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—¿¡Coronó!?

"Pronto cae."

Que injusta es la vida de nosotros los bonitos.

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Vacaciones: 4/33.

—Deja de roncar, Mierdakawa.— Se quejó Iwaizumi, más dormido que despierto, con la voz ronca y los ojos entrecerrados, Oikawa estaba acostado sobre el, tenia una pierna sobre el estómago del moreno, y una mano en su cara.— Amor.— Se quejó, Oikawa le pegó un manotazo.

—No.— Murmuró, agarrando la cobija y poniéndosela encima, Iwaizumi le quitó la cobija y recibió otro manotazo.

—Se supone que tú eres el que se despierta temprano.

—No.

—¿Solo me vas a decir que no?

—No.— El moreno suspiró y agarró la pierna de su pareja, quitándola de su estómago, Oikawa se volvió a acercar y le abrazó el cuello.— Dormir.

—Son las once de la mañana.

—Sueño.— Volvió a murmurar, intentando ponerse la cobija una vez más.

—No es mi culpa que llegarás a las dos de la madrugada. Eso me recuerda ¿porque llegaste a las dos de la madrugada, entraste por la ventana y te me tiraste encima?

—Déjame dormir.— Se quejó.

—Maldito flojo.

—Hajime, Tooru.— Llamó la madre del moreno desde fuera del cuarto.— ¿Están decentes?

—¡Si!— Contestó el castaño, despertándose ahora si y buscando su pantalón entre las cobijas, mientras se tapaba una vez más, la mujer entró al cuarto y se quedó mirándolos.

—No nos mires así, Oikawa esta indecente hasta cuando esta vestido.

—Pónganse ropa y bajen a desayunar.— Los dos asintieron lentamente y la mujer volvió a salir de la habitación, Oikawa se levantó de la cama y se estiró.

—¿Viste mi pantalón?

—¿Es este?— Levantó un jean en el piso, el castaño se acercó y luego se encogió de hombros.

—A este punto no estoy seguro de cuando algo es mío o tuyo.

—Tenemos que dejar de pasar tanto tiempo juntos.

—Me voy a poner uno de los tuyos.— Se acercó al clóset y sacó el primer pantalón de sudadera que vio, Iwaizumi hizo algo parecido a una mueca.— Se te va a quedar así la cara si sigues haciendo muecas.

—Ese pantalón es tuyo, ¿que hacía en mi clóset?

—Me estoy mudando, discretamente.

—¿Y como hago para echarte, discretamente?

—Muérete, ya no me puedes echar, vivo aquí.

—No debí abrirte la ventana, todos saben que solo el mal entra después de la una de la madrugada.

—¡Eres un maleducado, soy tu novio, trátame bien!

—Y ahora, aparentemente también mi compañero de cuarto.

—Ya ves, tienes tres razones para tratarme bien.

—¿No serían dos? Que eres mi novio y mi compañero de cuarto.

—No, también esta que soy perfecto y que me amas.

—¿Esas no serían cuatro?

—¡Deja de contradecirme, mal novio!

Apartamento 512Donde viven las historias. Descúbrelo ahora