Capítulo dieciocho

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RELOCATION 1958
La mudanza fue una mierda.

Comprendí el por qué del comportamiento de Henry cuando pise su casa por primera vez. Cuando la maleza me hizo cosquillas en los tobillos, cuando crucé aquella puerta vieja y observé el interior descuidado y sombrío de dicha casa, no fue necesaria una larga investigación, me bastó con observar por algunos segundos las latas de cerveza vacías para comprender que, en aquel espacio cargado de tensión y violencia, Henry dejaba de ser el abusador y pasaba a ser el abusado.

Entendí que no tendría la mejor vida ahí cuando, al pasar la primera semana, comenzaron las peleas. A veces, durante la noche o en medio de la madrugada, sus gritos no me dejaban dormir, ni a mí ni a Henry. Esperaba que él se comportara como su padre, que siguiera molestándome como en la primaria, pero solo se mantenía callado. Era como si dentro de casa fuera un Henry manso y dócil, comparado con el Henry agresivo y abusador que solía conocer. Fue cuando vi a Oscar que comprendí el origen de la ira que Henry desprendía todos los días. Aveces también me despertaba el olor a humedad.
La cena.
Silencio.
Silencio en.
Silencio en la.
¡Silencio en la...

...mesa!

El único ruido presente era el de los cubiertos y el masticar de Butch, con los ojos entrecerrados e inclinando ligeramente la cabeza hacia el frente de momentos, por la borrachera que llevaba encima. A pesar de mis intentos por mantener la mirada fija en mi plato de estofado, no pude evitar lanzar «miraditas» a mis alrededores, observando el rostro enrojecido de Butch, el intento de mi madre por mantener La Paz y a Henry notablemente incómodo—quizá por mi presencia—y en silencio.

Cuando los ojos de mi madre se cruzaron con los míos, regresé rápidamente a ver el estofado, continuar comiendo y mantenerme en silencio. Aveces podía sentir pequeñas patadas por parte de Henry, cuando nadie se daba cuenta, pero no me atrevía a regresárselas.

—Oye, Henry—comenzó a decir Butch, con torpeza—¿qué piensas hacer durante las vacaciones?

Mire de reojo a Henry, que parecía confundido por las palabras de su padre, luego se encogió de hombros mientras seguía sosteniendo el tenedor entre sus dedos.

—A tu edad, yo ya estaba trabajando, no perdiendo el tiempo como tú—dijo Butch nuevamente, y un profundo silencio se formó en la mesa.

Sentí un poco de lástima cuando observé a Henry, en un silencio tenso y aguardando la impotencia en su interior. Pero luego me di cuenta que era lo mismo que sentía yo cuando él me molestaba.

—Butch, no deberías decirle a Henry...

—Cállate, Margaret—interrumpió repentinamente Butch, con el ceño fruncido y un pequeño «hip» después de cada palabra. El hilo de voz tembloroso de mi madre se cortó de golpe—no me has respondido, Henry.

Pero Henry seguía en silencio, sin atreverse a alzar la vista hacia su padre, que lo miraba incansablemente. Butch entonces se giró a verme a mi.

—Míralo ahora, niña—dijo con una sonrisa torcida por el alcohol—no es tan rudo como con sus amigos, ¿verdad?

Aunque hubiera querido decir que si, no me nacía hacerlo. Escuché las manos de Henry golpear con fuerza contra la mesa y su silla recorrerse cuando se levantó, también lo vi subir las escaleras a paso rápido, seguramente hacia su habitación.

Papalote《𝓡. 𝓣》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora