Capítulo tres

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LILY ' S  POV

Margaret Everett—a quien yo llamaba madre—estaba drogada en en salón, llorando y gritando. Tenía yo nueve años cuando mi padre murió, ella me culpó. Me culpó por años aunque él estaba en Alemania cuando pasó, nunca quiso a mi padre y yo lo sabía. Ella nunca me lo dijo, pero yo podía verlo. En sus ojos había cansancio, no parecía ser por estrés, por nervios o por preocupación. Era por drogas, y porque mi padre ahora estaba muerto, ella debía trabajar para mantenernos. Siempre odio trabajar, la única razón por la que seguía con mi padre era porque él nos mantenía. Eso tampoco me lo dijo, pero yo podía verlo. En ella había rencor, ira, dolor y sufrimiento, cuando la veía a ella podía ver lo mismo que veía en Henry Bowers.

THE SECOND TIME 1958

Apenas timbró, salí del aula encogiéndome de hombros y mirando a mi alrededor, Henry me la tenía jurada y sabía que, apenas me viera, me mataría. Me escabullí entre la multitud de chicos desde primer hasta sexto año que vagaban por los pasillos, recibí empujones y algunos pisotones, pero al menos podía ocultarme entre las chicas y los chicos que hablaban sin prestarme atención. Que sin saberlo, me estaban salvando la vida en ese instante.

Constantemente volteaba hacia atrás, fijándome en las personas que salían de quinto A, mi aula. Se había vuelto una mierda cuando Henry reprobó y repitió el año, ahora íbamos en el mismo salón, y sus molestias aumentaban.

«Aveces sentía jalones de pelo, bolas de papel golpeando mi cabeza y cuando las abría decían insultos como zorra, puta o estúpida, no hacía falta preguntar, bastaba con ver la fea caligrafía y sabía que eran de Henry. Otras veces sentía un lápiz picándome las costillas con mucha fuerza, algunas veces también pateaba mi pupitre y cuando iba de buen humor le bastaba con mirarme con desprecio—Dije, mentalmente, como si estuviera dando una entrevista, pero sin dejar de voltear hacia atrás—si hubiéramos salido por número de lista, Henry me habría esperado afuera. Gracias a Dios y a todos los santos que existen, no fue así.

Fue la séptima vez que volteé, más o menos, cuando divisé la figura de Henry, en los últimos años había mantenido su complexión delgada, pero también atlética—ayudaba a su padre en la granja, según escuché decir a Ben Hanscom—y tenía los músculos suficientes para intimidarme. Yo no era nadie contra él, solo una chiquilla bruta e incapaz de defenderme.

Tal vez fue por mi desesperación de huir antes de que me viera, que choqué mi hombro con alguien, escuché un quejido salir de sus labios, y otro salir de los míos, pero no me detuve.

—Lo siento—Susurré, casi al aire, no supe quién fue, solo pude ver sus enormes gafas y por un segundo, sentí que lo conocía,
(Richie)
pero realmente no tenía la menor idea de quién podría ser. Avancé a tropezones hasta que llegue a mi casillero, no podría encontrarme ahí, estaba junto a la sala de profesores y no tenía agallas para acercarse a ese lugar. O eso creí.

Tal vez no para acercarse y enfrentarme directamente. Pero si para dejar notas. Y eso era exactamente lo que había hecho. Los casilleros no eran tan viejos, estaban recién pintados y tenían tres rejillas en la parte superior, como si necesitaran ventilación—pero era estúpido, porque no respiran—estaba estrictamente prohibido, lo decía en el reglamento, no podíamos pegar nada a las puertas. Pero Henry no conocía el reglamento.

Había un trozo de hoja, en una esquina estaba manchado por tierra o algo así. Tenía un débil pedazo de cinta transparente que lo adhería a la puerta, y en el centro, estaban trazadas las feas letras chuecas de Henry, con plumón negro, decían: LAS ZORRAS HUÉRFANAS DEBERÍAN REGRESAR A SU PAÍS, QUE SE JODAN LAS PUTAS COMO LILY EVERETT.
Y abajo tenía un dibujo mal hecho e implícito que no me atrevo a describir. Quite la hoja de un tirón y la arrugué entre mis manos haciéndola una bola.

Papalote《𝓡. 𝓣》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora