Capítulo uno

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THE ONLY TIME 1954

Hacia demasiado frío para considerarse temporada de verano, el viento soplaba con fuerza combatiendo contra las ramas de los árboles y haciendo volar sus hojas. En un parque cercano a la carretera de Derry el césped recién regado desprendía olor a tierra mojada y entre los arbustos una niña miraba hacia el cielo, específicamente, el papalote de color rojo que revoloteaba y luchaba por no perder, pero era difícil, el aire desordenaba sus cabellos de un rubio oscuro y ella, en su plena inocencia, creyó que volaría también. O tal vez, flotaría.

Era inocente, como cualquiera de nosotros en nuestra infancia lo era, claro. Pero no era tonta. Tampoco cobarde y mucho menos ciega ante el peligro. Sabía perfectamente que Derry no era el lugar más seguro de todo Estados Unidos, y también sabía que en algún lugar de las afueras el peligro la asechaba, pero no cualquier peligro. Ese peligro. El peligro que atormenta a los niños, que los adultos niegan y algunos adolescentes también temen. Lily Harper era demasiado pequeña para explicarlo, demasiado infantil a los ojos de los chicos de su escuela y demasiado tonta a los ojos de sus madre. Pero a sus propios ojos ella era lista, tal vez más lista que los demás, y más que eso, observadora.

Sabía que los adultos no lo creerían, sabía que nadie la creería si contara que, constantemente revisaba sus espaldas temiendo encontrarse con un monstruo que la asechaba y en el momento que ella lo notaba, le mostraría sus dientes afilados—amarillos, salpicados de rojo por la sangre de los niños que comió antes que a mí—y la devoraría de dos o tres mordiscos. Claro, era absurdo, pero para ella no lo era. Para una Lily de siete años recién cumplidos no lo era.

Pero tendría tiempo para pensar en eso después, tal vez cuando estuviera cenando y su madre, como siempre, estuviese en silencio viendo la televisión. O cuando fuera a dormir y apagara todas las luces, quedando en una oscuridad profunda y tensa que le ponía la piel de gallina. Pero ahora no, el monstruo, el peligro, nada de eso la asustaba tanto en ese momento, lo que ocupaba su atención era su papalote, con el que luchaba porque no saliera de sus manos y se perdiera entre los cielos.

—No te vayas—Le ordenó al objeto, viéndolo desde abajo, y el papalote revoloteó como si no la oyera, ella creía que la estaba ignorando, tal vez sí era muy tonta para saber que los objetos no entienden, no hablan y no ven—No te vayas, quédate ahí. No, ven aquí, regresa. ¡No te vayas!

—No puede oírte—Dijo de pronto otra voz, más fuerte y casi irritada. Lily volteó y lo miró, por primera vez, lo miró.

Era un niño.

—¿Qué?—Pregunto, sin saber porqué, y el niño se acercó más, pero ella retrocedió. Creyó que el niño se transformaría en un perro grande y la mordería hasta dejar sus huesos.

A Lily le daban miedo los perros, aunque no supo exactamente porque. O más bien, lo sabía, pero no lo recordaba.

—No puede oírte—Repitió el niño y quedó a casi dos metros de distancia de la chica rubia, ella lo observó. Era delgado, un tanto chaparro y su cabello era oscuro. Sus ojos se veían demasiado grandes por las gafas que usaba, unas gafas muy feas a su punto de vista y noto el abrigo azul que llevaba—Los papalotes no oyen.

—¿Tú quién eres?—Preguntó Lily, alzando una ceja y observándolo de arriba a abajo.

—Soy tu compañero de la escuela—Dijo el niño y se acercó más, pero Lily volvió a retroceder.

—Nunca te he visto—Dijo ella, casi frunciendo el ceño y sus ojos azules escanearon al desconocido—Eres un mentiroso.

No soy un mentiroso—Gruño el niño—Me llamo Richie Tozier y voy en segundo B. Tú vas en segundo A.

Lily se quedó callada, observando fijamente a Richie, y él sintió que lo estaba juzgando de loco. La niña pensaría que se abalanzaría sobre ella y le clavaría un cuchillo en el cuello, como en las películas que aveces ponían en el Aladdin, pero ella en realidad estaba tratando de recordarlo.

—Eres extranjera—Dijo Richie de repente, y la niña se asustó.

—¿Cómo sabes eso?—Pregunto Lily, incómoda, aún sosteniendo su papalote entre sus manos, que volaba todavía en los cielos de forma despreocupada, el viento se había calmado y ninguno lo notó.

—Por tu acento—Dijo con una leve sonrisa y acomodándose las gafas—Y porque mi madre conoce a la tuya.

—No quiero seguir escuchándote—Dijo repentinamente Lily y jaló su papalote hacia ella, frunciendo el ceño, Richie parecía confundido—Estás acosándome, ¡sabes todo de mí!

—No estoy acosándote—Replicó Richie, calmado y tratando de acercarse, pero ella lo evitó.

—Lo haces—Dijo, retrocediendo—No sé quién seas pero tampoco quiero saberlo, y además, volveré a mi país pronto, ¡ya no te veré, Richie Tórtola!

—Tozier—Corrigió, con una expresión irritada—No me has dicho tu nombre.

—Deberías saberlo si me acosas—Dijo ella, con una ceja alzada y Richie se preguntó porque era tan desafiante, aveces no entendía a las mujeres.

—No te acoso.

—Me llamo Lily Harper—Dijo ella de repente y hasta sonrío, Richie creyó que estaba chiflada—Lily Harper Everett.

—Bueno Lily Harper Everett—Repitió Richie, y la chica se sobresaltó, su voz había cambiado, ahora añadía un ligero tono irlandés, aunque Lily creyó que debía mejorarlo—¿De dónde eres? ¿De Francia?

—Soy de Alemania—Contestó Lily, con las mejillas enrojecidas y apretando el papalote entre sus manos, se veía frustrada, ese tal Tozier la estaba irritando.

—Alemania, ¿eh?—Richie se rascó la barbilla con los dedos, como si fingiera pensar algo importante y sonrío—Y bien, Lily, ¿han terminado de reconstruir después de la segunda guerra mundial o siguen viviendo entre escombros?

—¿Escombros? ¡Cállate, eres un tonto y no sabes nada! ¡Y te metes en todo!—Grito ella, parecía bastante enojada a decir verdad—¡Vine aquí por la guerra, pero regresaré pronto a mi país, a mi escuela y veré de nuevo a mis amigos y a mis abuelos, todos están en Alemania, en München!

—¿Dónde?

—¡En München! En el sureste, creo... Mamá me dijo que es una ciudad importante, pero que los judíos eran una mierda, ¡y yo también lo creo!

—Yo tengo un amigo judío—Dijo Richie, observándola fijamente y por un segundo creyó que la cara enrojecida de Lily estaba apunto de explotar, de un momento a otro había roto en llanto por la frustración. Realmente estaba enojada. Pero Richie no entendía porque—¡Calma, rubia! ¡Se te van a salir los ojos como a los perros pug si sigues así!

Lily lo observó por algunos segundos, Richie vio que bajaba el papalote de los cielos. Y luego salió corriendo, dejando a un Richie de siete años cada vez más confundido y con el corazón latiéndole a mil por hora.

—Creo que la guerra le ha afectado—Susurró y regresó a casa.

Papalote《𝓡. 𝓣》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora