Piloto.

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—Samu, me estás asustando.

—Te ves horrible.

—¡ARAÑA!, ¡AKAASHI TE VA A MORDER!

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El caso de Miya Atsumu.

Sus recuerdos de la infancia siempre fueron sus preferidos, a veces soñaba que volvía a tener seis años, jugando voleibol con su hermano en el patio mientras su madre les preparaba limonada y su padre estaba en la oficina. Probablemente lo recordaba con tanto cariño porque no iba a volver a suceder nunca.

Primero, porque obviamente nunca volvería a tener seis años, segundo, porque se habían mudado de la casa de su infancia hace años, y no importaba que tan espaciosa y linda fuera su casa nueva, simplemente no era lo mismo, tercero y último, porque hace pocos años su hermano no jugaba voleibol.

Y nunca iba a olvidar el día que se lo dijo. Era un día de vacaciones de primavera, antes de que entraran a su primer año, estaba lloviendo y jugaban un juego de mesa cualquiera, Osamu iba ganando cuando sin ningún aviso dijo que ya no quería seguir jugando, que simplemente no era lo que quería hacer con su vida. Atsumu tal vez siempre lo supo, el hecho de que no iban a jugar juntos toda la vida, que Osamu no amaba tanto el voleibol como el, lo sabia de manera inconsciente, pero eso no significó que no le hizo daño. No significó que no le doliera que no iban a seguir siendo ese dúo de "los hermanos Miya."

Extrañaba estar con Osamu todo el tiempo, en los entrenamientos, campamentos, festivales, más que nada.

Cuando era más pequeño su padre lo llevaba a todos lados, solo regañándolo cuando hacía algo que le habían advertido que no hiciera, también extrañaba eso. Se sentía como si todo hubiera cambiado el momento en el que su padre fue nombrado ministro de finanzas, ahora había un sinfín de reglas que debía seguir para mantener la imagen política de su padre. Se tuvo que cambiar de escuela, empezar a estudiar una hora diaria sin importar el día, su comportamiento tenía que ser ejemplar todo el tiempo, tenía que solo ser amigo de personas de su mismo nivel socioeconómico y tenía que tener la mejor novia.

Ahora, eso le presentaba dos problemas, el primero; su comportamiento. Atsumu no tenía ningún problema para admitirlo, era una persona honesta y probablemente (muy probablemente) un imbécil, decía las cosas sin pelos en la lengua, no se preocupaba por gustarle a la gente, no se molestaba porque lo odiaran, le daba exactamente igual. Pero claro, ahora, uno de los hijos del ministro de finanzas no podía ser un idiota arrogante. Ahora, tenía que hacer todo lo posible para morderse la lengua y ahorrarse el próximo comentario sarcástico.

El segundo problema; la parte de la novia. No porque fuera "novia," desde que encontró a un chico atractivo, lo que evolucionó a una atracción después, lo primero que hizo fue preguntarle a su mamá si era algo normal. Atsumu, desde sus trece años fue abiertamente bisexual, a sus padres les dió exactamente igual, por eso, el problema no era que fuera una novia, el problema real era que le escogieran las candidatas para novia porque su padre no tenía la más mínima idea de lo que le iba y cada chica que le escogía era aburrida.

A veces sentía como si su vida estuviera siendo hecha para acoplarse a la carrera y reputación de su padre, lo odiaba.

Las cargas fueron aumentando cada vez más, por alguna razón a Osamu parecía no molestarle tanto, pero claro, no era el quien había tenido que escuchar al menos unas doscientas veces que su opinión no importaba, que lo importante era ser un hijo ejemplar, no era el quien tenía que aguantar diariamente las miradas de decepción de su padre y los golpes cada que hacía algo mal (porque Osamu era obviamente el mejor gemelo que no hacía nada mal, tenía el mejor comportamiento y era Jesucristo a ojos de sus padres).

Apartamento 512Donde viven las historias. Descúbrelo ahora