de nuevo... Hace un tiempo les dio con haberte llevado a la casa con Miguel también, pero encuentro que es mucha responsabilidad. No en mala, sino que son distintos temas. ¿Me entiendes... algo?

Intenté procesar lo que más pude con mi cerebro trabajando a full para concentrarme en eso y no en que me lleva a donde su abuela después de que mi mamá me dijera que lo viniera a ver. —¿Qué? Ah, si... —me miró como si supiera que no estoy poniendo atención. —Claudio, perdona, no vengo pescando mucho. Aunque si entendí en que es mucha responsabilidad.

Suspiró y me rodeó la cintura. —Yo creo que ponte a este lado. —me movió por delante de él al lado de las casas en vez de la calle. —En todo caso ya vamos llegando si. Es la casa que sigue de la esquina.

Caminamos y caminamos en silencio, hasta cruzar la esquina. —Oye, ¿es solo tu abuela? —negó. —¿Tu mamá?

—Mi hermano. Mi mamá no viene hoy. —okei. Hizo un stop y abrió el portón de una casa media blanca. —Pasa.

Entré y luego esperamos a que abrieran la puerta. —Menos mal llegaste, casi me toca hacer la once a mi. —bromeó el hermano de Claudio. —Hola Lucy. —me saludó.

—¿Cómo estás?

Miró hacia Claudio. —Ahora bien, porque llegó mi rescatista. —nos reímos.

Lo ignoró y aún así preguntó donde estaba su abuela. —¿Y tu abuela?

—Le está haciendo once al mal hablado del Jorge. —vino a saludarnos desde la cocina.

Me abrazó antes que a Claudio. —¿Y esta chiquilla que hace aquí? ¿Cómo está?

—Bien, ¿y usted?

—Bien, mi niña. ¿A qué la trajo este muchacho?

Encogí los hombros. —No sé, yo la vine a ver a usted si. ¿Ya? Ya.

Se rió y me abrazó. Luego se dirigió a los dos muchachines. —Ustedes tienen que darme alguna bisnieta. No puedo morir sin verlos con alguna niñita en la familia. Ya, ¿vamos a tomar once? Hice pan recién, pero yo creo que alguno tendría que hacer el sacrificio de ir a comprar cecina.

—Que vaya el Jorge, tiene que aprender. —sugirió Claudio.

—¿Y por qué no tú? Puedes salir al tiro si vienes llegando.

—Ya, por weones van los dos. Me quedo yo con la Lucy a hacer la once mientras compran.

Él me miró con una cara de pena, incomparable. Levanté mis manos en señal de nada que hacerle y me fui a la cocina.

Te dedico un solo... 🎸 Claudio NareaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora