Capítulo veinte

1 0 0
                                    

STEPSIBLINGS 1958

—Tienen que prepararse, porque la próxima semana iremos a la casa de Neibolt—comentó Beverly, con el rostro pálido y los labios temblando ligeramente.

—¿Por qué tenemos que ir?—preguntó Stan, para nada convencido mientras cruzaba los brazos—Eso podría... matarnos.

—Bill y yo ya lo decidimos—dijo Beverly.

Nuestras miradas se enfocaron en Bill, que estaba callado, junto a Beverly con las manos en los bolsillos y la mirada en el suelo. Su tartamudez había empeorado en los últimos días—quizá por el estrés, o por el miedo—y ahora Beverly hacía de su intérprete.

—Bien—volvió a decir Beverly, colocándose las manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros—nos vemos mañana, en los Barrens. ¿De acuerdo?

—De acuerdo—respondió Eddie antes de aspirar su inhalador, y todos nos dimos cuenta que fue el único que contestó.

No podía identificar que era, pero cuando los veía, un sentimiento extraño, como de miedo, surgía en mi pecho, en mi estómago, me revolvía a tal punto que sentía muchísimas ganas de vomitar al mismo tiempo que de llorar. Derramaban miedo, tristeza, preocupación, nervios. Emitían tantas emociones y sentimientos a la vez que, de alguna manera, sentía que yo—al ser la única que podía verlo—las absorbía y al final del día quedaba recatada como un globo lleno de helio que seguramente explotará en algún momento.

—¿Te sientes bien?—susurró Richie, tomando delicadamente mi mano y su calidez me hizo sentir mejor.

No me había dado cuenta hasta ese instante que éramos los únicos que seguían de pie al medio de la calle. Sus ojos reflejaban una ingenua preocupación y un intenso amor que, me hacía sentir como una mujer afortunada. Pero Richie era solo mi amigo.

—Lo estoy.

—Vayámonos juntos—dijo, con una sonrisa tímida y me hizo una seña hacia su bicicleta.

—No puedo, Richie—contesté y noté que su sonrisa se borró—Henry pasará por mi—un silencio incómodo se formó—pero... es porque Butch lo ha obligado.

—Aveces olvidó que tienes a un imbécil como hermanastro—dijo, con una sonrisa burlona y sin quererlo, me reí.

—Ojalá también pudiera olvidarlo.

Nos quedamos en silencio, tal vez por cinco o siete segundos, pero ambos lo percibimos como horas. Cuando nuestras miradas se encontraron en medio del silencio, sentí alivio, sentí ganas de llorar, porque era como una forma de desahogarme sin decir palabras, era como hallar un lugar seguro en Richie. De alguna forma, todos esos sentimientos que me atormentaban en el interior, se liberaban. Richie era mi único lugar seguro hasta ese momento.

—¿Qué haces aquí, bocazas?—preguntó la voz ronca de Henry, de pie a unos metros nuestro con las manos en los bolsillos y Víctor y Belch a su par, observándonos.

Era raro, porque a pesar de que Víctor estaba ahí, el latir acelerado de mi corazón que surgía cuando lo veía, ya no era tan fuerte. A pesar de todo, nunca había dejado de verlo con ojos de amor, o quizá, ya no eran de amor, solo de cariño.

—Ya me iba—dijo rápidamente Richie—solo acompañaba a Lily en...

—No necesitas acompañarla—dijo Henry—ya hemos llegado, puedes largarte ya.

Richie no contestó, se limitó a asentir con la cabeza, el ceño fruncido y acercarse a su bicicleta, la montó y se fue sin mirar atrás. Una parte de mí se fue con él, y esa presión surgió de nuevo en mi.

—¿Qué demonios esperas?—preguntó Henry—vámonos de una vez.

Gire a verlo y asentí, los vi darme la espalda mientras comenzaban a caminar en dirección contraria a la que Richie se fue, al cabo de unos segundos los seguí. Ellos avanzaban con rapidez, quizá porque eran más altos, más grandes, más fuertes, y yo tenía que caminar el doble de rápido—cansándome con facilidad—para alcanzarlos.

Oía sus pláticas, a pesar de caminar apartada de ellos, oía sus chistes, sus comentarios incómodos y sus conversaciones subidas de tono, también oía la risa de Belch y aveces notaba que Víctor me miraba de reojo.

—¿A dónde iremos mañana, Henry?—preguntó Belch, al mismo tiempo que se rascaba sin ningún tipo de vergüenza en zonas que no me atrevería a mencionar.

—Quizá al Aladdin—dijo, mientras caminaba sin apartar la vista del frente—he invitado a Patrick.

No hubo necesidad de nada más, todo el calor que Richie me había dejado pareció desvanecerse en cuanto escuché el nombre de Patrick. Aquel miedo único surgió nuevamente en mi. Reinó en aquel torbellino de emociones dentro de mí y me hizo sentir vulnerable, como un golpe repentino en el pecho o un nudo en el estómago que me apretaba, dejándome sin aliento.

—¿Qué Patrick? ¿Patrick Hockstetter?—cuestionó Víctor, con el ceño ligeramente fruncido.

—¿Conoces a otro Patrick?—dijo Henry, de mala gana.

Era una sensación intensa, casi paralizante, que invadía mi mente y mi cuerpo en cuestión de segundos, me traía de vuelta recuerdos y sentimientos del momento. De aquel momento.

FLASHBACK
—¡Para!—ordeno, con voz fría y sin un toque de piedad—¡para o te mataré!

Fue por un segundo que gire hacia atrás, cuando vi su rostro enrojecido y sudado por la carrera, sus manos intentando tomarme y la forma en la que sus cabellos se alborotaban cuando corría. Una rama me impactó en la cara y me hizo ir hacia atrás, las manos sudorosas de Patrick me tomaron la cintura y entonces me hizo caer sobre las hojas, con el encima mío mirándome de una forma aterradora. Tenía miedo, tenía mucho miedo en ese instante.
FIN DEL FLASHBACK

—No—dijo Víctor, con un tono más severo—es solo que me ha sorprendido. Creí que no le hablabas.

Me sentía tan atrapada, en un peligro constante a pesar de estar lejos de Patrick, de aquel joven de labios carnosos y manos sudorosas que con una simple sonrisa me hacía llorar, me enfermaba con su toque, me hacía temblar cuando sentía su presencia. Era un jodido loco.

—Pues lo hago—refunfuñó Henry, como si algo ocultara—nos entendemos en muchas cosas.

«Él me ha tocado, Henry—pensé, a medida que mi respiración se volvía entrecortada y mi corazón latía más rápido. Cuando mis músculos se tensaron, sentí como si mis piernas se negaran a avanzar, como si de un momento a otro mi cuerpo fuera a caer al suelo y mi cerebro fuera lo único consciente.

—Lily también querrá ir, ¿a qué si, Lily?—dijo Víctor, pasándome un brazo por los hombros para acercarme a él, mientras me sonreía.

Aquel sentimiento se había vuelto tan fuerte que ni siquiera había escuchado la conversación a mi alrededor, y aunque en cualquier momento me hubiera sonrojado y sentido bastante nerviosa por el contacto con Víctor, en ese momento solo sentía repentinas náuseas, mareos, pero no era por Víctor, era por Patrick.

—No llevaré a Lily ni aunque mi padre me azote el cinturón veinte veces—dijo Henry, con un bufido y entonces me lanzó una mirada fugaz, luego volvió a ver al frente.

Pero entonces se detuvo, y todos nos detuvimos con él. Henry giró a verme, con una expresión de confusión y, en el fondo, de preocupación.

—¿Qué demonios te pasa?—pregunto, mirándome fijamente y solo entonces me di cuenta que ellos notaban lo que sentía.

—Nada—contesté rápidamente—solo que me ha dolido la cabeza.

Intenté caminar, pero mis piernas no me respondían. Mi visión se había nublado, todo se veía tan borroso, tan extraño, el ruido era seco, lejano y de pronto, todo se volvió negro.

Papalote《𝓡. 𝓣》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora