Capítulo cinco

26 6 0
                                    

ESO 1958

Mamá—pronuncié.
(Eso está en Derry, eso a lo que tanto temo está en Derry y viene a por mí)

Tal y como sospeche, mi madre estaba ahí. Sentada en el sofá que había al centro del salón, con la mirada perdida, sus pupilas estaban dilatadas y tenía los brazos sobre las rodillas, un olor intenso inundó mis fosas nasales y lo supe: estaba drogada, otra vez.

—Mamá—Repetí, acercándome unos pasos buscando una respuesta, pero parecía no oírme—Mamá...
(Sálvame, sálvame porque eso viene a por mí)

Pero ella seguía sin oírme, sacudí ligeramente su hombro y entonces alzó la cabeza en dirección a mi, entrecerró sus ojos como queriendo enfocar su vista en mí y sus pupilas dilatadas me asustaron, no parecía mi madre, no era mi madre.

Era su misma apariencia, con el cabello rubio oscuro idéntico al mío, los ojos azules y cansados que llevaba años observando y sus labios resecos entreabiertos que dejaban ver algunos de sus dientes. Sí, tenía la misma apariencia, pero no era ella, y lo sabía porque no se veía como normalmente. No podía ver la ira, ni el dolor, ni el rencor que desprendía su mirada, o el sufrimiento que había en su semblante. En ella no había nada, estaba seca y vacía, en su interior no había un corazón, solo un oscuro pozo sin fondo que desprendía un aura amenazante y al que podría saltar y jamás volver a aparecer.

No era mi madre, era
(Eso)
alguien más. Cualquier otra persona, pero no mi madre.

Sus labios resecos se movieron y se encorvaron en una sonrisa espeluznante, un grito ahogado se atoró en mi garganta cuando, con terror, la observé. De su espeluznante sonrisa brotaban dientes amarillentos y puntiagudos, como de una bestia, y sangre comenzó a escurrir como si fuera la saliva del hocico de un animal, sus ojos se volvieron amarillos y su piel empezó a tornarse pálida, su cara se deformó y al ponerse de pie retrocedí cuando noté que, lo que sea que fuera eso, había tomado una altura sobrehumana, encorvándose al chocar parte de su cuerpo con el techo.

—No te asustes, Lily—Dijo, no era su voz. Era la voz de un monstruo, como ella—vas a flotar, todos flotaremos.

Mi espalda chocó con el mueble de la televisión, tan dolorosamente que sentí que la punta de la madera se me había clavado en la carne, pero eso se acercaba.
(Eso no está solo en Derry, mamá. Está en casa y vino por mi, me matará, me despedazará y me comerá. Como a los otros)

Un grito de terror salió de mis labios, tan fuerte que vi a la criatura retroceder y sentí como si un temblor retumbara por las paredes de la casa, entonces mis piernas volvieron y comencé a correr, todavía con el dolor punzante en mi espalda, escuché las pisadas fuertes de eso detrás mío. Ya no era mi madre, era un monstruo con maquillaje corrido de payaso y garras enormes que rasgaban las paredes a su par, gruñía.
(Como a los otros, me matará como a los otros)

Abandone el salón principal y me metí en la cocina, un lugar apretado y poco seguro, mi verdadera madre había dejado los trastes sucios, y por un segundo imaginé que ella estaría despedazada y guardada en trozos en la heladera, como los cadaveres en los casos de caníbales.
(Me despedazara a mi también, como a los otros)

Escuché sus pisadas entrando a la cocina y me salí corriendo por la casa, como si fuera la persecución de una película y no una pesadilla viviente en Derry, Maine.

«Maldita sea, mamá—pensé—de tantos lugares en Estados Unidos, ¿por que Derry?
(Me comerá a mi también, como a los otros)

Llegue hasta la puerta principal empujando los muebles y escuchando las pisadas y gruñidos de eso que venía detrás mío, no parecía mi madre, no parecía un payaso, parecía un animal salvaje y hambriento que había salido de los bosques. Un animal feroz que me devoraría en cualquier momento.
(Como a los otros)

Mis manos tuvieron una pelea con la puerta, estaba trancada, pero mi madre nunca la cerraba con llave porque, según ella, no podríamos salir en caso de una emergencia. Pero ahora era una emergencia, ¿dónde estaba mi madre ahora? ¿Dónde estaban las llaves ahora? ¿Por qué eso estaba en mi casa?
(Como a los otros, Lily, te comerá como a los otros)

Ahora estaba detrás mío, maldita sea, podía oler su aliento hediondo y caliente, podía oír sus gruñidos, podía sentir sus manos con garras acercándose a mi hombro derecho, me mataría, me mataría ahí mismo y me arrastraría con él.
(Como a los otros)

Me quedé quieta, una decisión imprudente en cualquier situación, me quedé quieta indispuesta a huir. No porque no quisiera, si no porque no podía. Los gruñidos se hicieron tan fuertes que me lastimaron los tímpanos y de repente, en cuestión de un segundo, el ruido cesó y un silencio profundo inundó la casa. Me gire y no había nadie, la casa estaba intacta, como si ninguna bestia la hubiera rasguñado en los últimos cinco minutos. En el suelo no había huellas, en el techo no había marcas de que algo gigantesco hubiera chocado contra el. No había nada.
(Como a los otros, Lily, como a los otros)

«Joder, no me quedaré aquí—susurré en el silencio de mi mente y la puerta abrió cuando toque la manija, giró y escuché el rechinar de la madera vieja que dio paso a la luz de la tarde y las calles medio solitarias. Salí corriendo pero uno de mis hombros chocó con el de otra persona.

—¡Pero qué demonios pasa contigo, Lily!—Grito la voz furiosa de mi madre, esta vez realmente era ella y no eso.

Estaba de pie frente a la casa, tenía una bolsa en una de las manos y había tomates y otras verduras esparcidas por el suelo, supuse que se le habían caído cuando choqué con ella. Ahora podía ver lo que siempre veía en ella: ira, dolor, rencor. Y no pude evitar echarme a llorar.
(COMO A LOS OTROS)

—¡Lily! ¿A dónde demonios vas?—Me gritó, totalmente cuerda desde el otro extremo de la calle, pero ya estaba bastante lejos para que oyera las otras palabras de su sermón, y no hice más que alejarme corriendo, con las lágrimas saliendo de mis ojos.

Todos lo hemos visto, con una mierda. ¡Todos hemos visto a eso!
Limpie la última lágrima que emergió de mis ojos y crucé la calle, aún sonándome la nariz con sollozos ligeros pero aliviados. Aliviados de que eso se hubiera ido.

—¡Cuidado!—Grito la voz agitada de Bill Denbrough, y al girar me encontré con él montado en su bicicleta, detrás suyo, como una pandilla de perros, venían otros cuatro chicos, también en bicicleta, sus amigos.

Entonces retrocedí, cerré los ojos y me cubrí con los brazos esperando que me atropellara con su bicicleta, pero no pasó nada. Cuando abrí los ojos vi que había frenado, justo frente a mi, sus labios temblaban.

—¡Cuidado, chica!—Dijo la voz alegre de Richie, quien me sonreía alegremente—¡Que suerte encontrarte por aquí!

—Demasiada—Contesté, sin tanto ánimo y mire a los otros, cada uno tenía algo diferente, podía ver diferentes emociones y sentimientos en ellos. Pero en todos surgía algo en común: miedo.

¿T-T-Te s-si-sientes b-b-bien, Li-Lily?—Pregunto Bill, su tartamudez parecía más severa que en otras ocasiones. Había cierto aire de valentía, pero también de cobardía, era como un intermedio.

—No—Contesté, sin saber exactamente porque—¿Qué pasa con ustedes? Parecen asustados.

—Y tú pareces muy calmada—Ironizó Richie, que recibió un codazo de Eddie y guardó silencio.

—Vamos a casa de Beverly—Comenzó a decir Eddie—nos ha llamado diciendo que es urgente, ¿vendrás?

Un sentimiento de extrañeza me invadió, algo que me hacía querer preguntar «¿por qué, Eddie? ¿Por qué quieren que vaya yo si no soy parte de su grupo? ¿Por qué yo si no puedo hacer nada por Beverly?» pero algo más me hizo pensar que, la forma en la que todos me miraban me daba a entender que yo era una de ellos, que yo era parte de ellos.

—Si—Fue lo único que respondí, y Bill me ayudo a subir con él en su bicicleta.

Papalote《𝓡. 𝓣》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora