Capítulo ocho

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THE FIRST BROKEN HEART 1958

Encontré la constelación más
bella reflejada en tus ojos,
descubrí la verdadera belleza
reflejada en tu mirada,
supe que la dulzura más profunda
residía en tus labios,
y hallé el mayor tesoro cuando
llegaste a mi vida.

...Mi corazón comenzó a latir con fuerza apretando el poema
entre mis manos, pasé horas escribiendo y reescribiendo cada palabra, esperaba que de alguna forma, esos versos alcanzaran a Víctor de la misma forma que él me había alcanzado a mí. Así que me quedé de pie en la esquina de Jackson Street, donde sabía que, tarde o temprano, Víctor pasaría caminando. Era ahí donde siempre me lo topaba—desde que comencé a juntarme con los perdedores—y ese día no sería la excepción.

Escuché pasos relajados y al girar vi la figura alta y delgada de Víctor, con una expresión seria en su rostro y su mirada perdida en miles de pensamientos que, de alguna forma, sabía que tenían que ver con los cursos de recuperación de año. Sus cabellos rubios caían por su frente y se levantaban ligeramente a cada paso que daba, el sol se reflejaba en ellos y los hacía brillar como si fueran las más preciosas estrellas, tenía las manos en sus bolsillos y los labios—aquellos labios que siempre ansíe poder besar—firmemente cerrados en una línea fina.

—¡Víctor!—Dije, con la voz temblorosa por el nerviosismo y las manos sudando todavía con el poema entre mis manos.

Lo vi detenerse frente a mi, entonces su mirada se enfocó en mí y nuestras miradas se encontraron, un sentimiento de felicidad me invadió y una sonrisa se formó en mis labios. Cuando lo veía, a menudo veía a ese chico intimidante, frío y distante, pero en el fondo de él también podía ver aquel chico gentil y agradable que me cubrió semanas atrás. Él tenía un lado que ocultaba a los demás, pero que yo podía ver.

—¿Qué?—Dijo él, viéndome fijamente y percibí algo de fastidio en su voz. Me había quedado callada demasiado tiempo, solo viéndolo.

No pude decirle nada, las palabras se me atoraron en la garganta por los nervios que me generaba tenerlo de frente. Extendí mi mano temblorosa con la hoja de papel doblada en dos hacia su dirección y vi como su mirada se desviaba de mí hacia el papel, alzó las cejas con un toque de curiosidad y después de dudarlo, la tomó. La observó por algunos segundos y después volvió a verme con una mueca de confusión.

—¿Qué es esto, Lily?—Preguntó, su voz sonaba dudosa y ligeramente desconfiada.

—Lo escribí para ti.

Entonces vi como alzaba más la ceja derecha, se encogió de hombros y siguió caminando, sin decirme más nada. Me dio la espalda siguiendo su camino por la calle, alcancé a ver como desdoblaba la hoja, la observo tal vez por dos segundos y la arrugó entre sus manos, luego la lanzó al suelo.

«No puedo creerlo—pensé, viendo el papel arrugado y desecho en el suelo, lo que me hizo sentir una punzada de dolor en el pecho. Tuve que contener las lágrimas y cuando volví a verlo, Víctor había desaparecido por la calle—Fuiste demasiado ingenua, Lily. Chicos como él no se fijan en chicas como yo.

Suspire, un largo suspiro tratando de no echarme a llorar ahí mismo y agache la mirada, sintiendo como si me quedara con todo el amor entre las manos. Fue una idea estúpida, tal vez había sido un poema estúpido también, pero me había esmerado en escribirlo y Víctor simplemente lo desechó.

—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí?—Preguntó Richie, con un toque juguetón en su voz y cuando alce la vista lo vi a unos metros de mi, con el poema entre sus manos—¿Esto es tuyo?

Lo mire confundida, por unos segundos hasta molesta, no estaba del mejor humor para soportar sus chistes y verlo con esa hoja entre sus manos, me hacía sentir peor. Sentí una ola de vergüenza golpearme con fuerza y no pude decir nada cuando Richie comenzó a leerlo en voz alta.

—Encontré la constelación más bella reflejada en tus ojos, descubrí la verdadera belleza en tu mirada... ¡Vaya! ¿tú escribiste esto?—Preguntó, levantando la cabeza con una mirada sorprendida.

Entonces yo asentí, sin más que hacer, solo desvíe la mirada con vergüenza en mi. Pensé ¡Oh, bien! ¡Ahora se reirá a carcajadas y comenzará a hacer chistes sobre mis sentimientos! Pero luego lo mire acercarse más, leyendo de nuevo el poema en voz baja.

—Es increíble, Lily. ¿Por qué lo tiraste?—Dijo, mirándome a los ojos y con esa sonrisa reconfortante en sus labios que hizo que el nudo en mi estómago se deshiciera un poco—Lo digo enserio, es uno de los mejores poemas que he leído.

—No sabía que leías poemas—Susurre, mirándolo con una ligera sonrisa, viendo cómo doblaba el poema con delicadeza y me lo entregaba.

—No muchos, ¿sabes? Pero a mi madre le gustan, aveces los escribe—Dijo, acercándose más a mi—¿Para quién es?

—Para Víctor—Suspire, desviando mi mirada de la suya mientras guardaba el poema en mi bolsillo—Pero ni siquiera lo leyó, solo lo botó.

—Víctor es un completo idiota por no ver lo que tiene enfrente—Bufó, cruzándose de brazos y recargando su espalda en una pared cercana.

Sentí algo raro. Cuando comenzó a leer mi poema en voz alta me sentí incómoda, más que nada avergonzada, pero cuando me halagó sus palabras me sorprendieron. De alguna forma me hicieron sentir menos... menos tonta. Cuando dijo que Víctor era un idiota, algo en mí quiso sonreír. Tal vez tenía razón, tal vez estuve perdiendo el tiempo. Me costaba verlo de esa manera, pero... sus ojos me decían que él lo veía claro. Y por alguna razón, me reconfortaba.

—Yo lo veo diferente—Dije, sabiendo que era verdad—hay algo en él que los demás no pueden ver, pero que yo sí veo.

—Pues el amor te habrá cegado, porque yo lo veo igual de idiota que siempre—Contestó con tranquilidad, se acomodó las gafas en el puente de la nariz con dos dedos y comenzó a silbar. Luego dejó de hacerlo y se empezó a reír.

No pude evitar sonreír con timidez, sentir una ligera chispa en mi interior. Richie era el último chico al que habría considerado dedicarle atención, pero en ese momento, algo en su sinceridad y sus palabras derrumbó una barrera en mí que no sabía que existía.

—Gracias, Richie—Murmuré, sin estar completamente segura de a qué agradecía más, si al cumplido del poema o al hecho de que Richie me había visto de una manera en que Víctor no lo había hecho.

—¿Gracias por qué?

Por halagar mi poema.

Papalote《𝓡. 𝓣》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora